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 Se encontraba en la sala, como siempre sola. Aquella tarde motivada por su maestra la pequeña niña de pelo negro azulado se encontraba coloreando un bonito dibujo, en el que plasmaba su deseo más anhelado, con una sonrisa ponía énfasis en pintar el pelo de lo que parecía ser un cachorro mientras al rededor se encontraba ella junto a sus papás tomados de las manos.

Su alegría era inmensa ya que estaba a punto de terminarlo cuando unos pasos irrumpieron en la sala, era su padre acompañado de una hermosa mujer de cabello rubio, el reía pero al verla a ella su sonrisa simplemente desapareció.

—¿Qué haces aquí? -no había ningún rastro de cariño en su voz.

—Ah p-papito, m-mira lo que hice...

—Te pregunte qué haces tú aquí, ¡Lárgate!

—Valla pero si es muy linda Hiashi, hasta me dan ganas de que me hagas uno, jajaja

—Yo encantado -ambos rieron mientras se abrazaban muy melosos, dándose besos nada decorosos, la pequeña quien aún permanecía en aquella habitación no podía creer lo que sus jóvenes ojos miraban.

—¡Qué haces! ¡Ya te dije que te largaras! -expreso al verla aun ahí.

—¿Q-quién es ella papit...?

—¡Qué te importa! -la sujeto del brazo de forma brusca mientras la ponía de pie para luego empujarla.

—¡Ayyyy! ¡Me dueleee!

—¡Callate y vete de una buena vez! -la arrastro hasta el pasillo de las habitaciones para luego regresar con su acompañante, la pequeña lloro pero como siempre sus lágrimas no parecían tener efecto, para su padre Hinata representaba un estorbo, una atadura a una mujerzuela que solo quería su fortuna. Hanna sabía de las infidelidades de Hiashi, y Hiashi las de Hanna por lo que ambos callaban mutuamente para no perder ciertos beneficios.

En todo ese tiempo de casados no le había dado el gusto a Hanna de disfrutar de la fortuna familiar ya que le destinaba una pequeña suma solo para lo básico, aquello por supuesto no la tenía nada contenta.

LYCORIS ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora