Los ojos de Tyline fueron como los de león viendo a su presa mientras recorría la figura delgada de Aidan en su mente. Aún no se decidía qué le gustaba más. Si su pequeña cintura, su cuello largo siempre cubierto por algo, sus manos delicadas, sus ojos celestes, sus labios carnosos abiertos y llenos de cortes por posibles mordidas nerviosas o por defecto sus muñecas maceradas; había comenzado a gustarle sobre todo esa parte de su amigo de reparto, aún no sabía si por la cicatrices en sí o por el sonido armonioso de las pulseras, <<Ding, ding, dong>> sonaban casi como diminutas campanas danzando entre sí o cientos de cristales rompiéndose en una cascada armoniosa. Si bien le era imposible aún definir qué parte del muchacho tormentoso que mantenía a su ególatra jefe tranquilo le gustaba más no tenía prisa por decidirlo, en su lugar se dedico a observarlo con atención, a guardar cada expresión más allá del dolor que le pudo sacar. Gravarlas en su mente como pinceladas fantasmas de un cuadro sin terminar, uniendo poco a poco los trazos en un intento de darle sentido a la imagen, pero por más que uniera las líneas y definiera las formas seguía sin hallarle sentido alguno a la imagen que tenía del muchacho, pero ¿Qué había por entender? Era solo un depresivo joven violado y torturado psicológicamente por la ingrata sociedad que parece estremecerse de placer cuando ponen en un pedestal a alguien que ha hecho tanto mal, y culpan a los afectados con la misma facilidad que respiran todos los días...¿O no? Eso era lo interesante, no solo debía estar pendiente de él por trabajo, había algo en él, algo en su mirada continuamente aterrada, en la forma nerviosa en la que se chupaba los labios o en el hecho que siempre vestía suéter con cuello de tortuga que despertaba en ella un cosquilleo de curiosidad y una pizca placer.
La muchacha se froto el rímel alrededor de los ojos hasta asegurarse de que quedara disperso el pigmento alrededor de los parpados. No lo hacía porque le gustase el estilo — parecía Effy Stonem después de una noche de fiesta — sino porque resaltaba, no lo hacía porque le gustase resaltar, simplemente le causaba cierto orgullo saber que incluso aunque no estuviera ahí las personas siempre la recordarían como "esa chica", la chica con los ojos maquillados como un panda, la chica que se negaba a usar cuchara y comía con la mano a la hora del recreo, la chica que siempre estaba despeinada, pasarían los años y sus compañeros de clase les hablarían a sus hijos — pero en especial a sus hijas — sobre la extraña compañera de clase con maquillaje tan peculiar — se imaginaba a un tipo gordo bebiendo una cerveza y aconsejando a su pequeña hija de tres años que no fuese como su antigua compañera, mientras suspiraba frustrado por no habérsela follado —, incluso sabía que personas que solo la verían una vez en la vida quedarían con el vivo recuerdo de sus ojos saltones rodeados por manchas de rímel y purpurina ¿Era una mala forma de ser recordada? Quizás, pero era mejor que ser olvidada.
Tyline tomo la comida de sus perros y las coloco en su tazas, Raf empujo a Sulfus y emitió un gruñido mientras movía animadamente la cola.
— Raf y Sulfus — susurro, mientras acariciaba la cabeza de Sulfus —, que nombres tan patéticos — ambos perros emitieron ladridos como si estuvieran de acuerdo y siguieron agitando sus colas con emoción. La chica dejo la comida para perros en un estante y miro sus enormes ojos brillantes —. Ahora — dijo con lentitud y a penas la ultima silaba de la palara abandono su boca los animales se abalanzaron sobre sus platos de comida devorando los hígados y mollejas de pollo debajo de las croquetas.
Tyline sonrío satisfecha, irónicamente le fue más difícil entrenar a Raf que a Sulfus, pero ahora ambos podían acatar ordenes a la perfección, llegaron a ella cuando no medían más que la palma de su mano y ahora le llegaban más arriba de la cintura, fácilmente un perro como ellos podría matar a alguien del doble de su tamaño y ese pensamiento la alegro. Abandono a sus perros mientras comían y se volvió a echar sobre la cama desordenada, llevaba casi seis meses sin tenderla y ya había olvidado cómo se veía cuando estaba arreglada, lo mismo con todo el departamento en general, mismo que estaba lleno de bolsas de comida rápida, restos de comida y demás, se sentía orgullosa de jamás haber permitido que sus peludos compañeros de casa defecaran adentro, pero de resto poco y nada le importaba. Siempre que Tyline escuchaba que "las niñas son más limpias por naturaleza" se echaba a reír, su apartamento parecía una zona de guerra y eso poco y nada le importaba.
No lo sentía cómo su casa.
Creyó que una vez viviera sola podría sentirse mejor, lejos de sus asfixiantes tutores legales que no dejaban de respirarle en la nuca e intentar llevarla a los tribunales, pero seguía sintiéndose incomoda, podía hacer lo que quisiera, pasearse desnuda se convirtió en lo habitual y llenar su delgaducho cuerpo con comida chatarra se convirtió en la ley, pese a ello seguía sintiéndose abrumada, aquellas paredes, aquella cama desordenada y llena de migajas, los pasillos llenos de envoltorios, incluso el sofá donde usualmente dormía porque odiaba la soledad de su inmensa cama, nada se sentía como suyo, era suyo, pero no realmente suyo. La mayoría de las cosas que llenaban su casa las obtuvo por medio de donaciones o regalos — si su país tenía una ventaja era sin duda que las personas abundaban en amabilidad cuando de inmigrantes se trataba o al menos eran amables con los blancos adorables como la señora que le había regalado la cama la describió, demasiado tierna para vivir sola, según ella, acto seguido le mostro una foto de su nieto — pero a pesar de los años no las sentía como suyas, una parte de ella esperaba que una jauría de personas un día rompieran su puerta y se llevaran todo, dejándola sentada en medio de una vacía sala con sus perros a su lado, sin saber cómo vivir o sobrevivir.
Continuamente se encontró a si misma fantaseando con "una casa", pero no cualquier casa, sino SU casa. No quería la porquería minimalista o moderna que se veía en los programas de televisión de los famosos, tampoco una casa con 200 habitaciones cuando no podría llenar ni una sola. Solo quería una casita, acogedora, quizás en medio de la nada rodeada por acres y montañas, una casa donde pudiera leer tranquilamente, donde pudiera jugar con Raf y Sulfus sin temer incomodar a los vecinos, una donde pudiera llenarla de plantas y caminar descalza sin problemas, pero sobre todo una casa donde pudiera respirar, saber que al llegar al marco de la puerta de entrada todos sus problemas se quedaban ahí y ella podría entrar en completa paz y tranquilidad. Un lugar donde se sintiera segura. Amada. Feliz. Donde pudiera respirar, solo respirar.
Pensaba mucho en eso, en su hogar soñado e inevitablemente mientras se imaginaba sentada en una acogedora sala, rodeada por Raf y Sulfus junto a sus sucesores — unas bolitas de pelo que mordían con la pasión de mil soles — acababa por imaginar unos brazos incitándola a acurrucarse entre ellos. Eso la mareaba. No porque le disgustara el pensamiento, por el contrario, cuando pensaba en ello una sensación tan abrumadora la invadía que se le secaba la garganta y solo quería clavarse el cuchillo oxidado lleno de requesón mohoso entre las danzarinas venas verdes, y azules. Debía ser realista, ¿Quién podría amarla? Era delgada como un alambre, escuálida y su cuerpo se negó a crecer más allá de los 12 años, a veces se miraba al espejo y veía un millón de problemas más: su cabeza era demasiado grande para su cuerpo, sus ojos saltones como de un sapo, una hendidura permanente en la mandíbula — que si hubiese sido hombre le quedaría de maravilla pero como era mujer la hacía ver más desnutrida —, manos huesudas pero dedos pequeños como los de un bebé, busto plano, sin a penas cintura y unas caderas tan estrechas que parecían a punto de colisionar entre ellas.
A veces Tyline se pregunta si habrá algún hombre que la pueda amar con tan pocas curvas que apreciar.
A menudo encontraba consuelo en el hecho de las múltiples parafilias sexuales que abundaban en el mundo y llegaba a la conclusión de que en alguna parte, quizás en el pozo más recóndito de la patagonia o en un psiquiátrico para enfermos sexuales habría algún degenerado que en sus ojos encontrase en Tyline el máximo símbolo de belleza que ella misma se negaba a aceptar.
Ella por su parte ya tenía en claro aquello que le gustaba. Usualmente no pensaba a nadie mientras se tocaba o usaba su extensa colección de juguetes sexuales — cortesía de Valerio que se los regalo tras interpretar a una prostituta en una de sus tantas películas y mismos que siempre permanecían limpios en el único rincón de la casa sin basura por doquier — pero últimamente terminaba solo al pensar en Aidan recostado en sus piernas, obedeciendo cada una de sus ordenes.
Le gustaba algo de Aidan o quizás le gustaba Aidan, le era difícil saberlo. A lo mejor y esos sentimientos tan extraños que la embriagaban era por lo escalofriante de la situación del muchacho, había cierta ironía divertida en ambas historias, casi tanto como el hecho de que ella vivía en constante huelga de hambre porque estaba demasiado deprimida para comer — aunque a veces simplemente se le olvidaba hacerlo — y por otro lado su compatriota se negaba a comer porque, bueno, Tyline no lo sabía con certeza, pero ya tenía sus sospechas. Fue por eso que en contra de su buen juicio ignoro las llamadas incesantes de Valerio exigiendo que reescribiera una escena porque "no había demasiada sangre" y decidió ir a verlo. Esquivo el revoltijo de teteras viejas, papeles con guiones e ideas descartadas y latas de galletas. No pudo encontrar ropa interior limpia, por lo que tuvo que llevarse las bragas húmedas recién sacadas de la lavadora, posiblemente le dieran fuertes cólicos pero no le importaba lo suficiente, era eso o ponerse las mismas bragas de esa mañana — tenía la mala costumbre de no usar ropa en su casa, pero usaba ropa interior a la hora de cocinar, algo que provoco que terminara derramando jugo de uva en sus bragas, dejándolas pegajosas aunque con un aroma frutal de lo más agradable — y para evitar que se pudiese notar se coloco una camisa ancha tan grande que fácilmente podrían caber Raf y Sulfus adentro también, le llegaba hasta los muslos, pero no dudo en ponerse unos pantalones holgados debajo, lo que menos quería era que el inoportuno viento hiciera de las suyas y dejara al descubierto su descuido.
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Era De Noche (Novela Cristiana)
Mystery / ThrillerEsta es la historia de un chico, quizás haya una chica involucrada o quizás otro chico este involucrado en esta historia, pero no será como ustedes piensan o desean, porque no, esto no es una historia de amor. Esta es la historia de un chico cuyo co...