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¡Volví!

Cómo ya saben, me tomé un pequeño descanso dos semanas, todo para terminar mis pendientes y despejar mi mente un poco (lo cual no funcionó).

Les agradezco a tod@s los que esperaron pacientemente.

Pero bueno, los capítulos seguirán con normalidad, a menos que hayan inconvenientes.

Sigan leyendo, y espero que disfruten el capitulo de hoy.

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—Abuela.

—Alek, cariño, ¿eres tú?

Observó cómo el cuerpo de la mujer frente a él se tensaba de pies a cabeza, su manos temblaban ligeramente y sus ojos comenzaban a humedecerse.

La anciana abrió los brazos, esperando abrazar al omega quien no paraba de dudar sobre sus propias acciones.

—¡Da...dame un abrazo!— su boca tembló con cada palabra que salía de sus delgados labios.

No esperó más, abalanzándose contra ella, envolviendola en su brazos, tal como ella lo hacía, respirando el leve aroma dulce que rodeaba a ambos.

Dejó que sus lágrimas se desbordaran de sus ojos, cayendo por sus mejillas hasta terminar en el hombro de su abuela, mojando el suéter tejido que llevaba puesto. Sus brazos se enrollaron con más presión sobre el otro cuerpo, estaba tan emocionado que no midió la fuerza con la que ejercía el abrazo.

—No es...esperaba tu visita— dijo con voz quebrada al oído del omega, sin despegarse de él. —Pensé que te habías olvidado de mí.

—¿Por qué dices eso?.

Se sintió herido con las palabras de su abuela, tanto que se acumuló una presión sobre su pecho, y su lobo interno se ponía triste por tal confesión. Era la persona más importante para él, y jamás se olvidaría de ella, ni aunque lo obligaran a hacerlo.

—No tenía noticias de ti, no llamabas, y ni siquiera un mensaje dejabas— se separó de él poco a poco, frunciendo el ceño con molestia. —Me tenías tan preocupada, ¿quieres que me dé un infarto o qué?

Era cierto, no había llamado en mucho tiempo, incluso le era imposible enviarle una carta, pero sus razones eran suficientes para no hacerlo. Se inquietó aún más cuando escuchó lo último, su abuela siempre lo decía cuando se preocupaba por algo, pero la reprendía, ese tipo de cosas no quería escucharlas ni de chiste.

¿Qué sería de él si su abuela ya no estuviera en este mundo? No, no quería ni pensarlo.

—No digas eso abuela— envolvió sus manos alrededor de las otras, sintiendo la calidez que emanaba de ellas.

—Pues entonces no lo vuelvas a hacer— sus dedos golpearon su frente, molesta por la falta de comunicación de su nieto.

Apenas sí fue un roze, pero no dudó en quejarse y sobar la parte afectada, mitigando el hormigueo que persistía con el paso de los segundos.

La anciana sonrió con ternura, el tiempo que había pasado separada de su nieto la hizo sentir sola y angustiada, pero verlo ahora calmaba sus preocupaciones. La omega giró hacía a un lado, notando la presencia de alguien más, cuál fue su sorpresa cuando sus ojos se clavaron en Alexander, su gran altura y complexión la dejaron perpleja.

Los ojos de la mujer viajaron por el rostro del hombre, identificando cada rasgo que le pudiera dar una idea de quién se trataba. Sus ojos eran profundos y oscuros, pero denotaban amabilidad, al igual que su sonrisa.

Entre tus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora