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El calor que sentía disminuyó de a poco, la fuente de dónde provenía tal calidez parecía alejarse de él, dando como resultado que su omega quisiera repetir las mismas acciones que la otra persona para estar junto a ella de nuevo, la separación era agobiante para él en este momento.

No tuvo otra opción que despertar ante las súplicas de su lobo.

—Por fin despiertas

Talló sus ojos con ambas manos hechas puños, quitando los restos de agua que se acumularon durante la noche en la punta de sus párpados. Movió sus pestañas de arriba a abajo con lentitud, enfocando a su vez la figura alta y difusa frente a él.

No pasó mucho para que pudiera apreciar la complexión del cuerpo del hombre que dormía hace un par de minutos acostado a su lado. Los ojos grises de Alexander estaban sobre él, emanando cierto brillo de ellos, al igual que la gran sonrisa que adornaba su atractivo rostro.

Estiró su mano hacia él, sin pensarlo; sus dedos rozaron el borde su mandíbula inferior, subiendo por la línea de la misma hasta su pómulo, tomando su mechón de cabello que caía sobre su sien.

Le gustaba demasiado el cabello del alfa, sobre todo por las mañanas, cuando estaba desordenado por todos lados. Tenía un color negro intenso, el cuál contrastaba con los iris de sus ojos, haciéndolo lucir más atractivo de lo que ya era.

Alexander no dijo ni hizo nada, le encantaba cuando el omega enfocaba toda su atención en él y nadie más, le gustaba que lo tocara, sentir la suavidad de su piel rozando con la suya. Se deleitó al mirar los ojos color miel que estaban perdidos analizando cada rasgo de él, pero lo que más le emocionaba era como es que sus labios formaban una abertura entre ellos cada vez que respiraba, tanto así que su única intención era besarlos sin reparos.

Siguió la dirección en la que apuntaba la mirada del alfa, dio un pequeño salto sobre su lugar cuando notó la poca distancia que había entre sus bocas. Se alteró más cuando un fuerte agarre sostuvo su cintura, acercando su cuerpo con el otro.

Antes de que pudiera retroceder y reclamar, sus palabras fueron retenidas por la aprisionante boca del alfa, quien sin dificultad alguna comenzó a explorar la cavidad del omega con su propia lengua.

Puso su mano sobre el hombro del alfa para alejarlo todo lo que pudo, si no lo alejaba ahora, más adelante sería imposible detenerlo, sobre todo cuando ni él mismo quisiera parar. Se levantó enseguida de la posición en la que se estaba, sentándose en la orilla de la cama, manteniendo una distancia adecuada entre él y Alexander.

Retiró los restos de saliva en el borde de su labio, mirando hacia otro lado que no fuera el torso desnudo del alfa quien lo veía con una sonrisa ladina. Al principio pensó que se burlaba de él, pero aunque su sonrisa era grande, sus ojos irradiaban otro sentimiento totalmente diferente, uno que lo hacía temblar y avergonzarse con solo mirarlo, su ritmo cardíaco se aceleraba, su respiración se detenía, y su lobo interior aullaba por el placer que sentía por la atenciones de parte del alfa.

Al ver la sonrisa juguetona de Alexander se repuso de inmediato, quitando de su mente el sin fin de pensamientos poco apropiados para ese momento. Giró la cabeza en otra dirección, específicamente hacia el gran ventanal por dónde pasaban los rayos de luz que iluminaban la habitación en tonos mates y oscuros que combinaban con la personalidad de su dueño.

Sus ojos se cerraron poco a poco mientras veía fijamente la luz que atravesaba el vidrio, impidiendo a su vista admirar los jardines verdes fuera de la casa.

—¿Q...qué hora es? —la iluminación era demasiado intensa para tales horas de la mañana.

—Más de medio día.

Entre tus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora