31. Y que seas feliz

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Aidan se congelo al ver ese rostro tan familiar parado en la puerta y sonriendo de par en par mientras gotas de lluvia se deslizaban por sus brazos cubiertos hasta sus botas de cuero, empapando sus pantalones del uniforme del psiquiátrico.

— ¿Mamá? — murmuro alterado. Se erizo cuando los dedos de su madre lo envolvieron en un tortuoso abrazo. Evangeline suspiro como quien ha encontrado algo que llevaba mucho tiempo perdido, las palmas húmedas de sus manos se deslizaban en su espalda, parecía ser solo una caricia tranquila, pero Aidan sabía que en realidad estaba buscando nuevas heridas o la sensación áspera de vendas debajo de la tela. Vacilante le devolvió el abrazo, pero no pudo evitar molestarse por la forma en la que lo acariciaba, como si fuera demasiado frágil y pudiera romperlo si lo llegaba a tocar de mas. La mujer respiro hondo. Estaba envuelta en una chaqueta cubierta por gotas de lluvia, la punta de su nariz roja como si hubiera llorado por horas, pero a decir verdad el adolescente le fue imposible discernir si realmente estaba llorando o solo era la lluvia la razón por la que sus ojos estaban hinchados — ¿Qué haces aquí? — apretó los labios, había sonado más grosero de lo que esperaba pero su madre no pareció notarlo.

Aidan a penas y sí se acordaba que tenía madre. Pensaba en su padre todo el tiempo, hacia llamadas y cada semana recibía un paquete lleno de sus postres favoritos hechos a mano, mismo que Dan devoraba porque el chico aún era incapaz de degustarlo sin sentir nauseas, ya podía comer, en pequeñas porciones pero podía comer, aunque no lo hacía por las razones correctas, no comía por hambre o por gusto. Comía porque así podía aparentar que estaba mejorando y librarse del doctor Stilinski por un rato. Por su parte tenía un mensaje automático el cual saludaba a su madre cortésmente cada día y tres mensajes después veía finalizada la charla.

Su tío apareció por la puerta y al igual que Aidan se congelo al ver a la mujer ahí parada, con una maleta en su hombro. A juzgar por su reacción el hombre no tenía idea alguna de la visita y eso le causo un inesperado alivio al muchacho, le sería imposible confiar en él otra vez si hubiese orquestado semejante trampa para hacerlo verse con la mujer.

— Eva — murmuro poniéndose al lado de su sobrino con cierto aire protector —, que sorpresa, ¿Qué haces aquí? 

— Solo quería ver a mi bebé — la mujer volvió a abrazarlo, posando sus mojados y fríos labios en su frente.

Los tres entraron y tras una leve charla de cortesía se sentaron en la misma pose rígida entre los sofás de la sala. Aidan quiso escabullirse e ir tras Dan, pero su madre no dejaba de tocarlo, abrazarlo y besarlo como si estuviera apunto de desvanecerse ante sus ojos, además de que Dan estaba en su siesta de belleza y si llegase a despertarlo lo siguiente que vería seria a los coros celestiales de los ángeles anunciando la segunda venida. Era mejor no despertar a su amigo y aún se sentía culpable por lo que estuvieron a punto de hacer. De solo pensarlo quería morirse de vergüenza.

— Realmente no esperaba verte — el doctor Stilinski coloco una serie de tazas de cerámica blanca y vertió el agua caliente al interior del recipiente, Evangeline levanto las cejas sorprendida por las insípidas tazas y su amigo se limito a encogerse de hombros —. Dan — dijo con desgana. Aquella fue toda la explicación que Evangeline pudo necesitar. El hombre dejo caer delicadamente tres capullos extraños y verdosos, mismos que empezaron a abrirse al contacto con el agua hirviendo, abriéndose las hojas secas de la flor. El té chino era el delirio de su madre que siempre encontraba adorable y hasta mágica la presentación, pero para Aidan fue como ver a una gruesa araña que, hecha un nudo, desplegaba amenazadoramente las patas peludas y filosas —, dime, Eve, ¿qué te trae por aquí? En esta época del año me extraña que te dieran permiso en el trabajo — eran meses festivos, meses festivos significan fiestas, fiestas sinónimo de reuniones de familia o amigos, reuniones de familia o amigos igual a peleas con traumas sin resolver.

Una época bastante buena para cualquiera que trabajase en el sector de la medicina clásica o la mental.
La mujer miro con ternura la flor de té mientras su amigo le vertía leche en la bebida, Aidan frunció el ceño, ¿Ella también? Estiro su insípida taza y pidió un poco de leche, solo para probar porqué a tantas personas eso le gustaba y a decir verdad tuvo que tragarse sus palabras. El té con leche era delicioso.

— Creí que seria bueno que viniera — dejo su taza en la mesita frente a ellos y apretó las manos de su hijo como si estuviesen en una entrevista y Hodge fuese el entrevistador —, pronto mi cabrita cumplirá 15 y pensaba que tu padre, y yo podríamos pasar tu cumpleaños juntos.

<<Juntos>> Aidan sintió que la leche se le cortaba en la garganta camino a su estomago. No supo porqué, pero le causo angustia volver a estar reunido con toda su familia. Pensándolo mejor, la ultima vez que estuvo con su familia, con TODA su familia terminaron suplicando por sus vidas mientras les apuntaban con un arma a la cabeza. Era entendible su malestar.

— ¿Y qué hay de Haza? ¿La dejaran sola? — se sintió angustiado de solo pensarlo. Su frágil hermana no podría soportarlo y si bien sería comprensiva, y fingiría una sonrisa Aidan sabía que terminaría llorando mientras abrazaba los recuerdos del horrible evento que los obligo a pasar cumpleaños separados.

— Bueno, es lo justo, ¿No? — Evangeline sonrío nerviosamente, clavándole las uñas en el brazo como una arpía, era un gesto que solía hacer cuando alguno de sus hijos hacía algo mal, también hacía la letra "D" en lenguaje de señas, una sutil indicación que debían ser discretos y que habría un castigo al llegar a la casa.

El chico arqueo una ceja, miro las manos de su madre, cerradas alrededor de su brazo como una trampa para osos que se debatía entre romperle el hueso o solo rasgarle las capas del piel hasta llegar a la carne y rasgarla también, luego la miro a ella, con ese mismo gesto de haber hecho algo mal. Evangeline le soltó el brazo de inmediato, avergonzada por su comportamiento. Dejo escapar una risita y le dio un abrazo lánguido mientras le acariciaba la cabeza como cuando era un niño pequeño, lo suficientemente adorable como para ponerle un trajecito de cordero.

— Gracias, pero no — dijo mientras se separaba del abrazo.

— ¿Por qué no? Debiste sentirte solo en tu cumpleaños 14 sin nosotros, ¿verdad? — hubo un leve brillo suplicante en sus ojos, una necesidad abrumadora de que dijese que sí, el chico supo el poder que tenían sus palabras, su madre lo amaba, era su varoncito e único hijo, a lo mejor y esperaba que él corriera a sus brazos dejando ir leves coritos de <<¡Mami, mamita!>> mientras lloraba en su regazo, pero sorprendentemente no se sentía así, de hecho, era incomodo tenerla tan cerca, casi sentía como si estuviera un sueño malo, no una pesadilla, pero si algo desagradable.

¿Por qué se sentía así? Aidan no tenía idea. Añoraba el calor que desprendía su padre cuando lo abrazaba, pero no a su madre.

La mirada de Evangeline siguió siendo una suplica silenciosa. El joven supo que solo podía dar una respuesta: "Sí"; era la única manera de hacerle sentir útil a su madre y aunque se sintiese incomodo no podía quitarle algo tan sagrado como lo era la sensación de ser necesitada por su único hijo. No podía ser tan cruel y decirle que le resultaba más fácil quererla cuando estaba a 15 horas de distancia. Pero no, debía abrazarla, enterrar su rostro en la curva de su cuello y sollozar como un niño pequeño, eso habría sido lo ideal, pero entre más lo pensaba se sentía menos capaz de hacerlo. Opto por algo menos emocional pero más orgánico.

Era De Noche (Novela Cristiana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora