39

3.6K 270 143
                                    


A la cuarta tarde después de iniciar su celo, este mismo cesó, quedando sumido en un profundo sueño gracias al cansancio extremo producido durante las interminables rondas de los días anteriores.

Alexander estaba exhausto, no tanto como Alek, pero sin duda, su cuerpo pedía un descanso. La recompensa por el arduo trabajo no podía ser mejor, el simple hecho de estar con su omega era un premio para él, más aún en tales circunstancias, dónde tenía que cuidarlo y ayudarlo. Su lobo no podía pedir nada más, estaba satisfecho.

Volteó la vista hacia un lado, observando la postura tranquila y relajada del omega. Su pecho se aferraba a la almohada, abrazándola con fuerza, dejando que su cuello descansara sobre el brazo del alfa.

Sus ojos recorrieron la longitud de las piernas largas y firmes, siguiendo por su cadera y torso cubierto por la ligera sábana roja, hasta terminar en el rostro del otro, sus párpados cerrados con ligereza, y los labios levemente teñidos de rosa, dejando ver una cara angelical, no típica en el omega.

Los dedos del alfa delinearon con delicadeza cada rasgo en él, pasando por su frente, la curvatura de su nariz e incluso sus mejillas. No sé necesitaban palabras para describir los sentimientos del alfa, la devoción con la que Alexander miraba al omega era clara y genuina.

No supo cuánto tiempo pasó observando la belleza de Alek. No podía quitarle los ojos de encima, mientras en su cabeza no dejaban de aparecer todos los momentos en los que estuvo dentro de él las noches pasadas. Su lobo estaba en calma, a pesar de que no marcó al omega para reclamarlo como suyo, estaba feliz y complacido, llegando a un grado de serenidad que no imaginó posible.

Alexander pasó su mano sobre el cabello del omega, quitandolo de su nariz y evitando que este estornudara por el cosquilleo en ella y se despertara. Pero fue demasiado tarde, la pequeña nariz de Alek se arrugó por la molestia, dejando salir un sonido parecido a un estornudo, a lo que en respuesta, el omega frunció el ceño.

'Parece un gatito enojado' los labios de Alexander se elevaron, sonriendo por tal acción de su omega.

Los párpados de Alek comenzaron a abrirse con lentitud, dando la vuelta para evitar la luz del sol que entraba por los ventanales. Se levantó con mucho esfuerzo, todo en él dolía, cada movimiento era una tortura para él, así que decidió quedarse quieto, evitando tal aflicción.

Sus ojos pasaron por toda la habitación, escaneando cada parte y las cosas fuera de su lugar. El nido que construyó aún lograba mantener su forma inicial, cubierto por las capas de ropa impregnadas con el aroma del alfa.

El olor dulce de las frambuesas, se mezclaba con el fresco de las hierbas, dejando un aroma casi insoportable para cualquiera extraño a ellos dos. Las sábanas con las que cubría su cuerpo estaban sucias con diversos fluidos.

Sus ojos dejaron de lado la cama para mirar alrededor, todo estaba fuera del lugar, y aseguraba que rompieron un par de cosas los últimos días.

'Qué desastre'.

Sin duda tendría que limpiar todo el lugar, y abrir las ventanas para que el fuerte olor se disipara, refrescando la habitación.

—Hola.

La voz ronca lo alejó de sus pensamientos, girando hacia el otro lado, teniendo de frente a un alfa completamente desnudo.

—Hola...—  parpadeó, no estaba atento del todo, desorientado por la falta de conciencia en las últimas horas.

—¿Estás bien? — recargó todo su peso sobre sus antebrazos, quedando a la altura del omega.

—Sí— murmuró, dejando que el brazo del alfa lo tomara por la cintura, atrayéndolo hacia él y cayendo sobre su pecho.

Entre tus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora