29 || keep it secret

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Helena Silva

Primero sentí la calidez de su pecho y la hogareña sensación de sus brazos abrazándome. Después, aquella voz de mujer se hizo más nítida y sobrepasó las barreras del sueño. Todavía no me había movido, ni siquiera había abierto los ojos, cuando distinguí las palabras que llegaban a través de la puerta de mi habitación.

—¿Lena? ¿Estás despierta? —Mis párpados se izaron como resortes. El cuello desnudo de Charles fue todo lo que vi en ese momento—. ¡Traigo la camiseta que me pediste! —gritaron.

Conecté los cables a una velocidad aterradora.

Aunque quedé paralizada, comprendí que se trataba de nuestra compañera, la encargada de redes, imagen y publicidad de Ferrari y, además, una de las personas que pasaba más horas al día con Charles. Se podría decir que, allí donde Charles tuviera una cita o reunión, allí estaba ella. Era, prácticamente, la sombra del piloto monegasco que dormía pegado a mí en esos mismos instantes.

Con ese miedo subiendo por mi garganta, golpeé sus pectorales. No fui muy suave, pero tampoco le asesté un golpe terrible. Charles debería haberse despertado, sin embargo, su quietud me dijo que no sería un trabajo fácil.

—Charles —Lo llamé en susurros. Intenté moverme, atrapada, como si hubieran cercenado mis extremidades en algún punto de la noche—, Charles, despierta —Deslicé mi mano por su cuello, agobiada. Justo entonces empezó a reaccionar, muy aletargado y torpe—. Es Mia —Insistí.

Hizo el intento de desperezarse, soltándome en el proceso.

—¿Qué? —preguntó, ronco.

Yo, acelerada, cogí en mi puño un trozo de su sudadera desabrochada y reclamé su atención a cualquier precio.

—Mia está fuera —Le dije.

—¿Lena? —Su voz se escuchó claramente en el cuarto. Ambos nos incorporamos, sobresaltados—. ¿Te has quedado dormida? Son más de las siete y media.

Una sucesión de escenas se proyectaron desde mi mente y ninguna de ellas apaciguaba ese pánico que palpitaba en mi interior, así que me forcé a hablar para que no sospechara más.

—¡Voy, Mia!

Aparté el pelo de mi cara y procuré no sumergirme en la histeria que llamaba a mi puerta.

Charles, un poco más tranquilo, salió de la cama y masajeó sus sienes. El velo del pesado sueño no le dejaba pensar en paz. Al contemplar mi nerviosismo en primera línea, maldijo.

—Joder —Se tocó los labios, inquieto. Tras una breve pausa, continuó—. ¿Y qué hacemos?

Si lo encontraba en mi habitación, tendríamos que enfrentarnos a todo lo que habíamos evitado esas semanas anteriores: preguntas, dudas y juicios de otras personas que no conocían el vínculo que había entre nosotros.

Apreciaba muchísimo a Mia, pero no cabía en mi cabeza que esa encerrona acabara con una explicación urgida que incluso ella podría cuestionar. No podía valorar esa opción, por lo que, lamentando que mi inseguridad fuera tan traicionera, sostuve el brazo derecho de Charles. Él me contempló con los nervios a flor de piel.

—Esconderte —Decidí—. Eso hacemos.

—¿Y dónde ...? —Parecía dubitativo.

¿Debajo de la cama? ¿En el armario vacío? Ningún lugar era lo suficientemente bueno para evitar la catástrofe que nos sobrevolaba, pero la puerta entreabierta del cuarto de baño se proclamó vencedora.

—Al baño, rápido —Le arrastré hacia allí.

—¿Pasa algo? ¿Necesitas ayuda? —Se pronunció Mia, empezando a preocuparse por mi tardanza.

fortuna » charles leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora