Helena Rivas Silva
Un taxi nos llevó hasta una de las esquinas del pueblo. Tuvimos que caminar un trecho, pero no se me antojaron más de dos minutos porque las vistas me entretuvieron de lo lindo. Boquiabierta, escuché más de una vez las risitas de Charles. Él estaba encantado de ver mis reacciones y de grabarlas a fuego en su memoria y yo no podía estar me ilusionado con la realidad que me esperaba durante más de una semana, visitando esas calles estrechas, sus playas y los lugares más recónditos de aquel poblado de adorables casas con cascos azulados.
La casa en la que nos quedaríamos tenía una entrada amplia y despejada. A la derecha, la cocina y el comedor, y a la izquierda una escalera de caracol que debía llevar a las habitaciones. Había un aire clásico y acogedor en la residencia. Joris y Carlos estuvieron de acuerdo conmigo en que no parecía un lugar extraño, sino todo lo contrario. Daba la sensación de que esa casa nos acogía con los brazos abiertos.
Ellos comenzaron a subir el equipaje a la segunda planta, pero yo permanecí abajo. Una ventana azul, colocada sabiamente a un lado del cuarto más pequeño, supuse que el baño, me pidió a gritos que la abriera. Las bisagras chirriaron con dulzura ante mi tacto y esa ventana me reveló la imagen digna de un pintoresco cuadro: el mar Egeo ondeaba plácidamente mientras pequeñas cabezas picoteaban la playa más cercana.
Inevitablemente, hice una foto al paisaje y, a punto de perderme otra vez en la magia de esa escena, un chillido de lo más familiar me atrapó desprevenida.
—¡Lena!
Cassandra dejó su maleta en la puerta y echó a correr hacia mí. La recibí con un abrazo y con alguna que otra carcajada. Ella siempre era muy enérgica y expresiva.
—Hola, Cassie —la saludé.
—Cuánto me alegro de verte ... —dijo, abrazándome como si no nos hubiéramos visto en años.
—Solo ha pasado un mes desde Silverstone —alegué, risueña.
—Una eternidad, vamos —Intervino Julia. Su cabello rubio estaba trenzado en forma de espiga y su sonrisa alumbraba más que el mismísimo sol. Al separarme de Cassie, también la abracé a ella—. ¿Qué te ha parecido? Grecia, ni más ni menos —Señaló, bastante alegre.
Di un corto paso hacia mi amiga, sujeta a su brazo.
—Julia, ¿se lo has dicho tú? —le pregunté.
—¿El qué? —habló con un desconcierto de caballo.
—Pues que mi abuelo era de aquí —Templé el tono de mi voz, sospechando que podría haberle contado sobre mi ascendencia griega—. Qué va a ser —bromeé.
—No —Negó, despistada—. Nunca me ha preguntado.
—¿En serio? —Dudé.
Si no se había enterado de esos detalles de mi árbol genealógico por Julia, no se me ocurría de quién podría haberlo sacado.
—¿Y la casa? —se pronunció Cassandra, que miraba escaleras arriba, enamorada de la disposición de aquella vivienda—. Es preciosa ... ¿Ya la has inspeccionado? —Me interpeló.
—Qué va —contesté—. Estaba esperando a que llegaseis para hacerlo.
—Pues vamos a ello, y así elegimos habitaciones —Volvió hasta nosotras y nos cogió de los brazos para luego arrastrarnos a los primeros escalones—. Tú dormirás con Charles, ¿no? —me interrogó.
—Supongo que sí.
—Entonces yo escogeré la más alejada —Decidió Julia con contundencia—. No quiero despertarme de madrugada porque alguien se dedique a hacer según qué cosas ...
ESTÁS LEYENDO
fortuna » charles leclerc
Fanfic¿Una fan de Red Bull trabajando como ingeniera de comunicaciones para Ferrari? ¿En qué estaba pensando cuando acepté esas prácticas en la escudería italiana? Ah, cierto. Pensaba en él. Por esta breve descripción, la historia podría parecer un enemie...