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Repentinamente pudo sentir el golpe frío que recorría todo su cuerpo e hizo que despertara de la inconsciencia. Sus ojos parpadeaban acostumbrándose a la intensa luz blanca.

Sintió un punzante dolor en uno de sus brazos, e intentó tocarse para evitar el dolor, pero lo único que consiguió fue darse cuenta que se encontraba sujeto con una soga que lo tenía completamente inmovilizado sobre la incómoda silla.

No reconocía el lugar donde se encontraba. Había olvidado lo que pasó después de la fiesta, hasta que un haz de luz atravesó su cabeza y un sin fin de recuerdos llegaron a su mente.

—Por fin despiertas— una voz grave sacó al omega de sus pensamientos.

Levantó la vista lentamente para encontrarse con una mirada llena de ira y superioridad del Oyabun, y detrás de él pudo ver a varios de sus guardaespaldas.

El omega entró en pánico. ¡¿Cómo pudo ser tan tonto como para ser atrapado?! Definitivamente era hombre muerto.

El alfa comenzó a caminar lentamente alrededor del omega, el cual no le quitaba la mirada de encima. Quería estar atento a todos sus movimientos.

—Hagamos esto rápido— dijo el alfa hacía el omega. —Te haré una serie de preguntas y tú contestarás honestamente, ¿entendiste?

El omega solo miró de mala manera al alfa, lo que provocó que este empezará a esparcir sus feromonas.

—Pregunté si entendiste— espetó el hombre con más firmeza en su voz y furia en sus ojos.

El omega asintió rápidamente en forma de respuesta, lo que hizo que el alfa tuviera una pequeña sonrisa de satisfacción en su cara.

—Tu nombre, ¿cuál es tu nombre? —Formuló la primera pregunta.

El omega se mantuvo callado. El contrario estaba loco si creía que hablaría, primero muerto antes que eso.

Debido a la falta de respuesta, el alfa empezó a soltar muchas más feromonas causando que el omega empezará a moverse molesto en su lugar, pero aún así no cedió.

Se inclinó frente al omega y con sus largos dedos alzó su barbilla para que lo mirara a los ojos.

—¿No me escuchaste? —Insistió sin dejar de ver al omega con ira.

Aún así el omega se mantuvo firme ante el alfa sin soltar una palabra.

La paciencia del alfa estaba llegando a su límite —Bien, tú lo pediste— soltando un suspiro y se puso de pie.

El omega se alivió un poco, cuando de repente escuchó.

Dime tu nombre— la voz del alfa se escuchó como un trueno por toda la habitación.

El omega se aturdió, en sus ojos se podía ver el miedo, nunca nadie había usado la voz con él.

—Maldito ¡No te atrevas a usar tu asquerosa voz en mi!— soltó el omega con recelo.

El alfa ignoró sus palabras —Tu nombre, ahora— soltó con énfasis en las últimas palabras.

El omega no se pudo resistir ante tal orden, así que dijo. —A...Alek, ese es mi nombre.

El alfa sonrió en forma de triunfó, nadie podía huir de su voz y menos un omega. Nuevamente empezó a caminar lentamente soltando la siguiente pregunta —¿Para quién trabajas?

Haciendo una pausa continuó.

¿Quién te mandó a atacarme?

No hubo respuestas ante tales preguntas. El omega se resistía a contestarle, su cuerpo temblaba cada vez más, además de que no pensaba responder a nada más. Sabía lo efectiva que era la voz de los alfas, por lo que tenía que tener una gran fortaleza mental para imponerse ante ella.

Entre tus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora