Sol en invierno - Pronto se irá a BORRADOR

35)

Brock｡

<<¿Ya te sientes útil?>> ¿Quién le pregunta eso a otra persona? Pero lo peor fue la respuesta de Mats: siento que mi existencia le sirve a alguien. En eso estoy pensando luego de incorporarme y ver a Mats nadar en la piscina. Voy hasta allá. Me siento en el borde y meto los pies al agua. Mats no me ve pues está nadando hacia el otro lado. Se sumerge en el agua, cuando sale, está mirando hacia mí y grita:

—¡Aléjate del borde!

—Estoy bien —contesto levantando los pulgares.

Mi desobediencia lo obliga a nadar rápidamente hacia mí y salir del agua. Se sienta en el borde, junto a mí. Su brazo rodea mi cintura como si fuera un gancho.

—Casi caes al agua. James te salvó —me avisa.

Hago una mueca.

—Pasó muy rápido, apenas alcancé a salir del agua.

Mats me toma la barbilla, tiene una mirada rencorosa.

—Tu cuerpo desnudo cayó sobre el de James y no creo que le haya molestado.

—Mats —me río—, no lo hice a propósito.

Me suelta la barbilla y se pasa la mano por el pelo mojado, peinándolo hacia atrás.

—¿Volvamos hoy en la noche a tu casa? Así no tenemos que levantarnos temprano en la mañana y tenemos todo el domingo para nosotros.

—Si, buena idea. —¿Cómo que ya sientes que tu existencia le sirve a alguien? Entonces ¿cómo te sentiste los 24 años que viviste antes de conocerme? Suspiro desde lo más profundo, temo que entre los dos, yo no era la única que estaba rota.

—Oye —le digo, en voz baja—. ¿Por qué antes de mí no te sentías útil?

Mats respira profundo por la nariz. Pone su mirada en el agua. No soy experta en calcular la hora dependiendo de la posición del sol, pero creo que no se ha movido mucho desde que lo vi antes de dormirme.

—El 10 de abril del 2014 yo estaba volviendo a esta casa de la escuela —me cuenta, hunde los hombros, no vuelve a mirarme. Siento que está viendo los sucesos que va a contarme—. Estábamos en horario de invierno y llovía torrencialmente, por lo que el cielo estaba oscuro, parecía de noche. Tan pronto como puse un pie en el puente Loormo, (uno de los siete que hay a lo largo de la autopista), vi a una mujer alta y estilizada agarrarse de la baranda del puente con miedo a caerse y mirar hacia abajo, calculando la distancia o preguntándose cuánto tardará su cuerpo en llegar abajo. Tenía los hombros encogidos, como si llevara peso. Se escuchaba la lluvia golpeando el puente con rabia y más abajo el rugir de los autos cuyas luces pasaban alumbrándonos hasta que cruzaban el puente por debajo. Cualquier persona habría seguido de largo y vivido su vida como hasta ese momento. Tal vez no le habría dado importancia a esa mujer, o de haberlo hecho, habría pensado que solo estaba mirando desde la cima del puente por primera vez, pero, de alguna forma yo sabía que esa mujer tenía intenciones de lanzarse. Aun sabiendo que el suicidio era lo único que estaba pasando por la cabeza de esa mujer, podría seguir de largo, solo para no tener que involucrarme en algo trágico, pero sé que de haberlo hecho no habría encontrado manera de lidiar con el remordimiento.

>>Me detuve cerca de ella. Miré hacia abajo igual que ella, si la caída no la mataba, lo iban a hacer las ruedas de algún auto. Pude ver que tenía el pelo pegado a la cara por el aguacero, además de llevar puesta la capucha del abrigo. <<Es una buena vista, ¿no?>> pregunté. La mujer dio un brinco de tal manera que despegó los pies del suelo, pero no se volvió a mirarme. No intentó seguirme el juego con eso de la buena vista, porque ella sabía que yo sabía cuáles eran sus intenciones. Ya en ese punto, yo creía que era innecesario convencerla que quería ser su amigo por alguna razón que había esperado se me ocurriera después de proponérselo. <<No sé, ni me imagino, cuál fue la fuerza que la llevó a esta decisión, pero créame que hay solución a todos los problemas. Si no sabe la respuesta, busque ayuda, por todas partes hay quienes pueden ayudarla>> le dije. Se esforzó por asentir con la cabeza, dándome la razón, pero yo sabía que solo quería que me fuera pronto. <<No lo haga>> Mi voz sonó más suplicante de lo que debió sonar. Alrededor nuestro, al aguacero impactaba escandalosamente. Ella estaba empapada, como si acabara de salir de una piscina. Volvió a mover la cabeza en un gesto afirmativo, diciéndome que me haría caso y no se lanzaría. Estaba pensando en cómo me estaba mintiendo cuando la vi correr hacia la baranda del puente. No supe cómo reaccionar.