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Brock。

Imaginen dormirse en un baño público y despertar sentada en un auto en medio de la noche. Esa sensación es la que siento hasta que Cole me explica cómo me encontró. Los recuerdos de lo vivido me caen de a poco, voy uniendo las piezas hasta que lo recuerdo todo. Qué asustada me sentí antes de que se me ocurriera refugiarme en el baño del minimarket.

Con Cole volvemos al ClubLarson. Esta vez el guardia nos deja pasar sin siquiera mirarnos. En el aseo me limpio el alcohol de la piel y voy por otra bandeja. Al final de la noche, el encargado de la barra me da un gordo fajo con billetes y me voy feliz, porque no volví a dormirme, porque me alcanza para reparar mi auto y porque no volví a ver al cabrón señor Larson.

En mi casa me doy un baño mientras Cole prepara café, lo vamos a necesitar, después de asearnos y desayunar, cada uno se irá a trabajar. Pasamos primero a casa de mi mamá, Cole se esconde mientras yo recojo a mi hija y luego entra a la casa para cambiarse de ropa. En el camino le cuento a Isis que, después de retirarla del local de la Av. 12, iremos a retirar nuestro auto del mecánico.

Dejo a Isis en su colegio y camino a la estación de metro. Me siento bien, no siento que no he dormido en 24 horas. Desayuné bien, almorzaré bien, tomaré mucho café y sobreviviré hasta las nueve de la noche. Luego me tiraré en mi cama libre de decidir si seguir despierta hasta la medianoche o dormirme temprano.

—Perfecto, estás mirando al frente —comenta alguien con un tono burlesco. Veo que camina hacia una motocicleta, pero me mira a mí.

¡Aj! Es él.

—Y lo que veo es horrendo —contesto.

—Es porque estoy vestido —me molesta, buscando incomodarme, ruborizarme, entorpecerme, algo, pero no me inmuto. Soy mujer, escucho esas berreas a diario.

El cabrón se pasa una mano por la nuca, incómodo.

—Oye —me dice—. Lamento demasiado haberte sacado anoche del club. Si hubiera conocido tu situación, jamás lo hubiera hecho.

Le ofrezco una risa sarcástica. Sus disculpas no me sirven, su lamento no me conmueve.

—Si una mujer te suplica aterrada, creo yo, y lo cree también cualquier persona con algo de piedad, que es razón suficiente para escucharla.

—No discutiré contigo sobre eso, tienes toda la razón.

Me enfurece que me diga eso. ¿Está actuando? ¿Quiere conseguir que baje la guardia?

—Váyase a la mierda, señor Larson.

El hombre inhala por la nariz, poniendo los ojos en blanco.

—No entiendo cómo una grosera como tú puede criar a una niña tan educada.

Esas palabras sí me provocan, pero no es la reacción que seguramente él esperaba. De un manotazo le tiro encima el café caliente. Lo oigo gemir de dolor, lo veo apretar la mandíbula. Se separa la camiseta de la piel, odiándome con la mirada. Siento que va a golpearme. Trago saliva, necesito decirle algo más antes de irme, no me importa parecer patética y correr, pero lo haré, porque siento que va a golpearme.

—Es para que sea mejor que yo —le contesto—. Y a mi hija no la mencionas. Ahí también tienes por haberle pegado a mi amigo.

—¡Él me pegó primero!

—¿Soy la perra que te parió que vienes a acusarlo conmigo? ¡Abusivo! —Cole diría "Con esa boquita nunca vas a conseguir marido" para molestarme porque sabe que eso no me interesa. Y yo le contestaría "Soy mamá soltera, ni siquiera conseguiré enamorar a un hombre, así que..."

Sol en invierno - Pronto se irá a BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora