Es bien conocido que toda niña — e incluso niños — sueña con su boda al menos una vez en su vida. Quizás no lo piensen demasiado, a lo mejor un pensamiento fugaz sobre la precaria idea preconcebida — y posiblemente errónea — de lo que era el matrimonio. Katherina no era la excepción. Al igual que muchas niñas en el mundo le habían vendido la idea de que el matrimonio era aquello a lo que todos — en especial las mujeres — deben aspirar.
No pasaba mucho tiempo pensando en ello, solo guardaba revistas de novia para tener ideas sobre cómo deseaba que fuera su vestido blanco cual nieve en invierno, coleccionaba catálogos de viajes (mientras fantaseaba en conocer el salado mar tomada de la mano con su futuro marido), de vez en cuando hacía visitas a iglesias vecinas (mientras se debatía cuál de todas era lo suficientemente digna para albergar su gran día). No, Katherina no solía pensar mucho en ello. En realidad, su enfoque estaba en otro lugar: coleccionaba recortes de flores exquisitas y las almacenaba cuidadosamente en una caja, solo por el simple placer de tener una idea de cómo serían los arreglos florales de su boda. También tenía una extraña afición por observar atardeceres en solitario, en medio de románticas playas imaginarias, sin mencionar que tenía una lista meticulosamente escrita de los lugares más idílicos para intercambiar votos matrimoniales, como un jardín de ensueño al otro lado del país o navegando en un romántico crucero. Aunque rara vez se le oía hablar de casarse, su suspiro ocasional mientras pasaba por las tiendas de vestidos de novia y su interminable búsqueda en línea de recetas de pasteles de bodas personalizados demostraban que, en realidad, no pensaba en ello en absoluto.
Fue por eso y otras muchas razones que no solía repasar con detalle aquél día, ese día en la fiesta de su tía Imogen, aquella fiesta donde Aidan fue públicamente humillado y sometido a usar un disfraz de cordero que le picaba hasta la conciencia, no, ella no solía rememorar ese día, en absoluto, no pensaba en cómo Günther había tomado su mano, no pensaba en cómo sus ojos oscuros se derritieron cual mantequilla en pan caliente cuando la miro y le confeso que se sentía atraído hacía ella. Mientras doblaba la ropa o cuando estaba en clase de algebra no solía recordar aquél aroma tan delicioso que desprendía Günther ese día, el joven desprendía un aroma singular, una composición de matices amaderados y cítricos que se entrelazaban en el aire. Su fragancia evocaba la frescura de la naturaleza y la calidez del sol en la piel. Era un recordatorio constante de la belleza masculina, una esencia que dejaba una huella imborrable en quienes tenían el privilegio de sentirlo. Tampoco pensaba a menudo en su cabellera dorada y como la luna la iluminaba haciéndola parecer lenguas de fuego chispeadas con oro en polvo. Solo pensaba en ello cuando se levantaba, desayunaba, iba al colegio, en sus clases, en sus tiempos libres y cuando se iba a dormir Katherina se permitía evocar el recuerdo glorioso de Günther a su lado, al menos una última vez.
E incluso en ese momento, frente al espejo de su tocador Katherina no pensaba para nada en ello. Solo cepillaba su cabello, tarareando una dulce melodía, repitiendo en bucle las palabras que su príncipe le había dicho ese día.
La muchacha suspiro profundamente, mientras vertía loción en sus manos, era su loción favorita, esa que olía a fresa, caramelo, inocencia y arcoíris, además de poseer brillantina disuelta en la fragancia. Ese día Katherina añoraba verse perfecta, solo por esa noche quería sentirse lo suficientemente buena para Günther, poder mirarlo a los ojos y no pensar <<¿Por qué me escogió? Este príncipe mío...¿Qué pudo ver en mí?>> y en su lugar pensar "Les gané, es mío, todo mío y yo soy suya, por siempre y para siempre, adelante, lloren, pero eso no hará que nada cambie, su corazón es absolutamente mío, así que ni siquiera piensen en él. Yo gané¨ Para la chica no era un secreto que su príncipe de mirada singular era uno de los más deseados del pueblo, la mayoría de las muchachas de su edad no habían tenido el privilegio de verlo, Günther no solía salir y había decidido alternar entre clases virtuales, y presenciales, cosa que hacía que fuera aún más difícil verlo, pero aún así los rumores y su mera existencia era capaz de despertar pasión e incluso evocar amor en cualquier jovencita. Katherina miro la purpurina en sus manos, sonrío mirándose al espejo y ondulando su cabello, cualquiera, hombre o mujer vendería hasta a su propia madre por estar en su posición, pero ella no había tenido que hacer nada, solo sonreír con desazón y fingir interés por las anécdotas infantiles y ciertamente ridículas de su amado, y listo, él solito la había escogido.
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Era De Noche (Novela Cristiana)
غموض / إثارةEsta es la historia de un chico, quizás haya una chica involucrada o quizás otro chico este involucrado en esta historia, pero no será como ustedes piensan o desean, porque no, esto no es una historia de amor. Esta es la historia de un chico cuyo co...