Jueguemos al doctor mientras mami y papi no están

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Aidan nació una cálida mañana de sábado, acompañado por el berrido de su hermana melliza que protestaba todo pulmón haber sido traída al mundo en contra de sus deseos. Aidan no lloró, no como Haza quien parecía escupir maldiciones a diestra y siniestra, él solo miraba a su alrededor y cuando sus pequeños ojitos de en ese entonces gris se encontraron con los de su madre supo que todo estaría bien, y volvió a dormir. Evangeline siempre contaba que al nacer Aidan parecía que cantaba, no lloraba solo emitía leves balbuceos sin entender muy bien el motivo por el cual estaba en tan extraño lugar, a los pocos minutos se quedo dormido y permaneció tranquilo todo el tiempo, lo contrario de Haza que no solo grito, vomito sobre una enfermera durante su primera comida y para completar decidió que la leche materna era un asco, y prefería tomar de la formula, pero no cualquier formula, la bebé tenía gustos caros y debía ser de cierta marca o si no pasaría el resto de la semana llorando. Con el tiempo los papeles parecieron invertirse, Haza comenzaba a ser tranquila y obediente mientras que Aidan disfrutaba de cometer inocentes travesuras molestas, como en ese día.

Owen contemplo con desahucio la mantequilla casera que tan gentilmente Günther le había regalado esparramada sobre el suelo, el comedor, las paredes del pasillo y la bebé, con el pequeño artista de cabello negro al lado de su obra de arte, terminando de embarrar la pared al lado del refrigerador, como si fuera poco el diminuto ser humano que Dios le había enviado lo miro con una sonrisa y los dedos llenos de mantequilla, suspirando orgulloso como si aquél acto fuera algo necesario para avanzar como sociedad.

— ¿Qué...qué hiciste, cabrita loca? — pregunto el hombre dejando las cesta de ropa limpia sobre el mueble, sin notar que las viscosas manos destructivas de su hijo también lo había embarrado, ensuciando la ropa recién lavada.

Solo fueron necesarios cinco minutos en los que el hombre fue a recoger la ropa del tendedero y doblarla para que su único hijo hiciera fiestas, y siniestras en soledad. Owen intento limpiar la ropa nuevamente sucia con su delantal, pero rápidamente la dejo caer para correr y tomar a su bebé, cuyos crespos estaban tiesos por la mantequilla untada en su pelo.

— Mi pobre bebé — la pequeña morena miraba a su papá con esos enormes ojos chocolates que ambos compartían, la bebé no entendía lo que pasaba y solo se tocaba las mejillas embarradas de mantequilla, queriendo quitarse lo que fuera que cubriera su piel, al estar en los brazos de su papá la niña consentida empezó a llorar, dando asi a conocer su gran incomodidad por estar cubierta por esa viscosidad. Sin perder el tiempo el hombre llevo a la niña al lavaplatos y abriendo la llave con una mano comenzó a desvestirla con la otra, encontrándose con que su pañal también estaba lleno de mantequilla y algo más — ¡Aidan! ¿Qué rayos fue lo que hiciste? — pregunto el hombre humedeciendo sus manos y pasándolas por el rostro de la lloriqueante infante, que se retorcía angustiada por no entender lo que pasaba.

— No hice nada malo — se quejo el niño, recostado su cabeza en la pierna de su padre, intentando captar su atención —, solo quería ver si brillaba — pero el hombre solo pudo intentar mantener la compostura mientras limpiaba a su bebé, a la vez que sentía como el pegajoso cabello lleno de mantequilla de su hijo ensuciaba su pantalón favorito. 

Owen dedico el resto de la mañana a limpiar ese desastre, llevo a la victima y victimario a tomar un baño con agua tibia, pero fue necesario un tarro entero de shampoo para librar los rizos de Aidan de la viscosa mantequilla. El pequeño niño de ojos del color del cielo mecía sus piernas de un lado a otro, mirando con determinación la hoja que apuñalaba con sus crayones de colores, por el rabillo del ojo observaba a su padre limpiar con un trapo lleno de jabón las paredes y con trapeador el suelo, el niño bufo molesto, había dedicado tiempo preciado de dirversión en ello para que su padre en un instante lo arruinara, todavía bufando vio a su padre molesto volver a poner toda la ropa en la lavadora y comenzar a lavar a mano la ropa de la bebé, misma que colgaba de su espalda. El niño decidió que ya había dibujado lo suficiente y sin un ápice de vergüenza camino hasta su padre, lo miro a los ojos y dijo:

Era De Noche (Novela Cristiana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora