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Mats

Me enfoqué en banalidades y terminé furioso, cuando tenemos encima un problema más grande, un verdadero problema, no como ese de saber quiénes estuvieron antes de mí en la vida de Brock. James me dijo solo dos palabras, pero fue eso más su tono, suficiente para entenderlo todo. El padre de Isis está en casa de Mercedes, puedo sentirlo.

Estaciono el 4X4 afuera de la casa y me bajo. Allá lo veo, peleando verbalmente con el guardaespaldas. Su único fundamento que grita a rabear es <<es mi hija>> Le desespera que el guardaespaldas lo siga de derecha a izquierda, impidiéndole avanzar.

Me acerco a ellos. Tal vez no lo convenza de nada, pero sí lo educaré un poco.

—Si sigues gritando, los vecinos llamarán a la policía —le advierto con calma, no me saldré de control, solo así el juego estará a mi favor.

—¡Que vengan! —rabea él, no sé si me reconoce, pero estoy seguro que le gritaría a cualquiera que no le preste ayuda.

—¿Y de qué va a servir? —pregunto cruzándome de brazos, mientras el guardaespaldas esté entre nosotros, ese hombre no se me puede tirar encima, por ello no necesito ninguna posición de ataque—. La policía te ayudará tanto como ayudaron a Brock la primera vez que los llamó —disfruto ver cómo al hombre se le desfigura el rostro al enterarse que conozco los sucesos del pasado—. La ley no es como tú se la contaste a Brock, la ley está a favor de Brock. Solo un juez puede obligarla a compartir a Isis contigo, y a los jueces llegas con abogados. ¿Tienes abogados? Yo sí. Y los míos están peleando para que no puedas acercarte a ninguna de las dos.

—Ni me importa esa enferma, yo solo quiero ver a mi hija.

—A mi mujer te vas a referir como Brock, únicamente como Brock —le advierto. Estoy asqueado de este insignificante y nauseabundo ser—. Si no me crees que la policía no cumple ningún papel aquí, sigue gritando, deja que vengan, te vas a dar cuenta que tus gritos no sirven de nada, tus gritos ya ni siquiera asustan a nadie.

Me descruzo de brazos y giro sobre mis talones. Este imbécil ya no puede decir que no sabe cómo recuperar a su hija y por eso sigue llamándola como si tuviera algún derecho sobre ella. Sus derechos los perdió en el momento que les puso una mano encima, y yo me encargaré de que a la ley le valga una mierda sus derechos.

Llamo a la puerta principal. James abre lo suficiente para que mi cuerpo entre de lado. Lo hago sin hacer preguntas, detalles como estos no me inquietan en este momento. Aun así entiendo por qué mi amigo no pudo abrir toda la puerta: Brock está sentada en el suelo, con las piernas levantadas y la cabeza apoyada en las rodillas. Pregunto por Isis mientras me arrodillo frente a mi chica. James me informa que está en la habitación con Mercedes. Ninguna de las dos está tranquila, pero nadie está peor que Brock.

—Amor —la llamo poniéndole las manos en los brazos que le rodean la cabeza.

Ella sacude los brazos para apartarme.

—En este momento no te necesito, Mats —su voz suena débil y quebrada. Si ella es la afectada, ¿por qué soy yo el que necesita ser envuelto en sus brazos y sentir su amor?

—Cariño, lamento lo que te dije. Me comporté como un imbécil y te falté el respeto, lo reconozco. Te pido perdón.

—¿Tengo que soportarte hasta que tu retorcida cabeza entienda que no soy culpable de las cosas que hice antes de conocerte? Sabes que me cuesta confiar en ti y en esta relación y lo arruinas —ni siquiera me grita, no tiene fuerzas para eso.

James me dice que me encarga a Brock, él estará en la sala pues tiene que trabajar. Primero va a mi auto por su laptop y luego hace lo que me dijo.

—Te pido que no dejes de confiar en mí —le digo a Brock—. Estás a salvo conmigo en todas las formas posibles.

Sol en invierno - Pronto se irá a BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora