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La sensación de ardor se presentó con mayor frecuencia, el dolor disminuyó por un tiempo, más no tardó en volver, y está vez, con más fuerza.

Su lobo estaba aún peor, no respondía ante él, estaba a la deriva, como si estuviera perdido y no pudiera encontrar el camino de regreso.

¿Pero regresar a dónde?

No sabía que tenía que hacer ni a dónde ir, no parecía que alguien lo intentara encontrar, no había señal alguna a su alrededor.

Sus ojos recorrieron el inmenso territorio a su entorno, verificando la ausencia de otro ser. Observó con detenimiento hacia todos lados, era todo de color negro, sin señal de que esxixteria algo más que él, caminó por un rato pero no tardó mucho en volver al mismo lugar donde comenzó.

Decidió quedarse quieto, aguardando que sucediera lo que tuviera que pasar, pero los minutos se convirtieron en horas y nada pasó, seguía justo allí.

Cerró los ojos que tanto le pesaban, dejando que descansaran por un tiempo antes de volver a abrirlos. Sus sentidos comenzaron a bloquearse uno por uno; ya no podía escuchar nada, ni siquiera el sonido de su respiración, su olfato no percibía ningún aroma, el tacto lo perdió por completo y su papilas no detectaron el sabor metálico de la sangre cuando se mordió la lengua.

El sueño comenzó a ganarle, sus párpados pesaban tanto que le era casi imposible abrirlos, intentó de muchas maneras, sobre todo cuando su garganta detuvo el flujo de aire que entraba a sus pulmones. Empezó a jalar aire con la boca, desesperado por qué su respiración se regulara; comenzó a agitar las manos, llevándolas a su cuello para tratar de abrir su vía respiratoria.

Estaba a punto de perder la conciencia cuando un dolor intenso golpeó su nuca irradiando el dolor hacia su cuello, en dónde se encontraba su glándula de olor.

Todos sus instintos volvieron de inmediato, su lobo comenzaba a despertar, sus impulsos de alfa. La corriente eléctrica recorrió todos su nervios en pocos segundos, llenando su cuerpo de una incomparable necesidad de moverse.

En pocos instantes, sus parados lograron abrirse, su visión fue más extensa, alcanzado una longitud mayor, mirando con detenimiento el punto rojo que flotaban frente a él.

Levantó su mano, estirando los dedos mientras debatía mentalmente si debía o no tocar el extremo del lazo rojo. Cuando sus yemas rozaron el borde, una sensación de calidez y anhelo lo atrapó, su lobo se removía con felicidad, al igual que su alfa comenzaba a recuperar sus sentidos uno a uno.

El lazo se envolvió entre sus dedos, bajando por su palma para terminar de enredarse en su muñeca, dejando un brillo rojizo intenso mientras recorría la longitud de su mano.

Sus ojos siguieron la trayectoria del lazo, pero este no tenía un fin que pudiera visualizar, se levantó del suelo, dejando que sus piernas tambaleantes lo guiaran hacia el final de dicho lazo. Caminó por unos minutos, pero no parecía que estuviera avanzando en lo absoluto, dio media vuelta, mirando la gran cantidad de longitud que había recorrido.

Continuó andando, pero está vez, pudo notar como el brillo en su mano se intensificaban con cada paso que daba. Al volver la vista hacia el camino, una luz pequeña se presentó, era brillante, de un color dorado blanquecino; no dejaba de parpadear constantemente.

Su alfa se removió, apresurando su paso, ansioso por llegar hacia donde se encontraba dicha luz. No comprendía el por qué, pero él mismo tenía la necesidad de llegar lo más pronto posible, esperando encontrar a cierta persona que no recordaba con claridad, pero tenía unas enormes ganas de ver.

Entre tus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora