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Brock。

—Dices que no seré constante en tu vida, pero aquí estoy, después de que me sacas una y otra vez. Sé que es porque tienes miedo y no confías en mí, jamás podría culparte o enojarme por llevarme todo tu rechazo como si hubiera sido yo quien siempre te traicionó y fue cruel contigo. Si me das una sola oportunidad, te prometo que la aprovecharé al máximo.

Mi cabeza niega automáticamente. Mi consciencia, mi sentido común, mi experiencia me ayudan a actuar para responderle a Mats, ya he pasado por esto: hombres buenos, prometiendo cosas y bueno, aquí estoy, soltera desde hace cinco años, después de tres años viviendo en el infierno, completamente harta de oír los mismos diálogos una y otra vez por parte de todos ellos.

En el pasado, luego de dejar al padre de Isis, se me hacía fácil tronar los dedos y decirle a un hombre tedioso, celoso, controlador, sin gracia o de cualquier característica que me sacara de mis casillas, hasta aquí llegamos. Mats colma mi paciencia, se mete en mi vida y en la de mi hija y eso es algo que soporto mucho menos que un hombre que me reclama porque no podemos vernos con más frecuencia, Mats toca una fibra sensible cada vez que se mete en mi vida personal y aquí estoy, incapaz de tronar los dedos para él.

Y lo peor es que lo rechazo, y aquí sigue, en lugar de enfadarse e irse rindiéndose conmigo, se me acerca un poco más y me acaricia la mejilla. Su ternura me está derrumbando, lloraré conmovida y agradecida si no se va, provocando que me desilusione de él. Tal vez por eso no se va, porque sabe que me desilusionaré de él.

Dejo que me abrace. Me encanta que se comporte como un amigo. Cierro fuertemente mis brazos alrededor de su cuerpo, no quiero que se vaya. Odio que mis demonios vociferen en mi cabeza advirtiéndome del peligro, quiero pasar a la parte en donde me convenzo, donde convenzo a mi corazón y a mis sentidos que ya no hay peligro, que con Mats estamos a salvo.

—Isis será más difícil de convencer que yo —digo. Mierda, ¡mierda! Estoy cediendo, pese a que lo sé, no puedo mantener la boca cerrada—. No puede vernos juntos, y sabes que ni siquiera puedes venir aquí como un amigo si ella también está.

Mats intensifica la presión de su abrazo, es cómodo y cálido este lugar. Aquí hay paz. Lo oigo y lo siento a través de su pecho presionando contra el mío, cómo suspira de alivio.

—Isis tiene miedo de vivir con un hombre, lo respeto, Brock. Estaba pensando buscarle ayuda con un psicólogo infantil.

—Lo sé, yo también lo pensé. Antes no podía pagarlo, pero ahora sí tengo dinero para eso. Mats, necesito que entiendas que no tienes derecho ni responsabilidad sobre Isis. A ver, no sé cómo decir esto de manera dulce, tal vez no se pueda: Me he encargado de Isis por cinco años sin ayuda de nadie, no te necesito para nada referente a ella. ¿Lo comprendes? Isis es mía, no la voy a compartir contigo.

—¿Puedo hacerte sugerencias o aconsejarte?

—No. Saca a mi hija de tus pensamientos y de tus palabras. Haz cuenta que no tengo una hija y no podemos estar libremente juntos porque tengo marido.

Mats expresa su desconformidad a través de su expresión. ¡Pero si es una buena comparación!

—Dime que lo entiendes y que vas a respetarlo —le pido. Necesito esto, debe entender que estar conmigo no significa que debe cargar con la tremenda responsabilidad de un hijo que no le pertenece.

Mats hace un movimiento afirmativo con la cabeza mientras sus labios dibujan una tenue mueca. Este hombre es terco, ahora me obedece, pero en el futuro y tal vez uno bien cercano así como la próxima semana, estará poniéndose terco con este asunto otra vez. Pero con que me obedezca por un tiempo es tranquilizador, ya cuando vuelva a mencionar a mi hija volveré a hablar con él.

Mats ahueca sus manos en mis mejillas. Me está mirando con una sonrisa. Junta su boca con la mía solo para acariciarme el labio inferior con la lengua, como si estuviera recogiendo restos de algo dulce y vuelven sus hermosos ojos a los míos. Se atreve a susurrar un "te amo" que me sobresalta y crispa mis ojos. Como me duele oír esa palabra de boca de un hombre, evoca recuerdos insoportables. Niego con la cabeza, no es cierto, no me ama. A mí los hombres no me aman. Aprieta ligeramente sus manos para que no pueda seguir negando con la cabeza, mientras él hace un movimiento afirmativo con la suya y sonríe un poco más.

—Sí —me dice—, te amo. 

 

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Sol en invierno - Pronto se irá a BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora