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Miró la tinta derramada sobre sus dedos, delineando con sus ojos los bordes de cada mancha negra que cubría su piel y uñas. Había estado toda la mañana garabateando sobre la hoja, intentando redactar el informe que sería enviado a todos los clanes subyacentes en los próximos días.

Los años anteriores había sido una tarea sencilla, sólo tenía que escribir los puntos a tratar, ordenado que todo mundo estuviera presente en dicho evento como cada doce meses. Pero está vez era diferente, no solo no podía concretar sus ideas, divagaba entre sus pensamientos decidiendo qué era lo más importante que debía mencionar en dicha reunión.

¿Un posible traidor entre ellos? Eso alentaría a cualquiera que fuera el culpable, dándole tiempo suficiente para liberarse de sus actos. ¿Los ataques recientes al clan? Era algo que ya sabían todos, no causaría ningún impacto más que la importancia de cómo se resolvería tal declaración de guerra. Pero una de las cosas que más deseaba y al mismo tiempo tenía temor de mencionar, era el nombramiento de un omega como suyo.

Para nadie cercano era un secreto que quería con fervor al omega, estaba embelesado de él e incluso cumplía todos sus caprichos, aunque estaba en duda si tenía la fortaleza de enfrentar a todo el clan con tal de mantenerlo junto a él.

No había hablado con Alek sobre el tema, le provocaba cierto miedo la reacción ante su propuesta. Era un omega que disfrutaba de su libertad e independencia, vivir bajo las órdenes de un alfa era inaceptable para él, y aunque Alexander nunca haría algo como éso, tenía en cuenta lo que significaba para Alek tener un lazo con él.

Sin contar la enorme presión al ser el centro de atención de una de las organizaciones sociales más grandes de todas.

Sacó el aire de sus pulmones en un largo suspiro, echó su cabeza hacia atrás hasta mirar los límites del techo. Colocó ambas manos sobre sus ojos que se sumergieron en la oscuridad, agradeciendo la calma y tranquilidad que el lugar le brindaba, esperando que el ambiente lo ayudara a aclarar sus pensamientos y emociones antes de que su alfa actuara por instinto.

—¿Qué es lo que te tiene de mal humor?

La tranquilidad que había conseguido se desvaneció al instante que escucho esa voz junto a los sonidos del bastón golpeando contra la madera.

Se mantuvo callado, esperando el momento que diera la vuelta y lo dejara solo nuevamente, no tenía la energía ni las ganas de mantener una charla con ella. Los intentos de Alek por persuadirlo y arreglar las cosas con ella fueron en vano, él había intentado sobrellevar su falta, pero la anciana se empeñaba en hacerle saber que no cambiaría de opinión con respeto a su decisión y sus acciones.

—Tus feromonas son tan fuertes que hasta yo pude olerlas desde afuera.

Abrió los ojos mirando brevemente en su dirección, la señora Chiyo como de costumbre llevaba su bastón con ambas manos recargadas sobre él, las arrugas de su cara la hacían parecer más dura de lo que era, pero no lo suficiente para intimidar a nadie.

No pudo seguir ignorando su presencia, por más molesto que estuviera, ella era una de las pocas mujeres importantes en su vida, por no decir la única.

—¿Qué es lo que pasa? —estiró los músculos de sus brazos antes de volver a acomodar su cuerpo sobre la silla.

—¿Por qué esa cara? ¿No puedo venir a ver como estas?—se quedó parada a unos metros de él, mirando con inquietud los ojos oscuros y cautelosos del alfa.

Era una beta, era imposible para ella percibir los cambios feromonas de otras castas, pero siempre que estaba en presencia de Alexander era diferente, un efecto producido debido a la dominancia del alfa. Era fácil saber cuando su estado de ánimo era demasiado pesado e incluso había cierta sensación de inquietud al sentir sus instintos emerger de tal forma.

Entre tus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora