27 || failure

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Helena Silva

Todo empezó con el DNF de Carlos en la primera vuelta a causa de una imprudencia de Daniel Ricciardo. Aquello fue mala suerte, pero el mensaje que llegó a Charles fue el doble de duro. Todo dependía de él. El equipo esperaba que salvara el día y que pudiéramos llevarnos un logro a casa. Las expectativas pudieron con el monegasco, que, a diez vueltas del final, no aminoró la velocidad y descarriló en una de las curvas más complicadas del circuito.

Carlos estaba a mi lado cuando sucedió. Yo me puse en pie, reteniendo el aire hasta que vi el monoplaza rojo salir del arcén. No había sido la lluvia, sino su propia ambición de alcanzar a Pérez antes de que se alejara demasiado.

Parecía tener el alerón delantero dañado, así que Xavi lo derivó a bóxers. Aunque le hicieron el cambio lo más rápido que pudieron, Charles salió a pista noveno. Los ánimos en el box cayeron, varias personas se llevaron las manos a la cabeza, dando por perdida la carrera. Charles no dijo nada por la radio, pero yo bajé el micrófono de mis cascos, metiéndome en el trabajo que Xavi no estaba haciendo, y activé la conexión directa.

Nueve vueltas restantes —Sentí los ojos de Carlos en mi nuca—. Sigue presionando, Charles. Tienes a Magnussen a dos segundos —Le informé con apremio.

Charles no necesitaba aquel silencio en su radio. Entendía que Xavi debía comprobar los datos porque la posibilidad de retirar el coche en los siguientes minutos era real, pero su labor también radicaba en rehacer el plan inicial y valorar una nueva estrategia. Ese es el papel de un ingeniero de pista; ser lo que el piloto necesita.

No respondía y temí que estuviera tan ocupado en culparse por ese fallo como para no oír mis directrices.

Te copio —contestó finalmente.

Incapaz de alejar la vista de los monitores, noté la mano de Carlos en mi hombro.

Charles reaccionó a tiempo y logró una rápida recuperación. Un P6 no estaba mal después de aquella caída, aunque él no pensara igual y dejara bien claro en todas y cada una de sus entrevistas tras la carrera que aquel error era imperdonable, que tenía merecido ese sexto puesto por no haber estado a la altura.

Esperando a que terminara sus declaraciones a la prensa, Mattia me mandó llamar a la sala de reuniones. Algunos de los ingenieros salían de allí cuando llegué, entre los que se encontraba Xavi, que ni siquiera me miró a la cara al pasar por mi lado.

No me hizo ninguna gracia aquel desplante, pero su desempeño laboral durante la carrera fue más que cuestionable. Por lo tanto, decidí no sentirme como un cero a la izquierda y empatizar. Él no debía estar contento con su trabajo y eso era mucho más grave que un gesto desagradable o inmerecido.

Al entrar a la sala, Mattia me pidió que cerrara la puerta. Me comentó ciertos aspectos de lo ocurrido esa tarde, aspectos que debía revisar a fondo y puso mucho énfasis en que analizar las gráficas era nuestra prioridad si queríamos resistirnos al aplastante avance de Red Bull. No le quité razón porque la tenía.

Después de explicarme las pautas que seguiríamos las próximas semanas, tomó asiento en una de sillas repartidas por el amplio cuarto y suspiró, bastante estresado a mi parecer.

—Decidí confiar en Xavi porque él tiene más experiencia con el coche, pero metió la pata —Me contó de pronto—. No quiero que se repita en Miami, así que tú te ocuparás de la radio de Charles allí —Alzó la mirada, examinando mi semblante con detalle—. ¿Te parece bien?

No me importaba sustituir a Xavi para crecer y aprender como ingeniera, pero no me gustaba que se le relegara a un plano tan secundario. Él era el ingeniero de comunicaciones y de pista de Charles desde hacía años y yo no iba a quitarle su lugar. Esa nunca fue mi intención cuando llegué a Ferrari.

fortuna » charles leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora