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Mats。

Quiero ayudar a Brock y al mismo tiempo sentir que mi existencia es útil para alguien. Es algo que verdaderamente necesito.

En el local siguen Ana y Clío, como dos hermanas que también son amigas, deben tener mucho qué chamullar. Pero veo, al entrar, que Clío tiene su bolso colgando del brazo, está lista para irse. Cortan la comunicación al verme. Ana debe estar furiosa e indignada con Brock y, por extensión, conmigo también. Tal vez sea mejor disculparme en nombre de Brock. Tan pronto como abro la boca, Clío alza la voz, interrumpiéndome con dos sencillas palabras:

—Hemos terminado.

—Sólo iba a disculparme con Ana por el comportamiento de Brock —explico. Y mirando a mi cuñada, bueno, ahora ex, agrego—: Disculpa, Ana.

Voy a mi estudio, mi cliente está sentado, mirando su celular. Cierro la puerta detrás de mí y continúo trabajando.

Todo el día me pregunto qué hará ahora Brock con Isis, ya que se quedó sin niñera para que la retire del colegio. Pero, obvio, no debo preguntar. La comparación de Isis con un marido sí es buena. Molestosa, pero eficiente. Si quiero saber algo de Isis, debo pensar en ella como el marido de Brock. ¿Quiero saber cómo el marido de Brock volverá a casa por las tardes? Definitivamente no. Esa comparación me sirve a ratos, para calmar la preocupación por Isis, y cuando no estoy calmado, estoy preocupado. ¿Quién va a retirar a Isis del colegio?

No me importa que Brock se enoje, se lo preguntaré por mensaje. Lo envío y continúo tatuando. Un mensaje no puede afectarme, porque no es un grito aunque esté cargado de molestia.

Veinte minutos después reviso mi teléfono, no ha sonado avisándome que tengo un mensaje. Veo y me enojo porque Brock sí leyó mi mensaje, solo no lo ha querido contestar. Sé que Isis no es mi responsabilidad, pero quiero ayudar ¿por qué no lo entiende?

Termino este tatuaje a las cinco treinta. Luego de que mi cliente se va llamo por teléfono a Brock, va a responderme quiera o no. Brock me corta. La vuelvo a llamar. Me vuelve a cortar. La vuelvo a llamar, esta vez deja el teléfono sonar hasta que se acaba el tiempo de espera y me manda a buzón. Por las malas quiere hacerme entender que no debo preguntar por Isis. Está bien, ya entiendo, voy a desaparecer de la vida de Brock por hoy.

Al día siguiente tampoco sé nada de ella, ni ella de mí, igual que siempre.

A las dos con cincuenta de la tarde le digo a mi cliente que nos tomemos un descanso, y salgo del local. Voy a dar un paseo. Termino recorriendo la calle afuera del colegio de Isis. Por la hora veo que la campana va a sonar en cualquier momento. Me mantengo distanciado, solo quiero ver qué va a pasar con Isis.

Después del toque de campana, ella y sus compañeros salen por la puerta principal y se disipan por el jardín en dirección a quienes corresponda, menos Isis, que va a sentarse a una banca bajo el sol pues, evidentemente, sabe que nadie pasará por ella hasta dentro de un rato. Espero no más de cinco minutos, un tercio de los adultos se han retirado con sus niños. Llego a la puerta principal y llamo a Isis. Ella se acerca, pero estoy cien por ciento seguro que no va a cruzar la puerta para irse conmigo si se lo pido.

—Hola, Isis —digo, acuclillándome.

—Hola, Mats.

—¿Esperas a tu mamá?

—Sí. Le prometí que no me pondría triste, la iba a esperar sin llorar.

Trago saliva. ¿Isis lloraba por quedarse sola esperando a Brock?

—Estaba dando un paseo y te vi aquí ¿puedo quedarme contigo esperando a tu mamá?

—Bueno, pero estamos en la puerta, estamos molestando. Yo no puedo salir sin mamá y tú no puedes entrar porque mi profesora te puede retar. ¿Qué hacemos?

Sol en invierno - Pronto se irá a BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora