29. Rox

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— Vaya, que elegante — exclamo Roxelana observando a su alrededor, Tony le dedico una sonrisa y dejo que el camarero los guiará hasta una sala privada, oculta del telón rojizo de una cortina de terciopelo, separado del comedor principal y de las bulliciosas charlas, y sonidos de cubiertos chocando entre sí, de hecho, a penas entraron la chica se dio cuenta de que era insonorizada — ¿Y qué celebramos? — pregunto con un gesto juguetón mientras recibía la carta que le ofrecía el camarero, sus ojos escudriñaron las letras y su estomago rugió ante el impronunciable nombre de un platillo, pero que según los ingredientes contenía pollo con una especie de salsa y el pollo con salsa siempre era delicioso.

Si bien su pareja no era tacaño y se podría decir que usualmente despilfarraba en gastos — sobre todo cuando se trataba de ella — le parecía extraña la situación, en especial si tomaba en cuenta lo celoso que Tony podía ser, a veces pensaba que un día la encerraría en su casa compartida y jamás la dejaría salir, ya comenzaba a ser insistente en que fuera del colegio a la casa y de la casa al colegio, las pocas veces en las que podía salir era cuando estaba ocupada sirviendo de esclava a Valerio y eso la irritaba, quería salir, disfrutar de su adolescencia pero el muchacho estaba seguro de que Roxelana era la presa perfecta para los degenerados de UML, quienes según él tenían predilección por secuestrar chicas hermosas. Fue incapaz de discernir que fue peor: que su novio excusara su estricto encierro con "seguridad" o saber que era el arquetipo perfecto para ser secuestrada por una secta tan repulsiva como UML. Pero nada de eso le importaba ahora, estaba en un lujoso restaurante, llevando un vestido que rojo que la hacía sentir como una especie de Jessica Rabbit pelinegra y Tony estaba bien peinado, en un traje elegante y bañado, una hazaña que no se veía todos los días e iba a sacar el mayor provecho posible.

— A ti — respondió Tony, acariciando brevemente la mano de su novia.

Roxelana levanto las cejas divertida.

— ¿A mí? — pronuncio en un susurro que oscilaba entre lo seductor y lo tierno.

— Sí — el muchacho tomo la mano de la chica y deposito un beso en sus nudillos —, a ti — Tony bajo la mirada un tanto avergonzado, antes de tomar la otra mano tan bien cuidada de Roxelana y colmarlas con besos —. Sé que te he descuidado estos meses, pero te prometo que lo hago por ti, por mí, por nosotros — volvió a estampar sus labios en la piel de la muchacha, algo que la hizo estremecerse ligeramente, pero trato de disimularlo un poco agitando exageradamente sus pestañas postizas.

— Lo sé, puchito, pero no te preocupes, lo entiendo — Roxelana se aseguro en hacer énfasis en la palabra "puchito" mientras hacia un ligero mohín tierno, aprendió con relativa rapidez que él adoraba cuando ella hablaba así, como una niña pequeña, no sabía si era algo psicológico (a veces pensaba en eso de los "machos alfas" pero luego recordaba que los alfas no existían más allá de las historias homosexuales que Valerio le forzaba a leer y seguían sin entender de dónde salía ese gusto peculiar de su novio) o simplemente un fetiche, pero parecía que a Tony le causaba una erección aquella fantasía de tener a alguien que poseer. 

Poseer. 

Cuando se mudo con él, tardo un poco en entender lo que quería Tony de ella, Tony no quería una novia, quería una muñeca perfecta que le diera sexo con cierta frecuencia. Esperaba que esa noche fuera diferente a las otras. En serio lo añoraba, no quería dejar de sentirse como una reina para que aquél sentimiento fuera reemplazado por el mismo sentimiento que la lleno cuando Anthony la forzó a quitarse la ropa interior el plena calle o la dejaría en medio de la nada en una ciudad desconocida la vez que hicieron un viaje por carretera.

Ambos se rieron nerviosamente ante el leve coqueteo, el aire estaba cargado a un sabor metálico — o quizás el sabor agrió venía de su labial rojo vampiro — y el sonido de sus respiraciones era lo único que se escuchaba en la sala privada.

— ¿Listos para ordenar? — pregunto el camarero con una sonrisa cortes.

Roxelana abrió su boca para ordenar, deseosa de probar aquél pollo con salsa peculiar, se imaginaba algo exquisito e inigualable que la haría retorcerse de placer de la misma manera en la que fingía hacerlo cuando Tony la "masturbaba" — aunque en realidad solo sabía dar dolorosos pellizcos y frotar su clítoris como si de una mancha que se debía borrar se tratara —, llevaba un par de años en constante régimen alimenticio y creyó que podría darse una noche libre por una vez.

— Quisiera...— pero las palabras quedaron sonando en el aire cuando Anthony se le adelanto. Su musculoso novio empezó a nombrar una serie de platillos y ella sonrío encantada al escucharlo pronunciar esas palabras tan extrañas, pero su sonrisa desaparecio cuando entusiasmada busco el nombre del plato que ordenaba para ella y descubrió que no era más que una insípida ensalada con algunos aderezos, en cambio para él pidió un generoso platillo de carne que el mero nombre le hizo rugir las tripas de hambre.

Suspiro inquieta y dejo la carta a un lado. Siguió en silencio mientras el camarero y su pareja intercambiaban palabras. No le consultó, pero prefería que fuera así, dado que ella siempre lamentaba su elección, ya sea por haber pedido postre o por no haberlo hecho. Lo mejor era dejar que Anthony decidiera por ella. La última vez que se aventuró a cometer el pecado capital de solicitar un postre — un ligero flan de fresa que dejaba mucho que desear —, tuvo que soportar las incómodas miradas mientras masticaba cada bocado. Tony no le esbozó una sonrisa hasta que se excusó, fingiendo estar demasiado "llena" para seguir comiendo. Así que dejó el postre a medio probar, aunque parecía delicioso, ni siquiera podía contemplar la idea de tragarlo; incluso ahora, sentía repulsión solo con pensarlo.

Mientras ambos hombres seguían charlando ella se dedico a mirar a su alrededor, admirando la decoración y suplicando a sus entrañas que dejaran de protestar. Era algo usual y no debería sentirse cohibida o menospreciada, ya debería estar acostumbrada, era normal que Tony pidiera por ella cosas que alimentaran pero no dieran mucho a cambio. <<Debes mantenerte bonita, como una princesita>> le había dicho el chico la primera vez que lo hizo, todo mientras sonreía acariciando su entonces corta barba, imitando esos cuadros de "hombres sabios" que yacían en los pasillos de la escuela para que fueran una inspiración para las futuras generaciones, pese a ello no había ni una sola mujer entre aquellos rostros constipados y ególatras de los cuadros. La fuerza de voluntad de Aidan para no comer había impresionado mucho a la joven que había crecido rodeada de mujeres en huelga de hambre permanente. Siempre que veía a esas chicas que de niñas eran regordetas y de repente tenía medio cuerpo menos y vivían a base de yogurt griego, verduras hervidas y agua con hielo se burlaba. Solía ​​pensar con orgullo para sí misma: < <A los hombres no les gustan tan delgadas> >, enalteciendo sus propias curvas. Sin embargo, ahora se encontraba en una situación similar. Triste ironía, quizás debería burlarse de los millonarios para que el universo se animara a darle una lección. A lo largo de los años, había sido testigo de la mengua de todas las amigas de su madre, quienes ofrecían una variedad de excusas para evitar las comidas — <<No tengo hambre>>, <<Me estoy desparasitando, pero en unos días podré volver a comer como loca>> —. Vivían bajo el peso de regímenes alimentarios, como si cargaran con una penitencia eterna. Su propia madre, por ejemplo, se limitaba a picotear la comida como si temiera un contraataque por parte de esta. Algo que no entendió hasta que estuvo en la misma situación.

Antes de conocer a su novio Roxelana era un tanto regordeta, tenía grandes senos y un exquisito trasero, si se veía de frente no se notaba nada raro, pero de perfil se revelaba una pequeña pancita por los parásitos que le abultaban el vientre, una papada y una ligera hilera de rollos que se armaban cuando se sentaba, pero desde que estaba con Tony sus clavículas se marcaron, su vientre se aplano y ahora sus senos parecían más grandes, y ligeramente desproporcionados para su cuerpo, lo mismo con su trasero y caderas cuyo tamaño menguo levemente a lo largo de los años. Una vez su chico la hizo purgarse, para ello el medicamento indicaba que no debía comer por un día, pero no era ni el medio día y ya comenzaba a sentirse mareada, termino por beber un batido de leche sin que Anthony se enterara, solo así dejo de escuchar colores.

Y cuando el medicamento no la desinflamo lo suficiente corrió como loco a una tienda naturista de donde saco una infusión de hierbas que le hizo arder hasta la conciencia, era tan amarga que casi se vomita, pero le fue imposible vomitar cuando los grandes brazos de Tony la rodearon y la incitaron a continuar. La garganta le quedo ardiendo por una hora y el sabor permaneció en su boca por casi un día, incluso aunque se lavo los dientes tres veces aquél sabor pastoso no la abandono. Ahora se purgaba una vez cada dos semanas, bebía aquellos insípidos tés que desinflamaban y comía dos veces al día lo que Tony le daba, que más que comida eran suplementos alimenticios que la mantenían viva y verduras verdes que le provocaban nauseas, a veces deseaba negarse pero no podía protestar porque vivía gratis en su casa y de cierto modo Tony la cuidaba, tenían una diferencia de tan solo tres meses pero Anthony actuaba a veces más como un padre que como un novio, pero Roxelana aún no sabía si aquello le disgustaba o no. Lo que si le gustaba era la vida que llevaban: el día en que Roxelana accedió a mudarse con Tony él le juró que viviría como "una princesa" y cumplió su palabra con creces; no la dejaba trabajar — aunque a veces ella sospechaba que era una sutil forma de controlarla y de sentirse como el "proveedor" de la casa —, le daba dinero para ir al salón de belleza dos veces por semana, le construyo un tocador que abarcaba la mitad de la habitación y que él mismo surtió con maquillaje de la mejor calidad, perfumes costosos y joyas por las cuales cualquier chica de su edad tan solo podría soñar; también desocupo una habitación entera de la casa y la modifico para convertirla en un armario gigante que religiosamente se rellenaba con nuevas prendas, zapatos y una jugosa colección de lencería que Roxelana desfilaba para él; eso sin contar que la joven no movía ni un solo dedo en suplir las labores domesticas de la casa, no porque no supiera cocinar o limpiar — de hecho era muy buena cocinando y a menudo se abarrotaba de comida cuando Tony no estaba, pero usaba su dinero para el salón de belleza en comprar lo que quería comer, aprendió a las malas que su novio solía revisar meticulosamente cada alacena y parte del refrigerador, y le era menos estresante comprar alimentos, y deshacerse de la evidencia mientras el chico estaba fuera por trabajo — sino porque él se negaba a dejar que sus lindas manos se dañaran, por ello contrato a una asistenta que de igual manera la hacía beber esos jugos verdes que tanto mal causaban a la humanidad.

No hablaba a menudo con ella, suponía que al igual que todos en su vida no veían más allá de sus enormes tetas, pero le daba igual, las pocas veces que hablaba con ella le contaba cosas sin sentido que luego la mujer le contaba a Tony y su novio regresaba preocupado por las alarmantes historias que escuchaba.

Le gustaba inventar historias de si misma, nuevas facetas que descubrir, aún le causaba gracia el rostro de Aidan cuando le conto su "historia", era demasiado crédulo, ¿Quién carajos le contaría sus traumas a un desconocido? Ella por lo menos no, que siguiera llorando todo lo que quisiera, al diablo, se llevaría a la tumba su historia y sus traumas. 

Le gustaba ser un lienzo en blanco, una historia por descubrir. Añoraba encontrar algún día a un chico que mirará más allá de sus grandes senos naturales y decidiera investigar más, que escudriñara su vida, pero no para meterse en sus bragas, sino para conocerla, conocerla por completo, conocerla a ella.

A veces pensaba que para Tony no era una persona, sino una muñeca y en cierto modo ese pensamiento le agradaba, la hacía sentir ligera, como si un peso cayera de sus hombros, saber que no tenía que pensar en nada porque había alguien que pensaría por ella era un tanto gratificante, de esa manera si cometía un error no sería su error, sería el error de él, no suyo, de él. Aunque a decir verdad esa clase de comportamiento no le era extraño, desde niña todos tomaban decisiones por ella.

Fue por eso que le sorprendió la actitud Aidan, estaba tan acostumbrada a que otros tomaran decisiones por ella que fue extraño cuando el chico comenzó a hablar con ella, con ella, no con Tony, con ella. Su trabajo era ser una decoración, una tímida muñeca que permaneciera mirando el suelo coquetamente mientras los eventos se desarrollaban a su alrededor, pero en medio de la muchedumbre dos ojos celestes llenos de tristeza la encontraron y parecían dispuestos a conocerla. Sospechaba que podría hacerle lo que quisiera y con un par de palabras podría hacerlo olvidar todo. No podía esperar para ver si su hipótesis era cierta.

— ¿Y bien? — dijo el camarero terminando de anotar los platillos — ¿Desean postre? — esta vez Roxelana ni siquiera intento responder, solo se limito a suspirar mientras Tony pedía algo delicioso para él y para ella una botella de agua.

El camarero se fue y Tony regreso a mirarla con ojos brillando, pero no por hambre, sino por algo más. Supo lo que su novio deseaba en el momento en que sus manos subieron de su rodillas hasta sus muslos y luego a su cálida entrepierna.

Se miraron mientras ella se quedaba quieta y las manos de él surcaban las fronteras de la tela.

Ninguno de los dos dijo nada.

Era De Noche (Novela Cristiana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora