10🌑

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—¡Maldición!, ¡Es una broma! ¿Cómo es que hizo eso? ¡Esa bruja es una insensata! ¡No, no le voy a dar el gusto! ¡¿Qué quiere ver a Hinata?! ¡Ja! ¡No la vera, sobre mi cadáver! -Hanna no paraba de gritar frente al teléfono, y como no iba a estar gritando si su plan comenzaba a venirse abajo. Hinata estaba en tercer grado de preparatoria, pronto tendría que ir a la universidad y no se encontraba motivada, en realidad no tenía intensión de ir, pero escuchando la conversación que su madre no tenía opción, su abuela había cambiado el testamento de su padre, Hinata podría tocar la herencia Hyuga hasta que tuviera un título universitario.

—¡RAYOS! -colgó de forma brusca. —Sera mejor que escojas una buena carrera ¿Oíste?, de preferencia una cara, tu abuela cubrirá la colegiatura, con tus calificaciones no tendrás muchos problemas. ¿Escuchaste? ¿No dices nada? Uhhh como me sacas de quicio. -paso de largo dejándola sola, ella siguió lavando los platos en silencio, era tan contante aquella actitud que a Hanna ya no le asombraba.

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Era invierno, su cumpleaños estaba cerca, internamente se lamentaba por seguir alargando su desdicha, se detuvo en seco mientras los demás estudiantes la rebasaban, todos ellos caminaba en grupos, algunos en pareja, otros con sus amigos y unos más simplemente compañeros platicando sobre sus clases, permaneció de pie meditando unos minutos luego de un largo rato se giró y camino en dirección opuesta hasta llegar a un puente a las afueras del pueblo, aquel puente conectaba hacia un condado vecino famoso por la feria de sus vegetales.

Avanzo hacia el mientras los autos pasaban a velocidades considerables, iba por la barda mientras su palma derecha acariciaba el barandal de metal, al llegar a la mitad se detuvo para colocar ambas manos, permaneció ahí mientras contemplaba la vista, era una altura considerable al fondo había un riachuelo que se transformaba en un feroz rio en tiempos de lluvia, contemplo las diversas piedras que lo adornaban.

Se las imagino coloreadas de carmín ¿A alguien le parecería linda teñida de rojo?

Pronto el viento soplo con más fuerza eso la animo a moverse, inicio moviendo sus pies para trepar el barandal, una sola idea cruzaba por su mente.

Todo acabará pronto

—¡Super Miina! ¡Hoy salve a alguien! -se detuvo de golpe.

—Ten cuidado vienen autos, camina por la orilla ¡Oye! ¡No corras! -Hinata miro una niña pequeña corriendo hacia ella, detrás una mujer movió hasta tomar la mano de la niña. —Ten cuidado, casi me matas de un susto.

—Lo siento mamá, oh mira una muchacha bonita. ¡Es un hada mamá!

—¿He? -la mujer la miró. Siguieron caminando hasta cruzarse con ella.

—Hola, muchacha bonita. Soy un Miina. -la pequeña parecía muy feliz mantenía una alegre mirada, por lo contrario, Hinata permaneció en silencio.

—Buenas tardes. -dijo aquella mujer, Hinata devolvió el saludo de forma cohibida. —Disculpa a mi niña, tiene solo cuatro años, hoy tuvo un gran día de ahí su entusiasmo. -sonrió con pena.

Un gran día, ¿Eso existe?

—¿Eres un hada? mi tía Shiseru dice que las hadas tienen ángeles ¿Dónde están tus ángeles?

—¡Miina! Disculpa -ella permaneció en silencio mientras las miraba alejarse.

¿Ángeles? Debo regresar tengo tarea.

Con ese pensamiento regreso a su casa, de no ser por esas personas habría saltado, por extraña razón verlas alojaron algo en ella, algo que no sabía y no estaba interesada en descubrir. Quizás fue la forma en que esa mujer cuidaba a la niña ¿Así eran las madres? Quizas...

Al llegar a casa, después de sus deberes se sentó en su cama para sacar un pequeño recipiente de café debajo de su cama, una vez en sus manos tomo el frasco para acostarse con él, quedo quieta sobre la cama mientras lo sostenía en brazos.

Por llegar tarde su madre había quemado sus objetos más preciados -los únicos que le quedaban- un dibujo de su niñez, una foto en la que aparecía ella con sus padres, claro que había sido tomada solo para aparentar, le gustaba creer que era real, y unas pulseras, aquella que le había regalado Shiho y la que le quito a ese infeliz. De todo eso solo tenía cenizas, lo único bueno y de valor en su vida estaba guardado en ese frasco, aunque suene tonto estaba feliz de ser ella quien limpiara la casa así no habría logrado recoger lo único que le quedaba.

—¿Vale la pena seguir viviendo? -le pregunto al frasco mientras miraba hacia la nada.

LYCORIS ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora