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Brock。

Isis no está de acuerdo, y bueno, yo tampoco, pero yo, como adulta, lo comprendo, ella, en cambio se desanima. Verla así me devasta. Es mi punto débil. Me arrodillo frente a Isis y le tomo las manos.

—Entiendes por qué va a pasar esto ¿verdad? —le pregunto con suavidad.

Isis dice que sí con la cabeza, sin cambiar de expresión.

—Te amo. Eres mi vida entera, te amo, te necesito siempre ¿lo sabes, no?

Vuelve a contestar que sí con la cabeza.

—Me encantaría pasar todo el día contigo, pero tengo que trabajar y tú debes ir a la escuela. Ahora eres una niña grande, de ocho años, y terminas la escuela a la misma hora que yo termino de trabajar, eso es por lo que vas a tener que esperarme treinta minutos después de las clases hasta que llegue por ti. Pero, puedes llevar un juguete, puedes entretenerte con él hasta que yo llegue ¿te gusta la idea?

—Pero jugaré sola, ¿verdad?

—Sí, jugarás sola, porque todos tus compañeros ya se habrán ido. Pero... pasaremos todos los días por un helado de camino a casa y te ayudaré a hacer tus tareas super rápido para que tengamos toda la tarde para jugar ¿te gusta la idea?

Isis vuelve a decir que sí con la cabeza, pero ahora su mirada lanza destellos de emoción. Sé que odia quedarse sola, es una bebé aun, pero ya no sé qué hacer. Pasé todas las vacaciones de verano de Isis pensando cómo acomodarnos a este nuevo horario en su escuela y no conseguí ayuda. Mi mamá trabaja a tiempo completo y no puedo pagarle a nadie para que cuide de mi hija, no me alcanzaría el salario.

Luego de esa conversación ayudo a Isis a preparar sus cosas para el colegio y superviso cómo se lava los dientes. Luego la espero dándole la espalda mientras se cambia la ropa por el pijama y finalmente la arropo en su cama. Cada año que pasa es más independiente y me facilita el trabajo de ser madre. Antes, por ejemplo, debía leerle un cuento para que se durmiera. Odiaba hacerlo, se me secaba la garganta y hasta me dolía la cabeza por tener que repetir los mismos cuentos una y otra vez, pero lo hacía porque eso a ella le gustaba y le servía. Luego no quiso más cuentos porque me pedía que le cantara unas dos o tres canciones de sus series animadas favoritas. Eso era mucho mejor que leer, era más entretenido y el proceso duraba mucho menos. Ahora solo le gusta que aplaste las mantas siguiendo su silueta para que parezca una sirena y le deje una lucecita encendida, la cual apago cuando ella termina durmiéndose. Es un alivio que tenga el sueño pesado, porque no se despierta en la noche asustada por la oscuridad y no me interrumpe el sueño.

Con Isis dormida, soy libre por tres horas antes de irme a dormir a la medianoche.

Luego de dejar a Isis en la escuela, camino con calma hasta la estación del metro. Si me diera prisa llegaría al trabajo con 20 minutos de adelanto y nadie me paga extra si trabajo un poco más. Saco mi teléfono, estoy esperando un mensaje. Realmente lo llevo esperando 13 horas. No hay nada, ninguna notificación de que él me haya hablado, aun así, abro nuestro chat. Ahí está todavía, el último mensaje que le dejé, aun sin leer:

Brock: Claro! Yo te cuido, pero no puedo asegurarte que te cuidaré de mí

Siempre hace lo mismo, estoy acostumbrada, sin embargo siempre me desanima. Levanto los ojos de golpe cuando mis piernas se estrellan con algo frío y sólido. Veo, con pánico, justo como una motocicleta estacionada cae al suelo por culpa del choque que le di. Hace un ruido peligroso al estrellarse contra el pavimento. Me contraigo, temerosa de mirar alrededor, sé que el dueño aparecerá pronto y su ira será más escandalosa que el ruido recién emitido de su máquina, aun así, no salgo corriendo. Temo que eso provoque una ira más grande en el dueño de la motocicleta.

Entonces él aparece con un vaso de café en la mano, recién salido de la Pastelería Marino junto a la acera, y una mirada de horror y rabia que dirige de la motocicleta a mí. A través de mi espanto veo que es de contextura fuerte. Está usando una camiseta negra, ajustada, con cuello ovalado. Los brazos están decorados (o manchados, según el gusto de cada uno) con tatuajes hasta la punta de los dedos, soy incapaz de distinguir las figuras, pero a simple vista es un desorden armonioso, lleno de formas y colores. Me mira incrédulo, a través de unos ojos grises impresionantes, no entiende qué hago ahí parada cuando ya debí haber levantado su motocicleta, lo cual es ilógico, no me la podría ni aunque tuviera la fuerza de dos yo.

—No te enojes —pido, levantando inconscientemente las manos para poner distancia entre ambos. De pronto arroja el vaso al suelo, salta café caliente que no me alcanza, pero sí me hace retroceder asustada.

—Y-yo lo siento, fue un accidente —la voz me sale temblorosa. Agrego al verlo levantar él mismo la motocicleta—. Puedo pagar los daños. —No, no puedo, así que estoy rezando para que me ordene que no quiere nada de mí para que desaparezca pronto de su vista.

—¡Sí, claro, vas a pagar los daños!

Se acuclilla para examinar su motocicleta como hago yo para revisar a Isis cuando me dice que se lastimó. Prueba encendiéndola, luego la apaga.

—Fue un accidente. No lo hice para molestarte.

—Sólo le rayaste la pintura —me avisa sin mirarme. Eso es bueno ¿no? Pagar la reparación de la pintura debe ser más barato que reparar una motocicleta que no enciende. El hombre dirige unos ojos enojados hacía mí—. Por andar mirando tu teléfono caminas como si no hubiera vida a tu alrededor. ¿Ahora te pondrás a grabar este momento para subirlo a tus redes sociales? Patética.

Ay, ya me hartó. Le ofrecí disculpas y la reparación y nada aceptó, entonces, si lo que quiere es pelear, yo soy la indicada. Nadie me conoce por ser un cálido sol.

—Es entendible que estés molesto, pero fue un accidente, cabrón. Ya me disculpé. ¿Quieres que te pague la pintura? Porque fue lo único que se arruinó.

—Pudiste haberla estropeado.

—Pero no lo hice. Estás lloriqueando por algo que no sucedió. Supéralo, histérico.

—Ya me has insultado dos veces —me advierte taladrándome con la mirada.

—Tres —corrijo levantando ambos dedos corazón en un doble gesto obsceno.

Bajo rápido las manos para que no vea que están temblando de miedo. Sí, tengo miedo, estoy aterrada, creo a cualquier hombre muy capaz de volarme los dientes con un puñetazo, pero sé mantenerme digna para no mostrarle a nadie que tiene poder de intimidarme. Este sujeto no me pidió que le pagara nada y ya me quedé tiempo suficiente esperando, voy a tomar eso como una invitación a irme desligándome del problema que yo ocasioné. Miro hacia atrás una vez y compruebo que no me está siguiendo, está otra vez inclinado revisando el raspón que le quedó a la pintura de su motocicleta. Mi cuerpo se deshace de alivio. Todo hubiera terminado bien por mi parte si no me hubiera llamado patética. ¿Quién carajo se cree ese bonito llamándome así? Un hombre atractivo de cabellos dorados y desordenado a propósito que insulta no es más que un desperdicio de ser humano.

 ¿Quién carajo se cree ese bonito llamándome así? Un hombre atractivo de cabellos dorados y desordenado a propósito que insulta no es más que un desperdicio de ser humano

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Mockup realizado por Annais_1947 de Editorial_Submarino

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Sol en invierno - Pronto se irá a BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora