El pánico se había apoderado de él. Tanto que no podía mover ni un solo dedo. La opresión en su pecho era tan grande que dolía, las lágrimas se desbordaban por sus ojos teñidos de un color rojizo por el llanto, apenas si podía mantener una leve respiración mientras luchaba contra la sensación de vacío en todo su ser. Su mente no podía procesar todo lo que estaba ocurriendo en estos instantes, solo podía rogar por que terminara de una vez, que su tortura acabará de cualquier forma, no importaba cuál. Su agonía había sobrepasado todos los niveles, que lo único quería era que su vida acabara en esos instantes.
—Solo termina con esto— no paraba de repetirse mentalmente aquellas palabras.
Sus fuerzas se habían ido por completo al igual que su voz, su garganta estaba tan lastimada por los constantes gritos que anteriormente habían salido de él.
—Que acabe ya, por favor— no paraba de rogar una y otra vez.
Unos instantes después sintió una sensación enorme de miedo, se había detenido por fin. Pero eso no le dió más esperanzas que antes, lo presentía, y sabía que lo que venía no iba ser bueno, pero no podía hacer nada, solo le quedaba la resignación.
Su lobo interior temblaba sin reservas, estaba aterrado, no quería. Sin duda eso sería peor que la muerte, sintió como se acercaba cada vez más, cómo era doblegado por el alfa, cada vez acercándose más y más hasta llegar a esa parte, esa que es tan importante para todos los de su estirpe.
—Alejate— intentó gritar, pero fue en vano.
Tenía que hacer algo antes de que fuera el fin.
—Muévete— se obligó a sí mismo, pero ninguno de sus músculos reaccionaba.
Pudo sentir sobre su piel como esas cosas afiladas se posaban sobre él, cómo su lobo chillaba de la desesperación, tenía que hacer algo ahora.
—Hazlo— intentó moverse, pero cuando se levantó apenas unos centímetros se ejerció todo el peso de su cuerpo sobre él acorralándolo nuevamente.
Su respiración empezó a ser cada vez más frenética, había llegado a su límite. No le pasará esto a él, no sería humillado, no de esta forma.
—Si quieres vivir entonces levántate— fue lo último que repitió en su cabeza antes de que con todas las fuerzas que le quedaban empujó tan fuerte hasta que la otra persona cayó tras él.
Giró rápidamente para poder correr, pero el fuerte agarre de su pierna hizo que cayera al suelo. Intentó levantarse pero no se lo permitía, tiró golpes al aire para intentar alejarlo, pero el otro también empezó a atacar logrando darle un golpe en el estómago haciendo que se doblará de dolor y cayera de espaldas al piso.
Ya no sabía qué hacer en esos momentos, el dolor era tan inmenso que ardía, sentía que se quemaba por dentro, sería consumido minuto a minuto hasta que no quedara nada de él.
Algo llamó su atención, dirigió su vista hacia donde se localizaba el objeto y sus esperanzas volvieron a crecer en él. Estiró su mano lo más que pudo, logró tomarlo con la punta de los dedos, lo acercó a él para después tomarlo firmemente entre sus manos, solo tenía un oportunidad y está vez no fallaría.
No supo de dónde sacó las fuerzas para hacerlo, pero en el momento en que volvió a sentir que se acercaba a él, giró muy rápido. Alzó el pedazo de vidrio roto que había tomado anteriormente para después enterrarlo sobre la piel y deslizarlo hasta que una parte del vidrio se rompió dejándolo incrustado cerca de la ceja del rival mientras la otra parte era sostenida en sus manos.
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Entre tus manos
CasualeAlek siempre a cumplido su trabajo de manera exitosa, ¿Pero que pasara cunado el líder de unos de los clanes mas poderosos de la mafia se atraviesa en su camino?