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Mats。

Meto los dedos debajo de la cinturilla de su tanga y tiro de ella hacia abajo. Brock arquea la espalda, para abrirse el broche del sostén. Me tengo que levantar para sacarle esa única prenda que nos impide estar piel con piel. También aprovecho de quitarme el resto de la ropa. Desde mi posición aprovecho de contemplar la desnudez de Brock, sabía que sería gloriosa, pero su figura va más allá de lo que mi imaginación me permitió ver de ella. Es más que gloriosa, no sé si existan palabras para describir su belleza. Una vez que me desnudo, subo otra vez al colchón.

Brock se pasa las manos por el pelo, peinándoselo hacia atrás para despejarse la cara.

—El hombre más atractivo del país por seis años consecutivos —recita mirándome el cuerpo como si fuera un pedazo de carne recién salido del horno—. Esa revista tiene toda la puta razón.

Atrae mi cabeza hacia la de ella, pega su boca con la mía que un instante antes, estaba sonriendo por su comentario. Nuestras lenguas se buscan y se encuentran, saben cómo comportarse para dar y recibir placer. Estiro un brazo hacia el mueble que tengo junto a la cabecera y abro el cajón. Con los dedos busco un preservativo. Lo encuentro y lo saco. Separo las piernas de Brock con mis rodillas, luego irgo la espalda para romper el paquetito. Brock se apoya en un brazo para acercarse sin perder el equilibrio hacia atrás. Pasa la lengua por mis abdominales, su otra mano baja por la curva de mi trasero y me entierra los dedos. Saco el condón. Brock vuelve a recostarse sobre los almohadones, por lo que queda ligeramente sentada. Me pongo el preservativo, ahora sí, finalmente, no más excusas. Pongo mis rodillas debajo de sus piernas y acomodo mi miembro entre sus muslos. Apoyo un codo junto a su cabeza y la penetro.

—Oh, Dios... —gime mientras que a mí se me escapa un gemido ronco desde el fondo de la garganta.

Nunca había experimentado este grado de placer. Es una sensación exquisita, todo con ella lo es. Brock acaricia mis pectorales, desliza las manos por mis abdominales y mi cintura. Me entierra los dedos en la carne, salvaje, no tiene piedad. Los movimientos de mi pelvis nos arrancan los gemidos y a ella se le ocurre gemir mi nombre, provoca que me mueva más rápido dentro y fuera de ella y luego en círculos. Se muerde la boca y arquea la espalda. Cada faceta que conozco de ella me ha gustado, me ha enamorado, pero verla excitada es para volverme su puto sumiso. Deseé someterla, ponerla de rodillas, y terminé siendo yo el que cayó a sus pies. Me lame el cuello, luego muerde y succiona, quiere marcar mi piel, dejar su huella en mí. Ya lo hiciste, corazón, así que sólo muérdeme por placer.

No puedo más si su boca y su lengua besan mi piel y de su garganta se oyen intensos gritos de placer. Brock cae sobre las almohadas, se agarra de las sábanas y arquea la espalda. Esa es la señal que estaba esperando. Le tomo las caderas para ir con más fuerza. Se retuerce debajo de mí, se ahoga en sus jadeos. Termina en un orgasmo que la derrumba sobre las almohadas. Embisto un par de veces más y acabo yo también, dentro de ella. Me desplomo a su lado.

—Mats... —gime sonriendo, enredándome los dedos en el pelo.

—Brock... —La beso con necesidad, quiero más de ella, toda la noche.

Esta es la mujer que quiero para el resto de mi vida, cresta, no sé cómo lidiar con este sentimiento, soy inmensamente feliz.

Me despierta el canto de un pájaro, pero no un canto armonioso, sino el molesto sonido artificial que viene del teléfono de Brock.

—¿Por qué esa mierda siempre está sonando?

Brock berrea con la cara entre la almohada, me complace tenerla desnuda debajo de mis sábanas, pero ese maldito silbido sabe ponerme de mal humor.

Sol en invierno - Pronto se irá a BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora