15. Prepago

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— ¿Estás listo para hablar, Pinocho? — el doctor Stilinski estaba enojado, demasiado.

Aidan se encogió entre las mantas y sábanas de su cama, siempre había pensado que el doctor Stilinski y su madre eran muy parecidos, muchos bromeaba con que eran hermanos, incluso que el doctor era la versión masculina y menos extremista de Evangeline, pero allí, sentado de piernas cruzadas, con ese gesto de "voy a matarte" en su rostro Aidan comprendió que decir que eran parecidos resultaba un eufemismo, de hecho le sorprendió que el doctor Stilinski no tuviera una correa de cuero o un zapato de suela gruesa en una de sus manos, esa solía ser el arma predilecta de su madre, cada golpe era estar más cerca de la muerte y las marcas duraban semanas, incluso meses, un pequeño recordatorio de lo que pasaba cuando no hacías feliz a Evangeline Fierro Morales.

— ¿Y bien? — pregunto el hombre, levantando una de sus frondosas pero elegantes cejas.

El joven muchacho volvió a fundirse en las sábanas, estaba seguro de que sería golpeado, el problema es que ya no era tan fuerte como antes, Aidan tenía la certeza de que su flacura no soportaría alguna de esas armas letales. Un solo golpe lo mataría. El doctor Stilinski apretó los labios y frunció el ceño, el hombre estaba llegando al límite de su paciencia, nunca en sus años de carrera había tenido a un paciente tan problemático capaz de hacerle sentir tal angustia con sus imprudentes acciones, tal vez influía el hecho de ser una persona tan querida como lo era Aidan para él, era su sobrino, su familia, si algún otro paciente hubiera hecho las mismas cosas solo se limitaría a preocuparse un poco y a asentir mientras anotaba algunas cosas en su libreta, pero con Aidan era imposible limitarse a ello, quería abrirle la cabeza y entender que pasaba por aquél cerebro en crecimiento, entender qué rayos estaba pensando cuando hizo tales cosas.

— ¿Y bien? — repitió, está vez bajando la voz varios tonos, volviéndose más amenazante.

Aidan apartó la mirada, contemplando los bordados en la manta de lana. Incluso si quisiera responder no podría hacerlo, no recordaba mucho de la noche anterior, solo estar platicando con Valerio y su pandilla, lo siguiente que sabía era que estaba en su cama, cubierto por dos pares de sábanas y unas mantas, su cabello estaba húmedo y se pegaba con pasión a sus mejillas hundidas, llevaba una pijama de manga larga y pantalón largo, con unas medias de lana tan gruesas como su cuello, mismo que estaba cubierto por una bufanda de colores arcoiris. Incluso si su vida no estuviera bajo amenaza de muerte Aidan no podría responder, pero ¿Cómo explicarle eso a un hombre que parecía dispuesto a encerrarlo en la última habitación de la torre más alta del mundo?

— ¿Lo siento? — fue lo único a lo que atinó a responder, supo de inmediato que esa no era la respuesta que el hombre buscaba.

— ¿Lo sientes? Ay, que bueno, me alegra que lo sientas, eso le diré a la policía y los paramédicos que hice venir a las dos de la mañana para intentar encontrarte, eso sin mencionar el montón de plata que me toca pagar ahora por los recursos invertidos en un equipo de búsqueda y rescate, pero lo importante es que el muchachito lo siente — el doctor Stilinski nunca era sarcástico con él, era un hábito horrible, el propio doctor intentaba reprimir dicho hábito, como un profesional de la salud mental no podía darse el lujo de ser cruel o decir cosas que pudieran dejarse a una interpretación equivocada, puede que no fuera un enfermero o doctor clínico, pero ciertamente la vida de muchas personas dependían de él, la vida de ese niño sentado en la cama de la habitación de invitados dependía de él —. Tienes exactamente tres segundos para explicarme la razón, el motivo y la circunstancia por la cual has decidido desaparecer de la seguridad de tu morada a la medianoche, y reaparecer con labial por toda tu delicada faz, desprendiendo una fragancia similar al cáñamo Índico, con tu escaso y escuálido vientre infestado por heridas cortopunzantes ¡Y SIENDO TRAÍDO POR UN HIJUEPUTA DESCONOCIDO BORRACHO EN UNA MOTOCICLETA!!! — sus palabras fueron más crueles de lo que pretendía, no quería gritar pero la sensación de angustia aún no lo había abandonado del todo, eso sumado a su falta de sueño lo había puesto de malas, quizás como era terapeuta debería regular mejor sus emociones, pero era humano, él también tenía sus problemas y angustias. Despertarse esa madrugada preso por el insomnio ya era malo, ir a revisar la habitación de su sobrino con una taza de chocolate caliente, prediciendo que (como siempre) también tendría problemas para dormir y encontrarse con una cama vacía fue terrible. Miles de pensamientos abarcaron su mente y antes de que pudiera controlarse ya estaba gritando a todo pulmón el nombre del niño, temiendo al abrir cada habitación que allí yaciera su cuerpo sin vida. El doctor Stilinski se limpió unas fugaces lágrimas, no quería que el niño lo viera llorar, sabía lo que Aidan pensaba de él: el joven muchacho creía erróneamente que era indestructible, olvidaba que él también era un humano, una persona con sentimientos y temores, una persona con sus propios problemas; puede que su apariencia contribuyera con dicha idea; serio, inteligente y frío, incluso un poco tozco, pero en el fondo sólo quería dejar a un lado ese porte profesional y abrazar al pequeño joven frente a él, solo abrazarlo, que él supiera que todo estaría bien. Lo más ético hubiera sido que un psiquiatra no relacionado emocionalmente fuera quien tratará al desvalido muchacho, pero Aidan se negaba a hablar con cualquiera, no confiaba en los hombres y comenzaba a resentir a las mujeres, sobre todo porque muchas de ellas invalidaron lo sucedido, diciendo que un hombre "no podía ser violado", sin más remedio el doctor Stilinski tomó a Aidan bajo su lecho, pero ahora se arrepentía, el niño se le estaba saliendo de las manos y jamás se perdonaría si algo llegaba a pasarle bajo su cuidado. El doctor Stilinski hizo una nota mental, acariciando su dedo pulgar contra la uña de su dedo índice, memoria dactilar, más tarde llamaría a Tricia, una de los colegas experta en casos de abuso sexual, a lo mejor ella sabía de un lugar donde podría internar al pequeño bajo su cuidado, no lo dejaría solo, pediría un traslado a la clínica de ser necesario, solo necesitaba apoyo, alguien más con quien repartir la carga emocional con la cual ya no podía lidiar, al menos no solo —. Es que...¡No comprendo, Aidan! ¡Tú no eres así! ¿Desde cuándo tomas licor? ¿Desde cuándo te drogas? ¿¡Y DESDE CUANDO TE JUNTAS CON BORRACHOS MOTOCICLISTAS!? — el hombre parpadeó un par de veces, ocultando las lágrimas que cruelmente amenazaban con salir.

Era De Noche (Novela Cristiana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora