17 || maranello

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Helena Silva

Bajo el abrigo de los brazos de Charles, sentí que se movía de una forma extraña. A pesar de no ser una persona que se alertara cuando dormía con otros, achaqué aquella interrupción de mi preciado descanso a que no estaba durmiendo con mi hermano o con Julia, sino con el chico que me gustaba. Por ello, cuando se ladeó y vislumbré la pantalla de su móvil encendida, volví a cerrar los ojos con fuerza y me agarré a su torso cual koala.

Él notó mi movimiento y, rápidamente, regresó a su posición, recogiéndome en un suave abrazo.

—Mmm ... ¿Qué hora es? —mi voz regó sus clavículas.

—Apenas son las nueve —murmuró en un tono más bajo que el mío—. Sigue durmiendo, tesoro.

Una idea me asaltó antes de perder la consciencia de nuevo.

—¿Vas a irte?

No me di cuenta de que mis dedos buscaron el resguardo de su abdomen, pero él debió sentirlo, ya que se acercó un poco más y depositó uno de sus característicos besos en mi cabello.

—No ... —oírle me relajó tanto que no pude contener un suspiro de puro alivio—. Solo recibí un mensaje —me explicó.

Somnolienta, asentí.

—¿Y no tienes frío? Porque yo sí ... —la suave tirantez de mis nudillos lo corroboraba.

Davvero? —reproduje un sonido de aprobación y él llevó su mano derecha a mi nuca, protegiéndome de ese frío que se me había metido en los huesos—. Non posso permetterlo ... —farfulló, hundiendo la nariz en mi pelo—. E adesso?

Sabía qué había dicho, sin embargo, mis neuronas trabajaban a un ritmo demasiado lento como para poder responderle al instante.

—Mi traductor no funciona a estas horas —lo sentí reír en silencio—, pero ... Estás muy calentito ... —reconocí.

La ausencia de ropa hacía que sintiera mucho mejor su calor corporal. Gracias a eso, mis manos dejaron de temblar y empezaron a calentarse. Hundí mi mejilla en su almohada, acomodando la cara con el objetivo de que el frío también huyera de allí.

—Cierra los ojos —me invitó a seguir durmiendo—. Seré tu estufa particular toda la mañana ... —dijo, sin ánimos de bromear sobre mi comodidad.

Gracias ... —distendí los músculos y caí en un sueño más profundo que el anterior.

Cuando me desperté, imaginé que habían pasado varias horas. No me sorprendió encontrar la cama vacía. Si bien me hirió ligeramente despertar sin él a mi lado, no le di más importancia y bostecé mientras me atrincheraba bajo las sábanas, todavía con problemas para abrir los ojos correctamente.

Las persianas, no obstante, permanecían bajadas para que el sol de la mañana no me molestara. Al cabo de unos segundos, el olor de algo dulce y apetitoso me indicó qué tarea había sacado de la cama a Charles.

Abrumada por todas esas horas de sueño, me senté en el colchón y observé que a los pies de la cama había una bata de hombre. Así pues, deduje que la había dejado allí a propósito y, al poner los pies en el parqué de su cuarto, corrí a envolverme en dicha prenda para no perder el calor que había mantenido gracias a la presencia de Charles.

Me estabilicé y opté por dejar mis gafas sobre la mesilla. La ceguera no me ayudó mucho a encontrar el camino hacia la cocina, pero, por suerte, tenía el mapa mental de su apartamento grabado en la memoria. Su figura, desdibujada por culpa de mi miopía y astigmatismo agudos, entró en mi campo visual pronto.

fortuna » charles leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora