Entre tus manos

36

Sus dedos desatan el nudo de su corbata con agilidad. La sensación de tenerla apretando cada vez más su cuello era asfixiante, cortando su respiración apenas sostenible debido a su creciente ardor que subía por su garganta, provocado por la cólera expresada por su alfa y por él mismo.

Tomó otro trago del whisky intentado atenuar sus instintos crecientes que lo orillaban a sacar a su alfa de sí, pero para su desgracia, el sabor amargo del alcohol no ayudaba en nada, solo aumentaba más la sensación rasposa en su garganta.

Sin pensarlo, tomó el vaso para volver a tragar el líquido dentro, pero terminó hecho añicos en su mano debido a que aplicó demasiada fuerza, dejando que los afiliados restos atravesaran la carne que comenzaba a sangrar. El dolor era agudo, pero fue lo suficiente para estimular y calmar la sensación de agresiva de dentro de él.

 
La noche anterior fue totalmente diferente a lo que era ahora. Después de salir de la casa del Shayk, su ira fue reemplazada por el placer que sintió al ver la frustración y humillación de Hasan por ser solo un alfa tan simple, quedando bajo la sombra de un alfa dominante como él, incluso, todos los omegas que conformaban su harén -si así se le podía llamar- preferían fijar sus ojos y deseos en él, antes que a Shayk.

Si la oferta que le hizo Hasan de disfrutar de los omegas como le plazca, la hubiera hecho hace un año, la aceptaría con gusto, pero ahora ni siquiera lo pensaba. Solo tenía ojos para una persona, la cual ahora estaba a kilómetros de él, tal vez anhelando su regreso tanto como sus deseos por verlo, sumado a sus ganas de salir corriendo en su búsqueda para poder abrazarlo, sentir el calor de su cuerpo, dejando que su dulce aroma lo envolviera por completo.

—¿Nos llamó Mi Señor?— la voz taciturna de Tetsu lo sacó de la imagen perfecta de su omega.

Alexander volteó hacia la puerta, indicando a ambos alfas que podían pasar. Los estaba esperando para discutir los últimos acontecimientos que los azotaron desde que llegaron al continente.

Tanto Tetsu como Kazuma se limitaron a obedecer las órdenes, no era necesario que expresaran con palabras lo que ambos sentían. Al igual que el Oyabun, estaban tan enojados por todos los problemas recientes, sus alfas inquietos por el alboroto no dejaban de estar alertas todo el tiempo, sobre todo Kazuma, que tenía una preocupación extra al no poder ver y asegurar el estado de su omega.

—¿Está bien Mi Señor?— Tetsu fue el primero en notar el olor metálico que emanaba de algún lado, alzando la visita para encontrar la fuente de dónde provenía.

—No es nada— Alexander limpió con su pañuelo los restos de la sangre que comenzaba a secarse, retirando los pequeños trozos de vidrio aún pegados a su piel.

El alfa no insistió más, de antemano sabía que Su Señor utilizaba distintos métodos para calmar a su alfa, uno de ellos era el uso del alcohol, ya que reprimía sus instintos, otra de ellas era calamar su lobo provocándose lesiones en su cuerpo. Muchas veces observó como el Oyabun ejercía dolor sobre su cuerpo, pero la mejor manera de suprimir su agresividad era intimar con omegas, betas y alfas, funcionaba para Su Señor, ya que podía liberarse de toda la frustración acumulada. Todo cambió cuando cierto omega llegó a interponerse a la vida de Su Señor, dejando todos los anteriores hábitos a un lado, solo necesitaba su presencia para sentirse mejor.

—¿Qué es lo que piensan?

Tetsu levantó su rostro, guiando su mirada hasta chocar con los oscuros ojos de su señor.

—¿P...perdón ?— no entendió a lo que se refería el alfa, su mente vagó por otro rumbo que no se concentró en lo que debería.

Kazuma tampoco respondió, su alfa no estaba del todo presente, pensando una y otra vez en su omega. Le costaba mucho separarse de él, sin decir que otra parte de su lobo tenía una sensación de alerta con respecto a lo sucedido.