70 || the ice bath and the outsider

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Helena Rivas Silva

Tuve que reiniciar mi teléfono móvil y salir de la cama para coger el cargador y enchufarlo a la corriente. Se encendió como si nada y funcionó a las mil maravillas. Mientras me preguntaba qué demonios le había ocurrido al sistema operativo durante mi llamada con Cassandra, el click del interruptor de la luz sonó a mis espaldas, seguido de los pasos descalzos de Charles.

No transcurrieron ni cinco segundos antes de que atrapara mi cintura y me abrazara desde atrás.

—¿Ya has terminado de hablar? —Lo comprobó al ver que toqueteaba mi móvil—. Ni siquiera me he despedido.

—No pasa nada —respondí—. Vendrá a Silverstone como invitada de Ferrari.

—¿Con nosotros? —exclamó, sorprendido—. ¿No irá con Mercedes?

Yo misma le había comentado que lo más seguro sería que Cassie eligiera a un equipo inglés por los beneficios directos que dicho trato le reportaría, pero se había decantado por nuestra escudería y sabía que lo había hecho por mí, porque quería asegurarse personalmente de que me encontraba bien.

—Dice que quiere estar conmigo.

Eliminé el caché de mi teléfono, esperando que cualquier problema se aliviara tras borrarlo. No podía quedarme incomunicada durante un fin de semana con Gran Premio.

—Es todo un detalle —Besó el lóbulo de mi oreja izquierda—. Así podréis pasar más tiempo juntas.

—Sí —Bostecé—. ¿Y tú? Cada vez me asustas más.

Mi afirmación lo desconcertó.

—¿Por qué lo dices?

Dejé mi teléfono cargando en el escritorio y me centré en la fuerza de sus brazos alrededor de mi abdomen. Solo me había subido los pantalones y mi torso era todo un peligro para él.

—Porque estaba al teléfono, en una videollamada, y tú estabas intentando ... —Le acusé.

—¿Penetrarte? —Inquirió.

—Sí.

—¿Y no puedo seguir intentándolo? —reclamó, encaprichado con culminar lo que Cassandra nos había negado.

Alejé sus manos de mi vientre y me giré para mirarlo a los ojos.

—¿Es que necesitas varios intentos? ¿Te estás volviendo torpe, Leclerc? —Alcé mis cejas.

Él me reveló una estimulante sonrisa.

—No. Con una oportunidad me basta —alegó.

Apunté a su pecho con mi dedo índice.

—Ten en mente esa filosofía mañana durante la clasificación.

Me dio un beso lento y aceptó.

—Hecho —En un abrir y cerrar de ojos me había echado contra la cama. Yo no me sorprendí de sus intenciones y alcé  los brazos, desperezándome. Necesitaba estar despierta—. Ahora me toca entrenar contigo.

Se sentó a horcajadas sobre mis caderas. Noté que ya no llevaba condón, pero eso cambió tan pronto como me mostró uno nuevo y lo abrió.

—¿Y cómo vas a hacer eso? —pregunté, intrigada.

Terminó de ponérselo y me explicó cuál era su plan.

—Muy fácil —Metió la mano derecha en mis pantalones, cortándome la respiración. Dio rápidamente con mi clítoris—. Aquí está el cambio de marcha y después solo tengo que girar el volante hacia ...

fortuna » charles leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora