09 || anxious feeling

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Helena Silva

Hacerle un favor a Mattia Binotto no entraba en mis planes aquella mañana, pero, creyendo que no perdería mucho tiempo en el edificio de prensa, me di el lujo de desaparecer del box de Ferrari durante más de dos horas.

Cuando me di cuenta de hora, todos mis nervios se juntaron y estallaron mientras bajaba las escaleras y alcanzaba la zona de ascensores. Utilizar uno me llevaría más rápido a la planta baja y no podía perder más minutos porque Carlos y Charles debían estar a punto de subirse a sus monoplazas. Si una de la ingenieras de comunicaciones no estaba allí, aunque fuera alguien prescindible por el momento, repercutiría gravemente en la valoración que dieran los jefes a mi rendimiento y una estimación negativa era lo último que quería oír al acabar la primera mitad de la temporada.

Agobiada, presioné el botón. Necesitaba que ese maldito cacharro de metal llegará de una vez o la idea de bajar esos cinco pisos por las escaleras no sería tan mala.

Esperé unos segundos y, de repente, una voz que no extrañaba en absoluto me sorprendió por la espalda.

—¿Tienes prisa? —no me giré ni un milímetro—. Pareces apurada.

—Todo está perfectamente bien.

Con la mirada al frente, continué contando los segundos para que ese maldito ascensor llegara. En esa ocasión, no tendría a Charles ni a Carlos para frenarme antes de decir más de lo conveniente y no estaba del todo segura de si podría morderme la lengua y tragar las cosas que quería soltar a ese cretino.

—No lo parece, pero fingiré que te creo —se burló y aguardó a mi lado durante unos segundos—. ¿Tus chicos de Ferrari todavía no han salido? —acabó preguntando.

—No —seguía negándome a ser educada y mirarle a la cara al hablar—. Son los siguientes.

—Pues déjame decirte que lo tenéis crudo hoy —ahí estaba su arrogancia y superioridad—. Es mi mejor tiempo desde que empezamos el año y dudo que ellos lo superen. Incluso el jefe de prensa lo piensa —incluyó en su discurso salpicado de una vanidad emponzoñada—. Me llamó cuando volví al paddock para organizar la rueda con los periodistas.

Claro, al ser el actual poseedor de la pole y uno de los mejores pilotos de la temporada, el jefe de prensa asumió que, si no quedaba primero al final del día, seguiría estando entre los tres primeros, y solo llamaban a los candidatos fijos para esos puestos antes de que la clasificación concluyera como tal.

A él ya le daban ese voto de confianza normalmente por el recorrido y la cantidad de victorias que llevaba a sus espaldas, pero nada de eso importaba en la Fórmula 1. Incluso un niño estúpido como él debería tener en cuenta los giros de guion que solían producirse en cada carrera. Había muchos factores y aspectos en juego, aunque la prudencia no era algo con lo que pudiese definir a Max Verstappen, desde luego.

—Ser tan engreído debe de ser difícil, ¿no? —escogí un insulto más suave.

Habría dicho algo mucho más fuerte si no estuviera pensando en las repercusiones que tendría mi mal comportamiento para el equipo. Por suerte, medí mis palabras de la mejor manera posible.

—En realidad, es una de mis cualidades más destacables —me lo restregó, orgulloso de ser el tipo más odioso de todo el circuito.

¿Qué ganaba comportándose así? ¿Burlarse y pisotear a sus rivales era algo que le cargaba las energías o algo por el estilo?

—Claro, porque no tienes ninguna otra —mi educación se desintegraba por momentos.

—¿Qué problema tienes conmigo, Helena? —inquirió, realmente curioso.

fortuna » charles leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora