Helena Silva
Para mi alivio, la tarde terminó pronto y pude regresar al hotel tras escabullirme de las decenas de cámaras que esperaban a los ingenieros de Ferrari en cada esquina del recinto con la intención de sonsacarnos información y saber mas del fallo humano que había sacado a Charles del pódium. No volví a encontrarme con él esa tarde. De alguna retorcida forma, el destino parecía estar alejándonos adrede, aunque no sería por mucho tiempo porque Bakú llegaba en menos de dos semanas y yo era la encargada de su radio allí, así que tendríamos que hablar cuanto antes para llegar a un acuerdo y manejar la situación como mejor pudiéramos, teniendo en cuenta nuestra relación y los objetivos del equipo.
Al llegar a mi habitación, dejé mi bolso en el suelo y tiré el móvil sobre la cama. A continuación, me lancé al colchón y no duré ni un minuto despierta porque el sueño y el cansancio acumulados me engulleron en un santiamén.
No soñé absolutamente nada, pero descansé. Unas horas más tarde, con la llegada de Julia a mi habitación, la oscuridad de la inconsciencia me dejó libre y escuché las alegres palabras de mi mejor amiga mientras me incorporaba en la cama.
Ella, al tener la segunda llave que abría mi cuarto, solo tuvo que pasar aquel pedazo de plástico por el lector y entrar como un verdadero torbellino.
—Vístete. Vamos, se nos hace tarde —ordenó Julia.
—Estoy vestida —dije, desperezándome.
—Con tu camiseta de Ferrari, sí, ya lo veo —señaló, muy indignada—, y no pretenderás salir de fiesta así.
—Es que no pienso ir a ninguna fiesta, la verdad ... —aclaré, entrecerrando los ojos por la fuerza de las luces recién encendidas.
—Helela Rivas Silva.
Abrí los ojos. Estaba tan cansada que podría dormir cinco horas más del tirón. ¿Pensar en salir de fiesta cuando apenas lograba tener los párpados levantados durante dos segundos? No sabía si Julia estaba demente o si me había despertado en una realidad alternativa en la que el sueño era sobrevalorado por todos, excepto por mí, claro.
Si no dormía mis horas, me convertía en la persona más desagradable y antipática que el universo hubiera recibido alguna vez. Ya tenía demasiadas cosas en la cabeza como para añadir un descanso deplorable, de esos que me ponían hecha una furia.
Me estiré, acoplando fuerzas de la nada, y apoyé la espalda sobre el cómodo colchón.
—No me gusta que me llames por mis dos apellidos ... —refunfuñé.
Que lo hiciera implicaba una riña y no era simpatizante de los sermones. Los odiaba desde pequeña.
—Y a mí no me gusta que seas una perezosa —Atacó de nuevo—. Los chicos están en una discoteca del centro. Carlos me ha suplicado que te lleve y que lo pases bien y yo estoy muy de acuerdo con él.
Un tanto desconcertada, contemplé el techo blanco de mi habitación y digerí lo que Julia acababa de decir.
—¿Los chicos? —repetí, suavizando la voz.
Esa ventana medio abierta se cerró con la siguiente intervención de Julia.
—Charles no está allí —me comunicó. Yo respiré mejor después de saber aquello y me centré en contar los pasos que daba a través de la estancia—. Vamos, Lena —me animó—. Solo quiero que te despejes y que te diviertas un poco. Necesitas reírte un rato. ¿Sabes que la risa alarga la vida y que, a este paso, te morirás antes de los cincuenta?
Una pequeña sonrisa osciló en mis comisuras resecas.
—Sí, claro ... —balbuceé.
—Lo digo en serio —expuso, escandalizada por mi claro escepticismo—. Vas a vestirte con el vestido que te he traído y vamos a ir a esa discoteca. Deberías estar celebrando la segunda posición de Carlos. También ha sido gracias a ti —recitó. Sonaba molesta. Le molestaba mi comportamiento. Incluso a mí me irritaba ese agotamiento emocional—. ¿Vas a dejar que lo celebre solo? Casi todo vuestro equipo está hibernando o de camino a Maranello —justificó la soledad a la que se exponían mis pilotos aquella noche—. No es justo que te pases el resto de la noche aquí durmiendo para evitar llorar —incluyó en su discurso motivador—. La Lena que yo conozco no haría eso por ningún hombre. Ni siquiera por Charles Leclerc —sentenció, más agria que nunca.
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fortuna » charles leclerc
Fanfiction¿Una fan de Red Bull trabajando como ingeniera de comunicaciones para Ferrari? ¿En qué estaba pensando cuando acepté esas prácticas en la escudería italiana? Ah, cierto. Pensaba en él. Por esta breve descripción, la historia podría parecer un enemie...