78 || moonlight

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Helena Rivas Silva

Por la noche, con el paddock prácticamente vacío y la sala de reuniones desierta, solo quedaban un par de ingenieros revisando documentos, Charles y Xavi, que habían estado estudiando su estrategia para la clasificación hasta que alguien reclamó a Xavi y el piloto se quedó allí esperando su regreso y, finalmente, Ricky y yo. Nosotros estábamos ocupados en unos datos ofrecidos tras las tandas largas de Carlos y que no encajaban muy bien con los objetivos planteados al inicio del fin de semana. Sabíamos que podíamos arreglarlo y acomodar aquellos datos para seguir con el plan principal, pero estábamos tardando más de lo habitual. Se hacía algo desesperante porque el sol estaba a punto de desaparecer y todavía teníamos trabajo por delante.

Cansada de un día tan largo que no parecía querer terminar, suspiré y volví al comienzo de la operación en un nuevo intento. Y, de repente, en pleno silencio, la puerta se entreabrió con un desagradable chirrido.

Charles se levantaba de su asiento justo en ese momento, así que pudo recibir a nuestra tímida visita mientras se acercaba a la máquina de agua.

Los brillantes ojos de Cassandra me despistaron durante un instante, aunque pude volver a mi labor rápidamente.

—¿Este es vuestro cuartel secreto? —preguntó la menor con ilusión.

Yo continúe manteniendo la vista en la pantalla del ordenador. No obstante, distinguí más pasos y deduje, sin siquiera girar el rostro, que Cassie no venía sola.

—Tú puedes pasar, Cassandra —comunicó Charles, esperando a que su vaso de plástico se llenara—, pero dudo de la discreción de tu amiga rubia.

Al trabajar para Mercedes, para la competencia, su presencia podía ponerse en entredicho. Yo sabía que no miraría más de la cuenta ni que se fijaría en detalles que expusieran nuestras estrategias, pero Charles vio un motivo de broma en el asunto y lo explotó al momento.

—Muy gracioso, Charles —rio Julia, consciente de que era un simple chascarrillo.

No observé los movimientos de mis amigas por estar pendiente de las cifras que me mostraba Ricky, pero traté de prestar atención a la conversación. Por la esquina de mi ojo izquierdo, vi a Charles alejándose del surtidor de agua.

—¿Cómo estás, Julia?

Imaginé que se había acercado a ellas para besar las mejillas de ambas.

—Muy bien —dijo ella—. Tú ya estás completamente recuperado, ¿no?

—La quemadura sigue curándose, pero marcha bien. El tratamiento de mi médico está surtiendo efecto —comentó él.

Desvié brevemente la mirada y pude vislumbrar las cordiales sonrisas de los dos.

—Me alegro.

—¿Y Carlos? —inquirió Cassandra—. ¿No está por aquí?

Aquel comentario me forzó a observarla a pesar de que había hecho el intento de concentrarme en esos endiablados números. Julia también la miró, claramente extrañada porque no tenía conocimiento de que Carlos y ella se hubieran conocido.

—¿Y para qué quieres tú a Carlos? —dudó.

Con aquella pregunta acusadora en el aire, Charles se llevó el vaso de agua a la boca y, al mismo tiempo, se atrevió a ojearme, suponiendo que la curiosidad había podido conmigo y que mis ojos estaban puestos a la chica morena que se ruborizaba a pasos de gigante.

Nuestras pupilas se encontraron parcialmente y él tragó del refrescante líquido.

—Para saludarlo, supongo —Cassandra se encogió de hombros.

fortuna » charles leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora