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Isis se inclina para dejar un bonito ramo de flores coloridas sobre la tumba de su abuela. Brock saca las flores secas del florero y pone otro que trajo consigo.

—Mira quien vino, mamá —habla Brock.

—¡Mira, abuela! —exclama Isis señalándome con el dedo.

Me siento en el césped, entre las dos señoritas.

—Hola, Mercedes —digo—. Estuve ausente mucho tiempo, pero volví, todavía tengo asuntos pendientes aquí, con tus niñas.

—A eso hemos venido, mamá —le dice Brock a la lápida de concreto—, Mats quiere decirte algo.

Brock me anima con la mirada; Isis sonríe entusiasmada.

—Vengo a pedirte permiso para casarme con tu hija —miro a la hija de Mercedes que sonríe con las mejillas sonrosadas— y pedirte permiso para adoptar a tu nieta —miro a la niña, ella tiene una sonrisa infantil más grande que la de su madre. —Esta segunda vida que me han regalado es para vivirla por y para las dos mujeres que más amo. Ellas son la familia que siempre quise. Ya que es improbable que deje de quererlas y de necesitarlas, creemos que es buena idea formalizar nuestra relación. Como madre quieres ver a tu hija y a tu nieta bien cuidadas, bien amadas y bien feliz... Yo haré todo para que eso suceda. Puedes quedarte tranquila o puedes quedarte a ver cómo sucede, si te quedas, verás, también, a un hombre que encontró aquello por lo que volvió de la muerte.

Nos golpea una agradable brisa tibia. Isis gime asombrada; Brock se cubre la cara con las manos mientras se ahoga en llanto. Miro al cielo y sonrío.

—Comprendo —digo—, tengo tu aprobación.

***

Los ojos de Brock, cuando la veo mirándome, sé que nunca nadie me ha mirado así, ni la madre que tuve, ni el padre que decidió dejarme por irse con ella. Hay amor en es mirada que me dedica, hay felicidad y es por mí. Trato de encajar el anillo en su dedo mientras sigo mirándola a los ojos. Trato de devolverle los mismos sentimientos a través de mis ojos. Trato de encajar el maldito anillo y no puedo, debo bajar la mirada o estaré toda la tarde adivinando dónde está su anular izquierdo.

Cuando llevo el anillo hasta el fondo, vuelvo los ojos otra vez a los de ella. Sé que en el mundo y en la historia de la humanidad, muchos hombres han amado con la misma fuerza que amo a Brock, pero nadie podrá amar a esta mujer como yo lo hago.

—Por el poder que me confiere la iglesia, los declaro marido y mujer —oímos al sacerdote y nos sonreímos—. Puede besar a la novia.

La atraigo hacia mí de la mano que nunca le solté. La recuesto en mi brazo. Brock suelta un gritito de sorpresa. Me inclino y reclamo esa boca con la mía. Me siento poderos cuando ella me acompaña. Me siento estúpidamente feliz. Gracias a la vida que me permitió volver para vivir esto, joder, gracias.

Ayudo a Brock a enderezarse. Busco a Isis en la primera fila de invitados. Mi niña da saltitos de felicidad mientras aplaude con la misma euforia que el resto. La conocí tímida, seria, callada, llegué a creer que esa era su personalidad, pero no, es esta. Quisiera el crédito y sé que Brock también, pero el mérito mayor es de su sicóloga.

Estiro un brazo y llamo a Isis moviendo los dedos. Ella se nos acerca. No bajo el brazo, tengo la mano estirada para que me la tome. En cuanto lo hace, la levanto. Me abraza la cintura con sus piecitos y se agarra de mis hombros. Brock la abraza y yo abrazo a Brock con el brazo que tengo libre.

—Acerca tu oreja —le digo a Isis—, quiero decirte algo.

Ella obedece. Claro que obedece, jamás le pediré algo que le haga daño y lo sabe. Acerco mis labios a su oreja y susurro:

Sol en invierno - Pronto se irá a BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora