31 || another partner

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Helena Silva

—¿Lena?

Dejé esas carpetas sobre la silla.

Recordaba aquella voz de los días de mi infancia, de mi adolescencia, pero nunca creí que la escucharía en Miami.

Al girarme, su nombre ya estaba en mi boca.

—¿Rafael? —respondí.

Incrédula, vi a ese chico del que apenas sabía y con el que había pasado tantos buenos ratos mientras vivía en Jaén.

Su barba había crecido bastante. También había cambiado un poco el corte de su cabello moreno, aunque su porte y esa radiante sonrisa seguían intactas. Igual que en mis recuerdos.

Él se acercó a mí, extremadamente contento, y me engulló en un nostálgico abrazo.

—No me puedo creer que seas tú —dijo en nuestro idioma natal.

No entendía por qué estaba en el box. No entendía nada.

—¿Ser quién? —Me reí.

—La ingeniera de la que todo el mundo habla —Su contestación me sonrojó al instante.

Con el bochorno de dicho reconocimiento subiendo por mis mejillas, Rafa se alejó de mí, rompiendo aquel abrazo. Cuando nos miramos, sentí que no era el mismo chico que había firmado parte de mi vida en el pasado. Había algo en sus ojos, en su semblante, que le hacía diferente. Una diferencia que no me daba la seguridad de antaño.

—No es para tanto —Le aseguré, incómoda por sus halagos—. ¿Qué haces aquí? ¿No estabas por España? —Desvié el foco de la conversación hacia él.

—Sí, pero tenía algunos compromisos en Miami —Me explicó, sonriendo—. Cosas de bolsa, ya sabes.

—Cosas que no me interesan mucho, sí —pegué mis manos a la tela de mis pantalones vaqueros.

Rafael disfrutó de mi humor como si hubieran transcurrido años sin disfrutar de él. Habían transcurrido años. Había transcurrido tanto tiempo desde la última vez que nos vimos, que no estaba muy segura de ver en ese chico al joven que fue uno de mis mejores amigos durante los meses más duros e insoportables que recordaba haber vivido.

Su compañía me hizo mucho bien en aquella época. Le debía agradecimientos que nunca salieron de mí y que, de alguna forma, me hacían sentir en deuda con uno de los primogénitos de la familia del Pino.

—Exacto —Aceptó mi escueta broma—. Resulta que me llegó la invitación para venir a la carrera de Miami y pensé en pasarme por el paddock. Solo conozco a una Helena Silva capaz de llegar al pináculo del deporte y estar en boca de todos, así que quise comprobarlo por mí mismo —Expuso el inocente motivo por el que había entrado al recinto del circuito.

Antes de responder, Andrea me saludó desde la esquina opuesta del box. Me pregunté dónde estaba Charles. La devolví el gesto con mi mano derecha y Rafa intentó seguir la trayectoria de mi saludo.

—Solo estoy empezando —Aclaré—. No hay ningún mérito en que hablen de mí por un par de carreras. Mi aparente fama puede esfumarse muy rápido —Incidí en lo efímera que podía ser mi aparición en los medios de comunicación.

—Sí, la fama puede ser pasajera, pero tengo la sensación de que contigo no ocurrirá así —Apostó, confiado. El color castaño de sus orbes me confundió momentáneamente. ¿De verdad lo sentía de esa manera? Alguien gritó mi nombre. Cuando identifiqué a Xavi al fondo de la sala, Rafael comprendió que no podía robarme más minutos—. No quiero entretenerte —Alegó—. Todavía tengo que ir a saludar a Binotto. Fue él quien me invitó.

fortuna » charles leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora