Pastel de manzana

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El pequeño niño de ojos de cielo inflo sus cachetes cual ardilla y dejó escapar el aire en un suspiro decepcionado, con sus ojos azules llenos de lágrimas Aidan jugueteo con sus pequeños deditos con la mirada fija en la casa al final de la calle. Aquella estructura amarilla era lo más cercano a un castillo que Aidan había visto en su vida y le causaba tristeza pensar que ya no podría volver a jugar en ella: era una preciosa casa de tres pisos, un jardín de varios metros de longitud lleno de flores silvestres, pasto, arbustos y unos cuantos árboles frutales; pero sin duda una de las cosas que más extrañaría era la piscina, lo más cercano al mar que había conocido; desde que tenía memoria esa casa era su lugar favorito de la ciudad, el niño adoraba dedicar el tiempo imaginando vivir en tan hermoso lugar, con una gran habitación para llenarla de juguetes y un gran comedor para comer con toda su familia sin sentirse asfixiado por el reducido espacio, una de sus actividades favoritas era pasar el tiempo debajo de la sombra de los enormes árboles, siendo abrazado por la cálida hierba verde y correr descalzo por el inmenso jardín, jugar a la pelota, a las escondidas o en tiempo de cosecha pasar sus días devorando las jugosas pumarosas, las rojas manzanas, los exquisitos mangos y las redondas cerezas.

Owen estaba preparando el almuerzo con la vista fija en su hijo, no era normal esa actitud por parte de su pequeño, Aidan nunca pasaba más de 10 minutos quieto en un solo lugar y ya llevaba una hora mirando por la ventana, siempre tenía que estar saltando, gritando o jugando, nunca se quedaba quieto, las únicas veces que permaneció quieto era cuando comía o dormía y era evidente que no estaba haciendo ninguna de las dos, la otra opción era que el niño estaba enfermo. El hombre terminó de condimentar las verduras y las colocó con el resto de la comida en la mesa, con la preocupación a flor de piel tomó a su pequeña bebé que dormía en una pequeña cuna portátil en la cocina.

— Kat, ¿puedes venir un momento, por favor? — llamó el hombre a su hija, unos segundos después la joven chica apareció, luciendo un radiante vestido rosa con flores azules — ¡Vaya! Hija, estás radiante.

Katherina dio un giro sobre si misma haciendo a su cabello ondulado flotar en el aire y que su vestido se esponjará como un globo, Owen sonrió encantado al ver a la maravillosa criatura que de una u otra forma era suya, a veces Owen miraba a sus hijos y se preguntaba ¿cómo un hombre tan torpe e imperfecto como él pudo tener a criaturas tan perfectas como ellos? Y aún esa pregunta no tenía respuesta, al menos no para él.

— ¿De veras? ¿Me veo bien? — la chica analizó nuevamente su vestuario y de forma nada disimulada retoco el color rosa de sus labios en un espejo en el pasillo, sintiéndose satisfecha por lo que veía. 

— Diría que te ves hermosa, pero eso es poco para lo linda que eres, Kat.

— Gracias, papá.

— Pero, ¿cuál es la ocasión? No me estoy olvidando de una fecha importante ¿o sí? — cuestiono el hombre comenzando a preocuparse aún más, miró a la bebé en sus brazos que ahora estaba despierta y llenando de saliva la camisa azul de su padre, los ojos castaños de la niña se encontraron con los mismos ojos en su padre y pronto la preocupación se convirtió en pánico —. No es tu cumpleaños, ni el de los gemelos, tampoco el de tu madre o el de Katherina, no es diciembre, no es el día de la independencia, ¿hay alguna obra escolar o evento importante? — le preguntó el hombre a la bebé, pero ella solo siguió descargando toda la saliva del universo en el pecho de su padre —, no, lo recordaría, siempre recuerdo los eventos escolares de tus hermanos — Owen apartó la vista de la bebé y miró angustiado a su primogénita —. Ay, no, ¿es el aniversario de habernos conocido tu madre y yo? ¡Ay, no! Okay, calma — Owen miro el reloj en la sala de estar y sintió una corriente de preocupación pasar por todo su cuerpo —, cálmate, Owen, cálmate, aún tienes tiempo — rápidamente dejó a la bebé de nuevo en la cuna y comenzó a correr por la cocina llegando al refrigerador —. No puede ser, ¡No hay dátiles ni miel! ¿qué haré? ¡Tu madre nunca me perdonará si no tengo su comida favorita lista! Bien, tengo que ir a comprar los ingredientes necesarios para el pastel de mermelada que adora tu madre, ¿o debería hacer el postre de limón? ¿O el bizcocho de yogurt? También tengo que buscar un regalo para ella, flores moradas, pañuelos blancos con olor a lavanda y condones — Owen se quedó en silencio al darse cuenta de lo que acababa de decir frente a los niños.

Era De Noche (Novela Cristiana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora