48. El periódico

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Oficialmente estaba graduado, pero eso poco pudo importarle. Camino por los mugrientos pasillos del colegio con una bufanda cubriéndole el cuello y un suéter del doble de su tamaño que ocultaba a la perfección sus cicatrices, a su alrededor muchos cotilleaban, lo miraban y murmuraban cosas, como si él no pudiera oírles pese a estar justo a su lado, no sabía el porqué de esas miradas sucias, curiosas y las burlas indiscretas, pero tampoco tenía valor para preguntar. Esa sensación...esas miradas, los murmullos...todo era demasiado familiar.

No iba a asistir a la graduación, mucho menos a la fiesta que le seguía, solo recogió su diploma y recibió con una pequeña sonrisa las palmaditas en la espalda que le regalo el director, aunque notó que el hombre se mostraba de cierto modo aliviado, pensó que por lo menos intentaría convencerlo de recibir el diploma el mismo día que los demás, pero no, pudo jurar que lo vio sonreír por el rabillo del ojo cuando salió de la oficina. Termino el año escolar de manera virtual como ya estaba acostumbrado a hacer, consiguió las mejores calificaciones y simplemente se sintió vació porque aunque esa hoja de papel dijese que era bueno él no se sentía como alguien bueno. Ya llevaba casi tres meses sin ver a nadie importante, mucho menos de tener noticias de ellos, incluso Dan parecía haberlo olvidado, extrañaba los chistes sin gracia de Dan, los ojos de mapache de Tyline, la negrura de la melena de Roxelana y la forma en la que ella siempre parecía iluminar el lugar a donde llegará. Dormía mucho, demasiado, prácticamente vivía durmiendo y eso era bueno, porque al dormir no pensaba y si no pensaba nada malo pasaba, aunque al despertar siempre le dolía a horrores el cuerpo.

Si lograba estar despierto cinco horas seguidas era un milagro, era mejor así, solo tenía tiempo para sus trabajos escolares y luego podía acudir corriendo al canto de sirena que le dedicaba la suavidad de su cama. Su tía Alma lo despertaba de vez en cuando para que comiera y como estaba tan adormecido se llevaba cualquier cosa a la boca con tal de volver a dormir. Ese día no era la excepción, los parpados le pesaban pero comenzaba a sospechar que no era por el sueño, más bien eran por las lágrimas contenidas. No lograba sacar de su cabeza que de haber llegado tres años antes todas esas caras que la miraban de manera burlona y murmuraban a sus espaldas podrían haber sido sus amigos, esos que lo perseguían por todo el colegio, que le daban golosinas por montones y le seguían el juego a sus locuras, esos con los que podía jugar por horas y horas, y ellos jamás se cansaban de él. Pero debía aceptar que no era el mismo de hace tres años y eso le dolía, probablemente Dan nunca se le hubiera acercado de haberlo conocido en esa época donde sonreír se le hacía tan difícil como respirar y hace tiempo que había perdido la voluntad de hacer cualquiera de las dos. Y eso no estaba mal. Él mismo probablemente ignoro a cientos de personas en su situación por no saber o porque no le importaba. Eso no convertía a Dan, Roxelana, Tyline, Tony y todo aquél que recientemente decidió apartarse de él en malas personas, tampoco convertía en seres superficiales y crueles a los chicos que no dejaban de mirarlo, y murmurar cosas a un volumen en el que sabía que hablaban de él pero no podía entender qué decían. Las cosas, al igual que las personas cambian, a Aidan no le gustaba su cambio, pero debía vivir con ello. Los amigos cambian. El mundo cambia y la vida no se detenía ni por él, ni por nadie.

¿Era una porquería? Sin duda.
Solo deseaba que alguien, quien fuera le dijera lo que estaba mal en él, ¿Qué hizo para merecer tanto desprecio? A veces se preguntaba si en su vida pasada fue uno de los soldados que crucificaron a Jesús pero luego se recordaba que él no creía en vidas pasadas. El doctor Stilinski no pudo decirle, sus padres no pudieron decirle, Alma, Dan, Tyline, Roxelana, sus hermanas ni nadie que conocía podía hacerlo. Solo le quedaba Dios, que fuera Dios quien le dijese que estaba mal en él, pero, si Aidan tenía que ser honesto hacia mucho que dejo de escuchar la voz de su creador.
También comenzaba a olvidar las voces de sus amigos, bueno, lo que él pensó que eran amigos, pero tal vez para ellos solo fue un compañero de trabajo y nada más. Se sentía demasiado solo, su tía Alma era buena compañía pero él quería más, alguien que no corriera aterrada a buscarlo al más mínimo sonido temiendo encontrarlo sin vida. Comenzó a hablar con ellos, aunque no estaban ahí él fingía que sí, las pocas veces en las que estaba despierto sonreía sentado en su cama y charlaba por horas con Tyline — ella siempre tenía algo interesante que decir o mostrarle algún nuevo truco que Sulfus aprendió —, reía a carcajadas con Dan e imaginaba a Roxelana, la curva de su cuello, su aroma, su suave pelo y lo redondo de sus senos.

Alma lo descubrió mientras debatía con la imaginaria Tyline sobre un tema que no recordaba pero que resulto ser la respuesta a los mayores problemas de la humanidad, lejos de asustarse o preocuparse por su salud mental solo sacudió la cabeza murmurando sobre la imaginación de los niños y regreso a tumbarse en la sala como siempre hacía.
En su soledad tuvo mucho tiempo para reflexionar, sobre todo y a la vez sobre nada, pero seguía pareciéndole increíble la manera en la que muchas personas podían estar en soledad sin perder la cabeza, Aidan odiaba la soledad, sentirse solo y estar solo, nunca podría comprender que a alguien le gustara estar solo o si en realidad solo aceptaban la soledad porque ya estaban acostumbrados a ella. Haza, por ejemplo, su hermana se jactaba de no depender de nadie y preferir los libros antes que las personas pero en más de una ocasión la encontró llorando en el baño o sobre el regazo de Owen, completamente cohibida por no tener a nadie con quien jugar, la culpa lo carcomía, ¿cómo pudo dejarla llorar? ¿Cómo pudo ignorar el dolor de otras personas? Mentalmente hizo una lista de todas las posibles personas que hubieran estado en su misma situación sin que él lo supiera, la bilis se subió a la garganta al darse cuenta de lo larga que era la lista, pero a lo mejor estaba exagerando y en realidad solo eran niños tímidos que disfrutaban de la soledad, y fingir leer un libro cuando su mayor deseo era unirse a los demás niños para jugar.

— ¿Aidan? — una voz lo hizo girarse.

Tyline sostenía un par de libros de su desgarrada mochila — la parte de abajo se descoció y prácticamente se le deshacía en las manos —, la muchacha lo observaba como si fuera una aparición, abría y cerraba la boca como un pez fuera del agua. Aidan bajo la cabeza, no supo por qué, pero decidió bajarla.

— Hola, Tyline — sus palabras fueron tan suaves que en un instante el viento las hizo desaparecer.

— ¿Qué haces aquí? — la mochila se desintegro en una lluvia de piel sintética, tela y costuras, los trozos cayeron alrededor de los pies de Tyline al mismo tiempo que ella no dejaba de verlo como supuso Aidan que María, y Martha miraron a Lázaro cuando estuvo recién resucitado. Aidan jadeo al sentir los brazos de Tyline a su alrededor, los libros y cuadernos cayeron al suelo, al igual que los bolígrafos de gel secos pero que la chica conservaba porque le gustaba morderlos —. Tu tía nos dijo que estabas internado en un psiquiátrico — la forma en la que ella lo abrazaba era tan deliciosa, como si no quisiera dejarlo ir.

— ¿Eh? — Aidan negó, no quería ir, menos estar internado, se planteó seriamente escapar, ¿pero qué podría hacer? ¿Incursionar en el maravilloso mundo de la prostitución para sobrevivir? Si ya era difícil que personas con doctorados consiguieran trabajo en su país no quería ni pensar qué sería de un chico como él abandonado en el mundo cruel. Logro aceptar la idea, aunque su tía parecía querer retrasar su internación lo antes posible y Aidan la amaba por eso —. No...no iré al psiquiátrico hasta la semana que viene.

Alma quería que disfrutara un poco más antes de ser internado, pero le gustaba pensar que en realidad lo hacía para que pudiera visitar a su tío, el doctor Stilinski seguía en cama, débil y la culpa consumía a Aidan día tras día. No sabía que el estrés podía provocar tanto daño.

— Intente llamarte — se separó de él, dándole un ligero apretón en los hombros, si ella sintió o no los huesos sobresaliendo no lo supo, porque en ningún momento su sonrisa titubeo, solo se arrodillo y recogió sus pertenencias esparcidas en el suelo, balanceando los libros en sus delgados brazos lo tomo de la mano, sus dedos rozaron su muñeca vendada como si esperara que lo atravesaran y así saber si era un fantasma, pero cuando no lo hizo suspiro con algo de decepción y lo tomo del antebrazo, sus dedos se cerraron alrededor de su esquelético brazo, todo el peso que pudo subir el último año le había perdido en menos de dos meses. No le sorprendía que ella pensará que era un fantasma, lucía como uno y se sentía como tal. La mano de Tyline era sorprendentemente fría, algo que le gusto a Aidan, tan fría como supuso que habría quedado él si su tío no hubiera roto la puerta a tiempo — , todos intentamos llamarte, ¿Por qué no respondías? — Aidan se congelo, llevo instintivamente su mano a su bolsillo y recordó que en realidad su tía nunca le regreso el teléfono por temor a que cometiera alguna locura, como grabar otra película, por ejemplo.

— Yo...perdí mi teléfono — ¿Por qué mentía? Porque ni el mismo sabía la verdad y sospechaba que no quería saberla, su tía recibiría un balazo por él, entonces, ¿Por qué le ocultaba tantas cosas?

— Me alegra que estés aquí — Tyline sonrío, su sonrisa era suave, gentil y...¿Cómo el agua oxigenada? Aidan no se le ocurría con qué más compararla, simplemente la sonrisa de la chica era tan...tan...tan eso que le encantaba —, Roxelana ha estado como loca sin ti — una calidez lleno su pecho, ¿Roxelana preocupada por él? Le encantaba como sonaba eso.

La siguió ignorando los murmullos a su alrededor. Tyline se balanceaba, caminando rítmicamente como si estuviera a punto de comenzar a bailar, su melena castaña ondeaba de un lado a otro y por primera vez pareció ver algo de sol en el gris cielo, una luz cálida que rodeaba a la muchacha. Su mano fría no titubeo en su agarre y la llevo hasta una mesa, donde yacía Roxelana con Tony abrazándola protectoramente. Aidan se congelo al verla, esperaba verla demacrada, con los labios partidos, excesivamente pálida, ojerosa y simplemente una visión lamentara de lo que alguna vez fue, en su lugar se encontró con esa joven que parecía una diosa entre los mortales, plácidamente envuelta entre los musculosos y peludos brazos de su novio, jugueteando con la larga barba de Tony quien ahora parecía Amish con esa barba.

Se veía tan hermosa, Roxelana era la clase de chica que siempre debía ser amada y protegida incluso cuando no lo merecía, demasiado preciosa como para pensar en causarle algún mal.

— ¡Miren quién nos honra con su presencia! — la envanecida chica saco sus uñas recién arregladas de la barba de su amante protector, levanto la cabeza ligeramente como si estuviera atrapada entre la conciencia y el sueño más abrumador de la tierra, sus ojos se abrieron y un brillo similar al fuego de un incendio forestal se instaló en su mirada.

— Aidan — dijo en un jadeo.

Se apartó de Tony como si el vello de sus brazos se hubieran convertido en cientos de diminutas agujas que pinchaban su carne y dos pasos después ya la tenía sobre él. Los altos podían llegar a cualquier lugar más rápido, cortesía de sus largas y esbeltas piernas, pero fue como si en ella hubiera despertado el don de la teletransportación, un segundo estaba en brazos de Tony y al otro tenía su rostro entre su escote con ella abrazándolo como si quisiera asimilarlo contra su cuerpo, fusionándose en una sola carne para que él nunca pudiera dejarla.
La pudo escuchar sollozar, ella temblaba mientras su nariz seguía atrapada entre la curva donde sus dos pechos se juntaban, allí adentro era cálido, Roxelana desprendía un calorcito delicioso y el sueño lo envolvió a invadir. El aire dentro del escote de la beldad de ennegrecida melena estaba impregnado con el aroma de las flores, mezclándose con el suave perfume que emanaba de ella. Su aroma era delicado, como el de las flores de jazmín en plena floración, dulce y embriagador. Era un aroma que era tan cautivador como la Roxelana misma. Era un aroma que, sin decirlo, hablaba de su feminidad. Era un aroma que, sin ser descrito, mostraba el poder que ella podía tener con personas sobre él, tanto hombres como mujer caerían rendidos antes tal aroma y belleza, y de haber nacido en otra época Aidan estuvo seguro que reyes de toda la tierra entrarían en guerra por solo tenerla, y tribus de toda lengua la adorarían porque en ella verían el sentido más puro de belleza y feminidad. Era un aroma que, sin ser nombrado, revelaba su exquisita belleza. Era un aroma que, sin ser definido, transmitía su arrolladora presencia. Era, en resumen, el aroma de Roxelana.

— Te extrañe — susurro inclinándose contra su oído, ¿Por qué tenía que ser tan bajo? ¿Por qué Dios lo hizo más cerca del infierno que del cielo? Adoraría poder ser más alto y tener la capacidad de llenar cada parte de su piel en un cálido abrazo como lo hacía Tony, poder mantenerla entre sus brazos donde sabía que nunca tendría daño alguno, en su lugar solo se pudo acurrucar más contra ella, recostando su cabeza en la curva de su cuello.

— Yo también — rodeo con sus delgados e impíos brazos la cintura pequeña y esbelta de aquella aparición convertida en mujer.

Sentía la extraña sensación de haber podido estar dentro de ella alguna vez, dentro de una mujer, pero no de la forma inocente como cuando era un bebé, adentrarse en el túnel oculto entre sus piernas y yacer en ella, llenarla con su simiente mientras sus caderas no dejaban de moverse sobre él. Pero era imposible, seguía siendo virgen, al menos por delante, Günther preferiría castrarse y comerse sus propias pelotas antes de permitirle a él ser dominante aunque fuese una vez, no es como si quisiera, pero se notaba a leguas que el hombre de oscuros ojos cuales profundidades marítimas quería alguien que poseer y que lo obedeciera en todos los sentidos. Sin embargo, era una sensación muy real, casi como un vivido recuerdo.

— ¡Ahí está, el hombre que desafío a dios y sobrevivió! — casi había olvidado que estaba en el colegio, con su rostro peligrosamente cerca del par de melocotones jugosos que Roxelana llamaba senos con el novio de esta frente a ellos, gracias al cielo Tony lo trajo a la realidad con una palmada en la espalda, sino ¿quién sabe qué habría hecho? —. Pensamos que habías muerto, pero al parecer lo que no tienes de altura lo tienes de valentía — Anthony lo miraba con orgullo, como el orgullo de un padre mirando por primera vez a su hijo y eso lo hizo sentir incómodo.

— Lo siento, estuve muy ocupado preparándome para ser internado y no tuve tiempo para hablar con ustedes, pero debí mandarles un mensaje de humo o algo — se sentía bien saber que no fue abandonado otra vez, aunque su tía tendría muchas explicaciones que darle.

— Descuida, lo importantes es que estas vivo, Roxy estaba segura que moriste — como si no hubiera estado hacia segundos con el rostro del muchacho entre sus senos la joven de pelo renegrido se aferró a su novio y él de inmediato rodeo con su gran, y peludo brazo su diminuta cintura, ahora que lo pensaba Roxelana era puros labios, senos y trasero, de resto era huesos.

— ¿Así? ¿Y por qué?

— ¡Porque nadie tuvo antes la valentía de enfrentarse a Valerio! — una nueva palmada de orgullo casi lo hizo escupir un pulmón, Tony se carcajeo con Roxelana aferrada a él, la chica estaba segura que si usaba las palabras correctas podría conseguir tener a Tony y a Aidan para sí misma, no sería gran problema, Aidan podía hacerse pasar por una chica y Anthony era bisexual, la joven sabía en secreto que uno de los más grandes sueños de Tony era tenerla abierta de piernas con otra persona igual de sumisa a su lago rogando ser tomadas, fácilmente Aidan podría ser esa segunda persona, al principio se sintió celosa cuando su novio mostro interés en Aidan, pero ahora deseaba que fuera así —. Creo que eres el primero con los huevos tan grandes como para hacer algo así — Anthony levanto sus manos, tratando de similar que eran así de grandes —, te venero, amigo, te venero — el peludo muchacho hizo tres reverencias, como si estuviera alabando una estatua de alguna deidad.

— ¿Por qué? — el ojiazul jugo con las vendas en sus muñecas nerviosamente — ¿Por qué le tienen tanto miedo a Valerio? — los tres intercambiaron miradas, antes de sentarlo en una de las mesas oxidadas de la cafetería.

Se sintió incomodo, como un niño cuyos padres están a punto de revelarle que van a divorciarse y quieren convencerlo de que lo aman pero en realidad lo van a abandonar en un internado a la primera oportunidad.

— Antes de que te unieras al equipo de trabajo de Valerio hubo

Era De Noche (Novela Cristiana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora