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La sangre salpicó por todo los lugares debido al corte tan fuerte e intenso, sin contar que la zona del cuello era abundante en vascularización, por lo tanto, la sangre no dejaría de salir por un buen rato.

Su respiración estaba detenida por completo, sus ojos se agrandaron lo más que pudieron al ver tal escena, era realmente impactante.

Hace solo unos segundos pensó que sería golpeado por el alfa, pero ahora era el mismo alfa se encontraba muerto ante sus ojos, con el cuerpo desprovisto de cabeza, mientras él mismo estaba cubierto de sangre por la desgarradora muerte.

Ninguno de los presentes se esperaba esto, simplemente un castigo adecuado a la falta. Incluso algunos creían que se le cortaría el dedo meñique al alfa y lo expulsarían del Clan, pero las cosas dieron un giro inesperado.

Los omegas presentes comenzaron temblar de miedo, nunca habían visto nada parecido, sus labores estaban relacionadas con el cuidado interno del Clan, jamás externo. Esto era algo nuevo y aterrador para algunos.

Todos los guardias también comenzaron a sentirse ansiosos por la presencia del alfa, sin embargo, no se atreverían a romper ninguna regla en el futuro si deseaban mantener sus cabezas a salvo.

Los gritos de asombro de todos los presentes eran sin duda sofocantes, al parecer el mensaje había quedado claro, no se necesitaban palabras para expresar lo ya ocurrido con claridad.

Nadie podía romper las reglas de la Yakuza, nadie podía hacer o decir nada sin el permiso del Oyabun y nadie podía tocar al omega.

Después de un rato, Alek volteó a ver al alfa ubicado a unos metros de él, observando cómo sacudió la Katana para quitar el exceso de sangre antes de volver a ponerla en la funda.

El alfa miró por unos instantes el cuerpo sin vida sobre el suelo, luego se dirigió hacia los demás alfas. —Limpienlo.

Se dio media vuelta para retirarse, no sin antes ofrecerle una mano al omega para irse juntos.

—¿Vienes?— preguntó amablemente, pero su rostro aún expresaba su furia.

Alek no pudo responder, y solo empezó a marchar en la dirección que señalaba el alfa.

Ambos caminaron por todo el lugar hasta llegar a la residencia principal, el trayecto fue silencioso pero no incómodo, cómo si ambos entendieran los pensamientos del otro, aún así, el alfa quería estar seguro de no causar ningún trauma en el omega.

Cuando llegaron a la habitación de Alek, el alfa comenzó a buscar un cambio de ropa para el omega. Se dio cuenta de lo sucio que estaba, las manchas rojas no resaltan mucho en la tela negra, pero eran visibles todavía.

Alexander dejó la muda de ropa sobre la cama y se acercó al omega, observando si había algún rastro de miedo o inseguridad, pero no encontró nada.

—¿Está todo bien?— preguntó cautelosamente.

Alek salió de sus pensamientos, pero no escuchó lo que dijo el alfa. —¿Cómo?

—¿Que si está todo bien?— volvió a preguntar pacientemente.

Alek tardó un poco en responder, aún se encontraba distraído.

—Mmm, no hay nada malo— respondió el omega, mirando el rostro del alfa.

Alexander se relajó un poco, pero la respuesta del omega no lo convencía del todo.

—¿En serio? Pareces asustado— mencionó, acercándose más a él.

—Mm ¿Crees que tengo miedo? ¿De quién? ¿De ti?— el omega se sintió indignado por eso, un acontecimiento como el que acababa de presenciar no era nada para él. Soltó una risa.

Entre tus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora