87 || affrontements

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Helena Rivas Silva

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Helena Rivas Silva

Después del desastre de Francia, nos dedicamos en cuerpo y alma a trabajar en la carrera de Hungría, la última de la primera mitad de la temporada. Yo me emparejé con Ricciardo, enfocada en las estrategias de Carlos, mientras que Xavi se encargaba de las de Charles en un intento desesperado por solventar el mal rendimiento del coche con buenas ideas. Me habría encantado poder ayudarle porque estaba solo y la carga era muy pesada, pero las órdenes de Mattia eran claras y no fui capaz de contradecirlas.

Mi contrato para la segunda parte de la temporada no parecía preocuparle. Ya me habían llamado otros equipos y estaba valorando sus propuestas. Las que más me llamaban la atención venían de Alpine y McLaren. Red Bull también me había enviado su proposición y era de lo más suculenta. Ellos me ofrecían un sueldo muy generoso y unas condiciones de trabajo más que decentes, además de un puesto exclusivo en el muro. Al parecer, había movimientos entre sus ingenieros de pista, que estaban barajando la posibilidad de rescindir sus contratos, y, al menos el de Checo, ya había dicho que se marcharía a Aston Martin para la siguiente temporada. Así pues, podría disponer de una posición inmejorable en primera línea del equipo.

Sin embargo, mi paz mental era mucho más importante que todo aquello y por eso mismo estaba centrándome en analizar las propuestas de los demás.

A pesar de que esas lecturas se llevaban gran parte de mi tiempo de descanso, casi todos mis esfuerzos estaban puestos en Maranello, codo con codo con Ricky, que no podía ser mejor compañero y maestro. Sin duda, uno de los aspectos que más extrañaría si mi camino y el de Ferrari se separaban sería su consejo.

El Gran Premio de Hungría no mejoró demasiado nuestra situación. Al contrario, consolidó lo que todo el mundo veía desde fuera; que estábamos en un callejón sin salida.

Carlos quedó en cuarta posición y Charles fue sexto. Esos puntos conjuntos fueron bien recibidos, pero no los saboreamos debidamente porque en la fábrica no había sonrisas en exceso.

Por la noche, Julia y yo nos reunimos en su habitación. Mercedes había conseguido su segundo doblete en apenas dos semanas y quería compartir su felicidad mientras nuestros aviones no partieran a países distintos. Charlamos de varios asuntos, de los planes que nos esperaban al acabar la temporada y de otros tantos temas hasta que una llamada entrante en mi móvil cortó la fluidez de la conversación. Cuando leí el nombre de Lily, la novia de Albon, me fue inevitable sonreír ampliamente. Al descolgar, pensé en que no la veía desde el Gran Premio de Canadá.

—Hola, Lily —la saludé.

¡Lena! —exclamó, sobreponiéndose al ruido que la rodeaba—. ¿Dónde estás?

fortuna » charles leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora