Helena Silva
La cena fue fantástica, tal y como me aseguró que sería. A pesar de salir con el estómago lleno, me habría gustado hacer el esfuerzo de comer un solo plato más. Charles quedó maravillado con mi gran apetito. Yo temí que le asustara tener al lado a una chica tan glotona, pero, cuando le expresé esa duda, él solo me dijo que siguiera comiendo porque incluso algo como eso, cotidiano y normal, me hacía terriblemente atractiva.
Cerca de medianoche, salimos a dar un paseo para que toda esa comida bajara un poco. Él se rio de mi extraña costumbre, pero era lo que se hacía en España, así que insistí un par de veces hasta que me ofreció su brazo y caminamos por las calles despejadas de Módena.
A quién quería engañar; solo se me antojaba pasear de su mano durante un rato. La oscuridad de la noche nos ayudaba a pasar desapercibidos y me apetecía muchísimo actuar como una pareja corriente aunque fuera a esas horas.
Solo habían pasado unos minutos desde que nos marchamos del restaurante. Descendíamos una calle bastante larga cuando mis ojos atraparon un local abierto. Las luces se iluminaban casi toda la acera, por lo que fue inevitable que me fijara en la tienda.
Una tienda de discos.
En el escaparate principal decía que no cerraban hasta la una de la madrugada. Sorprendida, le pedí a Charles que entrásemos. Mientras lo hacíamos, le expliqué que mi abuelo tenía una enorme colección de vinilos antiguos. Aunque hubiera fallecido hacía ya más de ocho años, su recuerdo no me abandonaba. Siempre que podía y regresaba a casa, añadía algún disco a los estantes. De alguna manera, el paso del tiempo consiguió que la colección de mi abuelo materno se convirtiera también en la mía.
El amor por la música siempre había estado ahí, desde pequeña, pero, además, sentía esa afición como una conexión con mi abuelo y mi madre, estuvieran donde estuvieran.
Al entrar, saludamos al propietario; un hombre de mediana edad con aspecto bohemio que nos recibió en un italiano cerrado, similar al resto de ciudadanos de esa región.
Entusiasmada por la cantidad de discos y de vinilos que tenía la tienda, me pasé un rato revisando los estantes. Él sostuvo mi mano en todo momento, feliz de que yo me mostrase con esa naturalidad.
—¿Qué tipo de música te gusta? —Me preguntó tras unos minutos allí—. Sé que usas el jazz como terapia, pero estoy seguro de que no es lo único que escuchas. Tarareas demasiado como para que sea lo único —apuntó, dando en el clavo.
—Me siento expuesta —Sonreí y continué observando las filas de vinilos—. Suelo escuchar r&b, aunque también consumo mucha alternativa y soul —Le revelé.
—Yo soy muy básico, entonces —comentó.
Ojeó una de las largas filas de vinilos para tratar de dar con algún álbum que reconociera.
—También escucho pop actual. No estás solo en eso —Me sonrió, agradecido de que intentara valorar sus gustos musicales—. Ariana Grande, Taylor Swift, The Weekend ... —enumeré.
—¿Y de alternativa? —Me interrumpió. Parecía verdaderamente interesado en lo que pudiera contarle acerca de mis preferencias—. ¿No hay muchos subgéneros? —cuestionó.
Mis ojos se agrandaron debido a la ingente oleada de felicidad que me atropelló al escucharle preguntar aquello. Hacía mucho tiempo que no tenía ese tipo de conversación con alguien y, siempre que mostraban interés por saber algo más de mi refugio favorito, mi amor por la música prendía una gigantesca llama.
—Sí, pero yo tiendo más al pop-rock, r&b estadounidense —Le expliqué, recibiendo una mirada de comprensión de Charles—. Artic Monkeys, Cigarettes After Sex, Lana del Rey, Chase Atlantic ... —Justo entonces señalé uno de los vinilos que había visto al llegar a esa sección y lo empecé a sacar de su lugar—. Y mis favoritos —Le ofrecí la pieza.
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fortuna » charles leclerc
Fanfiction¿Una fan de Red Bull trabajando como ingeniera de comunicaciones para Ferrari? ¿En qué estaba pensando cuando acepté esas prácticas en la escudería italiana? Ah, cierto. Pensaba en él. Por esta breve descripción, la historia podría parecer un enemie...