Era De Noche (Novela Cristiana)

Sueño mañanero

Aidan frotó sus ojitos con ambas manos, parpadeó más de tres veces y terminó por bostezar con la sonata de sus huesos estirándose como acompañantes para sus aullidos mañaneros. La noche anterior a penas pudo conciliar el sueño, el primer motivo era su pequeña acompañante que pasó toda la noche acorralándolo contra la pared y echándose encima de él, como si quisiera asfixiarlo, la otra razón era la cercanía con el inicio a clases y su inmensa alegría por volver a ver a sus viejos amigos, tal vez conocer a nuevos amigos, nunca eran amigos suficientes, al menos para él, Aidan siempre quería más. El sol empezaba a salir tímidamente cuando los cobertores de su cama empezaron a sentirse más pesados y asfixiantes. Su cuerpecito se sofocaba con tanta facilidad que lo hacía removerse entre las sábanas, tirar varios de los cobertores y peluches al piso para quedarse solo con el que compartía con Haza, aunque pronto su gemela termino por apoderarse del último cobertor y dejarlo a la merced del frío mañanero.

A sabiendas que ya no podría volver a conciliar el sueño el niño se levantó y caminando a paso lento fue en busca de sus padres, a veces le gustaba acostarse en el suelo debajo de la cama matrimonial de sus progenitores, le gustaba escucharlos dormir y, al levantarse, entrar en pánico porque solo encontraban a tres de sus cuatro hijos, no sabía porqué pero le gustaba que lo buscarán, le recordaba que era importante, que era apreciado y recordado. Cuando tienes hermanos siempre existen esos pequeños momentos de lucidez, momentos en los que te das cuenta de que no eres el único y probablemente nunca lo serás, eso lo ponía triste, porque se sentía más pequeño de lo que ya era y pensaba que en cualquier momento sus padres se olvidarían de su existencia, abandonándolo en un rincón de la casa, para nunca más volver a buscarlo.

Por eso le gustaba su nuevo amigo, él siempre le prestaba atención, no se centraba en Ada (una bebé tan loca como hermosa que acaparaba casi toda la atención de su padre), tampoco en Katherina (típica adolescente hormonal en riesgo de embarazo infantil cuyas imprudencias acababan con el quicio de su madre) y Haza que nunca jugaban con él a no ser que estuvieran ellos dos solos, su hermana era crónicamente antisocial y el televisor era su gran amor, la niña podía pasar horas frente a la pantalla y no se cansaba, lentamente se acercaba a Günther, pero al niño le parecía que a su nuevo amigo poco o nada le importaba su melliza.
El pequeño estaba en camino a la cama de sus padres cuando notó la habitación de Katherina vacía, con una sonrisa maliciosa Aidan corrió lo que quedaba de pasillo a la habitación de sus padres listo para despertarlos con la noticia de que su hija mayor se había fugado, el niño ya se imaginaba el  regaño universal que le vendría a su hermana, pero al llegar la habitación de sus padres también estaba vacía.

Frustrado por no poder meter en problemas a Katherina llegó a la sala, encontrando a su madre con el uniforme listo para ir al trabajo, su padre preparando el desayuno con Ada colgando de un porta bebés en su pecho y a Katherina en la mesa, hablando animadamente con Günther.

— ¡Güntty! — gritó el niño corriendo dentro de la sala y saltando a los brazos de su nuevo mejor amigo.

Ser recibido por un abrazo era lindo, pero que el abrazo viniera de su mejor amigo era muchísimo mejor. El pequeño Aidan se aferró al cuello de su amigo, negándose a soltarlo, a sabiendas que eso enfadaba a su hermana, si no podía meterla en problemas la haría enojar, Aidan cumpliría con solemnidad su deber de hermano menor: hacerle la vida imposible a su hermana mayor.

— ¿Dormiste bien? — pregunto Günther enterrando sus dedos entre el cabello ondulado del niño, tocar el cabello del pequeño era como tocar una nube, suave y con aroma a tomate.

— No sé, Haza intento matarme — respondió el niño, sentándose en las piernas de su amigo y devorando la mitad restante del sándwich que Owen había preparado para su invitado.