Helena Silva
Al día siguiente, todo estuvo normal entre Charles y yo. El acuerdo de seguir como amigos y compañeros de trabajo era respetado por ambas partes, así que intenté no agobiarme demasiado y centré todas mis atenciones en la clasificación. Conseguir la pole position en la primera carrera de la temporada marcaría una buena ventaja para cualquiera de los dos y todo el box de Ferrari lo sabía.
No podíamos cometer ningún fallo.
Charles salía el primero, pero tanto mi supervisor como yo nos mantuvimos a la espera frente a los paneles de control mientras él entraba en la pit lane. Apenas un minuto y veinte segundos después, Leclerc obtenía el primer lugar, pasando por delante del buen tiempo que Max Verstappen había marcado. Y, por si eso no fuera suficiente, Carlos se quedó con la segunda posición. Era una excelente noticia que todos celebramos y, para mi sorpresa, el mismo Mattia Binotto se acercó a mi puesto con la intención de felicitarme por haber mantenido tan bien informados a los pilotos.
Una felicitación no bastaba para sentirme realizada, pero se lo agradecía. Solo quería hacer mi trabajo correctamente, aunque, por el momento, dicha ocupación no había escalado a su parte más difícil. El domingo sería mucho más complejo porque deberíamos mantener la calma y ayudar a que conservaran esas posiciones.
Las últimas pruebas antes de la carrera no dieron errores ni problemas. Todo estaba perfecto. Y, entonces, mis ojos viajaron por sí solos al coche con el número dieciséis. Encontrarlo vacío me resultó contradictorio, pues, según había escuchado del resto de técnicos, Leclerc solía acompañar al resto del equipo hasta el momento de la verdad.
Todavía faltaba una media hora antes de la vuelta de calentamiento, por lo que imaginé que Carlos y él se encontraban en el chequeo médico previo. Esa idea se cayó a pedazos cuando vi al piloto español entrar solo al box. Intentaba recolocar su mono de carreras entre largas y densas exhalaciones. Al verme caminar en su dirección, terminó de subirse la cremallera con una sonrisa de nervios y emoción.
—Lena, buen trabajo. La radio se escuchaba de lujo —me felicitó—. ¿Estarás conmigo o con Lord Perceval?
—Gracias, pero tú también has clavado las curvas antes. Con Charles, al parecer —respondí a su pregunta—. ¿Sabes dónde está?
Examinó nuestros alrededores un poco confundido.
—¿No está aquí? —ante mi negativa, elucubró acerca de su repentina desaparición—. Puede que ande entre los camiones del paddock. Le gusta estar solo antes de las carreras importantes, pero es raro que no haya vuelto ya —me regaló una mueca—. ¿Estaría abusando de tu confianza al pedirte que lo busques? No quiero que Mattia se ponga de los nervios tan pronto —bromeó él.
El jefe se paseaba por todos las esquinas de nuestra base de operaciones provisional con tal de comprobar que las cosas marchaban correctamente y, después de dos días trabajando con él, había confirmado que era el hombre sosegado del que tanto había oído hablar. No obstante, nadie quería poner en riesgo ese buen ambiente de trabajo con nervios inoportunos o inseguridades de última hora.
—Claro —no dudé en encargarme de su petición—. Lo traeré enseguida. Ah, y buena suerte —le animé mientras me retiraba del box.
—¡Gracias! —gritó en un castellano limpio y agitó su mano hacia mí.
Me escabullí de todos los trabajadores de Ferrari que entraban y salían del recinto supervisando los preparativos finales.
Se respiraba el nerviosismo y, de alguna manera, yo también empecé a sentirme así. Se trataba de mi primera carrera con la escudería italiana y nada me gustaría más que dar la talla. Conseguir un doblete en el podio sería como un sueño.
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fortuna » charles leclerc
Fanfic¿Una fan de Red Bull trabajando como ingeniera de comunicaciones para Ferrari? ¿En qué estaba pensando cuando acepté esas prácticas en la escudería italiana? Ah, cierto. Pensaba en él. Por esta breve descripción, la historia podría parecer un enemie...