CAP. 10

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_¿Que te parece este?.

Le pregunto a mi madre sacando una túnica blanca del clóset.

_Me gusta.

Al terminar de empacar no me despido de nadie solo salgo del convento y me subo al auto que me espera.

Si me voy está locura terminará.

El chófer arranca el auto cuando se lo pido, tengo una maleta llena de ropa y no quiero ver el día que tenga que volver aquí otra vez.

Llegamos a la ciudad en media hora de viaje, tenía tanto tiempo sin salir del convento que olvide como era el exterior, los niños juegan de aquí para allá con pelotas.

Veo niñas con uniforme de la escuela y yo también soñé con usar ese uniforme pero mi madre me dió clases dentro del convento y nunca me queje.

Llegamos a la avenida y aprecio a todos los autos juntos como si nunca había visto uno, tantos años sin ver esto.

Mi papá era el único que me sacaba y murió cuando pensaba que iba hacerlo una última vez.

Duermo un poco en el asiento trasero y cuando me despierto ya está oscureciendo.

_Ya estamos llegando señorita, prepare bien sus cosas.

_Gracias.

Le agradezco al chófer y guardo las frutas que me estaba comiendo en la maleta.

Casi cuatro minutos después nos detenemos frente a una casa de dos pisos, hay lámparas en el suelo que iluminan el camino por dónde está entrando el auto.

Dos mujeres con túnicas me reciben y me ayudan con el equipaje.

Al entrar en la casa lo primero que veo son sillones de cuero blanco en una pequeña habitación, un pasillo que guía a la cocina y otro a lo que parece las habitaciones.

A un extremo están las escaleras que indican el segundo piso.

Tenía mucho sin venir y ya mi prima hizo cambios con la casa.

_Eva!.

Mi prima hace acto de presencia bajando las escaleras, tiene veintiocho años y parece de veinte con buen cuerpo y cara linda.

_Hola Susana.

_Tenia tanto tiempo sin verte, estás grande y gorda.

Quién diría que hace unos días morí y un demonio me revivió.

La abrazo cuando llega a mi.

_¿Cómo va todo por allá?.

_Muy bien.

_¿Y tu madre?.

_Esta mejor, estaría encantada de verte.

_Disculpa que no estamos en el convento, iremos mañana a primera hora.

_No te preocupes.

_Seguro estás cansada, acompáñame te daré tu habitación.

Las chicas me ayudan con el equipaje mientras subimos las escaleras, si abajo está hermoso aquí está mucho más hermoso.

Hay mas sillones de cuero, comedor de seis sillas, una terraza con un comedor y  lo que parece ser un bar.

El esposo de mi tía no es para nada religioso pero su amor es eterno, me dejan en una habitación con una cama enorme, un tocador y un baño.

Hay varias cosas más en la habitación pero lo que más me sorprende es otra habitación con una chica en la cama escuchando música.

_Ella es mi hija Evelin, no la conociste pero te encantará conocerla.

_No podías tener hijos.

Se pone nostálgica y me doy cuenta de que metí la pata.

_No hay nada que Dios no pueda, no puedo tener más pero estoy muy agradecida con el por darme ese precioso regalo.

_Te admiro tanto_Le digo y sonríe.

_Evelin, cariño ven aquí.

La chica levanta la cara y veo que tiene los ojos más hermosos que he visto en toda mi vida.

_Tiene unos ojos preciosos.

_Como el azul del cielo.

La chica se acerca y su apariencia no deja más de dieciséis años.

_Hola_me sonríe_Tu debes de ser Eva, mi madre no dejó de hablar de ti durante las últimas horas.

_Ya veo que soy conocida.

_Me llamo Evelin pero puedes decirme Eve.

_Eva... tocaya.

Nos damos las manos y sonreímos.

_Bien las dejo que se conozcan, tengo unas cosas que hacer ahora.

_Adios mamá.

_Adios prima.

_Mi madre me dijo que vives en un convento.

Me dice cuando cierra la puerta, me siento en los pequeños sillones blancos a un extremo de la cama.

_Si así es.

_Debe de ser genial.

_Aveces, no tanto.

_Me gustaría vivir en uno pero mi madre no me deja.

_Me gustaría vivir en una casa normal pero mi madre no me deja.

Me río sin querer.

_¿Es normal que te parezcas tanto a mi?.

Le pregunto observando bien su rostro.

_No se cómo tienes el cabello, el mío es marrón.

Me quito el pañuelo y dejo que mi cabellera rubia caiga por mis hombros, me peino con las manos hasta arreglarlo y me da por la cintura.

_Increible.

Se levanta de su cama y empieza a acariciar mi cabello cuando está cerca.

_Es hermoso.

_Y tienes mucha suerte también, no dejo que nadie me toque el cabello.

_O lo siento tanto.

Se aleja apenada y sonrió.

Sumisa de un demonio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora