Las punzadas en la parte baja de su espalda volvían a ser las primeras en aparecer antes de que el dolor se extendiera por todo su cuerpo. Comenzaban de una forma súbita, elevando el ritmo y la sensibilidad con cada segundo que pasaba, después, el dolor irradiaba hacia los alrededores de su piel y órganos.
No comprendía la razón, pero de alguna forma, tal dolor llegaba hasta sus huesos de una manera descontrolada, sintiendo una frialdad enorme para posteriormente percibir cómo sus huesos comenzaban a debilitarse, eran más frágiles, incluso creía que en cualquier momento se romperían en mil pedazos.
Apenas si podía mantener su respiración de manera moderada, tratando de no gastar energía que podría usar para calmar los horribles espasmos que atacaban sus músculos sin previo aviso. La parte central de su abdomen ardía como nunca, provocando reflujo sobre su tubo gástrico, y las náuseas no dejaban de presentarse.
Pero eso no era comparable con el dolor tan agudo y desesperante que se presentaba sobre su glándula de olor. Tanto así, que su exasperación la orillaba a querer arrancarse ella misma la glándula sobre su cuello.
Su alfa estaba angustiado, manteniendo alerta todos sus instintos -o lo que podía- en este tipo de circunstancias. Le era casi imposible ver o escuchar algo, toda su atención estaba en calmar el dolor corporal que la atacaba, sin hablar del desgaste mental que empezaba a ser cada vez más cansado; en algún momento su capacidad de razón se perdería por completo y su lobo no podría controlar su llanto ni su aflicción.
El tiempo para ella era relativo, no sabía cuántos días habían pasado desde que la capturaron, si era de día, de noche, o desde cuándo ha estado amarrada a esas cadenas que presionaban sus muñecas y tobillos con tanta fuerza que interrumpian el flujo de sangre a sus extremidades.
Los sonidos comenzaron a invadir sus oídos, era un ruido que ya conocía con exactitud, los pasos firmes sobre el metal que provenían desde el techo delataban su llegada. Lo hacía con la intención de molestarla, de hacerle saber que estaba aquí y que su vida dependía de las decisiones que él tomara.
Estaba al pendiente de ella. A los pocos minutos de despertar de su inconsciencia, el alfa se presentaba, jugando con su mente, haciendo que ella misma se lastimara al mover cada músculos con la esperanza de lograr algo con ello. Solo la dejaba sola después de administrarle el cálmate que hacía que se perdiera en gritos de agonía hasta que se desmayara del dolor.
Su lobo agudizó su olfato, desvaneciendo cualquier duda que tuviera con respecto al aroma que se dirigía hacia el sótano, la esencia del romero era cada vez mayor, estaba cargado de cierta acidez a la que ya estaba acostumbrada, pero aún así no dejaba de provocar cierto temblor en su cuerpo por el simple hecho de olerla.
Ese aroma que la hacía estremecerse, eran sin dudas las feromonas del alfa.
—Supuse que estarías despierta.
Su respiración se detuvo por un segundo, la voz resonaba por todo el lugar, haciendo que su lobo se removiera con disgusto y miedo, tratando de estar lo más alerta posible para manejar a otro alfa.
Si estuvieran en una situación de dominancias territoriales como normalmente lo hacían los alfas, en condiciones normales, Yoshio ganaría por mucho contra él, ya lo había hecho hace tiempo. Pero ahora, las cosas eran diferentes, ella apenas si podía mantener la razón, luchando contra sus instintos de huida y temor.
Los pasos eran cada vez más cercanos, hasta que pudo sentir su presencia a unos pocos centímetros de ella. Cerró los ojos con fuerza, no quería mirarlo, no quería ver al hombre que se encargaría de torturarla hasta que no pudiera más, hasta que pidiera por su vida como él lo deseaba.
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Entre tus manos
RandomAlek siempre a cumplido su trabajo de manera exitosa, ¿Pero que pasara cunado el líder de unos de los clanes mas poderosos de la mafia se atraviesa en su camino?