85 || vera

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Helena Rivas Silva

Adormilada, entreabrí los ojos.

Las luces rojas que decoraban el interior de su Ferrari me confundieron y, de repente, me di cuenta de que seguíamos en la carretera, de camino a Bolonia.

En otra época, me habría asustado porque yo nunca dormía mientras el coche estaba en marcha. Sin embargo, no sentí pánico alguno, sino cierta culpabilidad por haber dejado que Charles condujera durante tanto tiempo en mitad de la noche, sin nadie que lo mantuviera despierto.

Me tallé la esquina del ojo derecho. Era raro no llevar mis gafas. Ese detalle contribuyó a mi desorientación, pero, al girar la cabeza, atisbé cómo Charles colocaba el intermitente y tomaba una salida de la silenciosa autovía.

Me eché hacia él y llevé mi mano a su pierna para que se percatara de que me había despertado después de esa inusitada siesta.

—¿Cuánto tiempo llevo dormida? —le pregunté con la voz ronca.

Charles me sonrió y retuvo mi mano en su regazo.

—Casi una hora —respondió.

El hecho de que su coche no hiciera mucho ruido, si así lo determinaba él, había contribuido a que perdiera la consciencia fácilmente. El suave traqueteo que el vehículo adquiría a raíz de la velocidad no me impidió dormir. Fue más bien al revés. No lo comprendía, pero tampoco elucubré mucho más al respecto.

—Lo siento ... —Eché un bostezo al aire—. No quería dejarte conduciendo solo ...

—Tranquila —Agarró mis dedos y jugó con ellos al tiempo que frenaba, entrando en una carretera secundaria—. Ya estamos llegando a casa.

—¿Ya has recogido mi regalo? —inquirí, desconcertada. Él asintió. Parecía estar disfrutando de mis adormiladas reacciones—. Ni me he enterado ... —mascullé, molesta conmigo misma.

—Has descansado, que es mucho más importante —Estableció con mucha razón—. Creo que es la primera vez que te veo dormir en el coche —comentó, para acabar.

Su sorpresa era ínfima en comparación a la que yo sentía en esos momentos. Si hubiera estado más espabilada, probablemente habría entrado en una crisis de identidad, ya que la Helena que había quedado traumatizada después de que su madre muriera en un accidente de coche nunca habría caído en un sueño pasajero dentro de un vehículo de cuatro ruedas en continuo movimiento.

—No lo hacía desde antes del accidente —le conté, haciendo memoria, aunque no lograba recordar la última vez que dormí en un viaje en coche—. Es una sensación ... —La neblina del mundo onírico aún me confundía—. Rara.

Las caricias de su pulgar en el dorso de mi mano eran verdaderos calmantes. Podría haberme vuelto a dormir si no hubiera tantas preguntas sin respuesta en mi aturullada mente.

—Eso significa que confías en mis dotes de conducción —Se vanaglorió.

Lo miré con toda la atención que pude recopilar.

—Eres la persona en quien más confío, Charles —Apreté mis dedos en torno a los suyos. Él no apartó la mirada de la carretera por precaución—. Ni siquiera estoy pensando en la velocidad que lleva ahora mismo tu coche ... —Señalé, ignorándolo de verdad

—Pero eso no es gracias a mí —Afirmó, convencido de que él no había sido una pieza clave en mi mejora cuando lo era, y una fundamental—. Eres tú. Estás en paz contigo misma, y no solo ocurre cuando estamos juntos —Al hacer un stop, desvió la vista del frente y buscó una confirmación en mi semblante—, vero?

fortuna » charles leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora