—Agh.
Un suave quejido salió de sus delgados labios. A pesar de que el dolor no era mucho, su parte baja se sentía incómoda, dejando una sensación punzante en toda la zona. Una de sus manos bajó hasta su espalda inconscientemente, para aliviar el dolor. Aunque era molesto, a pesar de todo, no se arrepentía en lo absoluto de estar con el alfa.
Los recuerdos de la noche anterior vinieron a su cabeza, repitiendo las escenas tan vergonzosas para él en estos momentos, pero estaba seguro de que no se molestaría en repetirlas.
Después de que ambos terminaron dentro del auto, el alfa lo vistió lo antes posible para llevarlo a un lugar más seguro, esperando que su marca se estabilizara antes de continuar con lo que tenían pendiente.
Es así cómo pasó la mitad de la noche siendo presionado hacia abajo por el alfa, disfrutando del inmenso placer que le proporcionaba, dejándose llevar por sus instintos. Su omega que suplicaba cada vez más por el alfa, sin duda una noche que no olvidaría.
Su vista recorría por completo el lugar, se trataba de una habitación ni tan sencilla pero tampoco ostentosa, supo de inmediato que se trataba de la recámara del alfa.
Tomó una de las sábanas que se encontraba sobre la cama, para después enrollarla en su cuerpo desnudo y cubriendo la mayor parte de este. Se puso de pie, sosteniéndose fuertemente de los muebles para no caerse, sus piernas estaban débiles por la ejercitación nocturna, por lo que aseguró bien su agarre.
Recorrió la periferia del lugar a pasos lentos, observando cada detalle de esta. Los muebles eran de madera fina y lisa, sin ningún tallado sobre ella, eran sencillos pero le daban un aire acogedor al lugar.
Cuando llegó a una de las esquinas, se detuvo al ver el espejo de gran tamaño. Se colocó de frente a él para observarse así mismo, y sus ojos cayeron en las manchas rojas qué resaltaba sobre la piel blanca de su hombro, al enfocar mejor, pudo ver que se trata de una mordida, claramente del alfa, al bajar más su mirada, el color rojizo de su piel fue más frecuente en cierta partes, sin pensarlo, se despojó de la sabana envuelta en él, provocando un gran asombro.
—¡Ah!
Abrió los ojos muy grandes, no creía lo que veía. Todo su cuerpo estaba lleno de mordidas, marcas de diferentes colores rojizos, chupetones y en sus caderas, incluso se apreciaban moretones por el fuerte agarre del alfa.
—Qué ve...vergüenza, ¿cómo pudo pasar tal co...cosa?
No era la primera vez que veía este tipo de situaciones. Al atender a sus pacientes, algunos llegaban con señales de haber tenido intimidad unas horas antes, Alek era uno de ellos, para él era normal, solo que nunca pensó verlas en su propio cuerpo.
Su mirada no dejaba de recorrer sus extremidades, de arriba a abajo, verificando los lugares específicos con más marcas, su pecho, abdomen y muslos. Al subir de nuevo hasta sus hombros, notó la mordida en la curvatura de su cuello en el lado izquierdo, apreció los rasgos de los colmillos incrustados en su piel, junto con el tono entre rojizo y violeta alrededor de la mordida, el suave tono rosa dentro de esta, está todo alineado correctamente sobre su glándula de olor, un marca perfecta. Su marca.
Sus dedos se posaron sobre ella, con delicadeza, y se deslizaron por todo el borde, su sonrisa se extendió por su rostro, estaba feliz de tener un vínculo con el alfa, ser parte de él, sentir y apreciar su emociones. Entenderlo de mejor forma realmente lo ponía muy feliz.
—Despertaste.
La voz de tras de él lo hizo dar un brinco, no esperaba que el alfa llegara en estos momentos, así tan de repente.

ESTÁS LEYENDO
Entre tus manos
AcakAlek siempre a cumplido su trabajo de manera exitosa, ¿Pero que pasara cunado el líder de unos de los clanes mas poderosos de la mafia se atraviesa en su camino?