Trabajo robado= dinero asegurado

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Las personas se vuelven locas por los bebés. Esa era una realidad. Pero no cualquier bebé, la mayoría de personas matarían por tener un bebé, pero no cualquiera, los favoritos son los bebés blancos, de ojos azules o verdes, de preferencia rubios, pero pelirrojos también sirven. Algunos padres prefieren pelinegros o castaños rojizos, pero esa es la excepción. La demanda por bebés negros o mestizos era baja, pero existente.

En épocas pasadas los padres tenían que esperar meses por un bebé, sufrir una decepción al darse cuenta que no era como ellos querían o no del genero correcto. Gracias a Un Mundo Libre ese problema estaba casi erradicado en su totalidad. En Un Mundo Libre existen granjas donde se hacen bebés, Grimore se llama, lugares ocultos en las montañas, en edificios debajo de la ciudad o en simples hospitales donde los niños son creados y posteriormente enviados a sus familias, ¿Quieres un bebé rubio de ojos azules? Lo tienes, ¿Tú bebé no es del genero adecuado? Mil disculpas, de inmediato lo cambiamos. En Grimore todo esta controlado, desde quienes engendraran a la criatura hasta sus rasgos, lo cierto es que, después de la prostitución, el campo de trafico infantil era el más fructífero.

Günther pronto entendió que eso lo hacía de cierta forma intocable, porque su padre era el dueño del 50% de los Grimore y un productor de la mejor calidad que se deleitaba con las hermosas jovencitas, y sumisos jovenes que sus granjas podían albergar, podía hacer lo que quisiera y nadie diría o haría algo, solo mirarían hacía un costado siempre y cuando su padre les siguiera dando bebés, y algo más. El rubio no recordaba muy bien cuando fue consciente de lo que su padre hacía, solo recordaba estar sentado en sus piernas mirando hileras de camas que se extendían por lo largo y ancho de una bodega, con mujeres atadas de brazos a las cabeceras de la cama, las piernas separadas, vientres hinchados y venosos, a punto de explotar. Algunas tenían grandes cortes debajo del estómago, cortes que si bien no estaban infectados se hinchaban y sangraban como si estuvieran a punto de abrirse. Vio a algunos hombres, con collares que los mantenían aferrados a una pared forzándolos a estar sobre ellas, aquél que se negara recibía o un latigazo o una descarga eléctrica que los hacía retorcerse en el suelo como peces recién salidos del agua. Pese a ello estaba orgulloso del trabajo de su padre, era una labor con la comunidad y si los gobiernos internacionales, y si las personas, no veían nada malo en beneficiarse del sufrimiento ajeno con tal de tener bebés, él tampoco.

Pese a ello Günther no quería usar su estado de inmunidad diplomática para actuar a su antojo. Anhelaba una vida digna, sobre todo considerando la presencia del niño que llenaba su corazón de locura amorosa. Suponía que su pequeño no desearía una relación marcada por turbulencias y conflictos constantes, eso incluía que se mantuviera en el anonimato, que fuera invisible. No quería tener recurrir a otros métodos, pero a juzgar por el ambiente religioso de su amado dudaba que sus suegros llegasen a aceptar su relación, por ello debía estar preparado para robar a Aidan de ser necesario. El camino más fácil era esperar, solo eso, esperar a que creciera, que fuera lo suficientemente grande como para tener conciencia de sus emociones o por lo menos que fuera legal, pero le resultaba tortuoso dicha espera, con su boquita rosa, esa piel perlada y pálida tan hermosa, todo en Aidan evocaba al deseo, era como si su pequeño hubiera sido creado minuciosamente por sus dioses, pieza por pieza, pestaña por pestaña, perfectamente creado para él. En un mundo perfecto, en Un Mundo Libre aquella agónica espera tendría sus frutos en el momento en que su pequeño fuera ya adulto, sus padres estarían muertos de felicidad de saber que su hijo sería amado y protegido, celebrarían una boda que duraría días, incluso semanas, el rubio se podría regocijar observando a su joven pero hermoso esposo vestido de rojo, el color ceremonial de los Vodja, se gozaría quitándole cada prenda mientras en el rostro de su pequeño había una sonrisa coqueta rebosante de amor y deseo, se casarían y tras años de intensa pasión darían la bienvenida a algún bebé, la mitad perfecta de ambos, un hijo que sería por siempre amado, pero lamentablemente estaban muy lejos de su país natal y el chico de ojos azules oscuros no se sentía en la capacidad de esperar.

Era De Noche (Novela Cristiana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora