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Mats

Termino con mi cliente. Mientras él contempla su nuevo tatuaje en el pecho frente a un gran espejo que tengo pegado en la pared, yo tiro a la basura las tintas que sobraron, las agujas y le quito el film a la superficie y a la máquina de tatuar para tirarlos también. Le dicto las indicaciones correspondientes para cuidarse su nuevo tatuaje. Él menciona unas cuantas palabras de gratitud y elogios hacia mi trabajo antes de marcharse. Siempre atiendo a un cliente distinto cada día, la calidad de mi trabajo nos obliga a ellos y a mí estar muchas horas juntos en el día, para así terminar el tatuaje en una única sesión. Pero este tipo que acaba de irse no soportó el dolor en nuestra primera sesión y, luego de oírlo llorar (literalmente), por tres horas seguidas, decidí terminarle el tatuaje en una segunda sesión que le agendé para cuarenta días después, hoy, fue el único momento que tenía libre para atenderlo. Luego de que se va, sanitiso mi área de trabajo y cubro todas las superficies con papel film transparente mientras espero a mi cliente de ese día. Él quiere un retrato de su perro en blanco y negro en un tamaño de 15 por 15 centímetros. Me especializo en retratos en blanco y negro. Sé, puedo y me gusta hacer tatuajes a color, pero se me hace muy difícil explicarles a ciertos clientes que el color no quedará bien por su color de piel. Un día, hace muchos años, decidí dejar de estresarme por eso y me hice famoso por retratos en blanco y negro. Actualmente rara vez aparece un tarado que me pregunta si le puedo dibujar una mariposa azul o rosas rojas, la mierda más común que se tatúan. No hago mierdas trilladas ni tatuajes a color y punto.

Alrededor de las tres de la tarde llega Ana, una tatuadora que arrienda un estudio en mi local desde hace seis meses. Todos los días se va por espacio de treinta minutos para ir a buscar a su sobrina a la escuela y llevársela a su hermana Luisa. Se encuentra en la puerta principal con Emmet, que va saliendo. Emmet y su mala costumbre de inmiscuirse en la vida de otros para generar conversaciones interesantes (para él) e incómodas para el resto consiguió que un mes atrás, Ana y yo descubriéramos que estábamos vinculados de otra forma a excepción del trabajo. Resulta que yo llevaba un mes saliendo con Clío cuando me enteré que es la hermana de Ana. Ella que tampoco tenía idea si quiera que su hermana estaba saliendo con alguien, también se llevó una sorpresa. No es una anécdota interesante como para contarla en una cena familiar.

Mi sorpresa esta tarde me lleva a detener la mirada en una niña que acompaña Ana. Cuando hago tatuajes en lugares del cuerpo que no requiere ocultar del ojo público, trabajo junto a la pared de vidrio que separa mi estudio del vestíbulo. A través de esa pared estoy viendo lo que estoy viendo. Es una niña como de la edad de Rafaela, de piel color canela y ojos redondos y oscuros que lucen asustados, como si Ana se la hubiera traído engañada. No necesito acercarme consultando por más detalles para enterarme de lo que pasa aquí, porque Ana deja a la niña sentada en el sillón y viene a mí saludando.

—¿Almorzaste? —me pregunta después.

—Aún no —contesto sin dejar de tatuar el antebrazo de mi cliente—, cuando termine aquí.

—Soy niñera —bromea Ana.

—Eso estaba esperando que dijeras.

—Este sería un muy mal lugar para traer niños secuestrados —bromea mi cliente.

—Tan mal como secuestrarlos —contesto.

—Hablé con su mamá, me ofrecí a cuidarla a diario mientras llega por ella. Ayer la dejó sola en la escuela, me partió el corazón como miraba asustada a todos lados esperando ver llegar a su mamá.

—Alguna razón debió tener para llegar tarde —comento.

—No sé, me parece que iba a llegar tarde todos los días, me dijo que se lo notificaría a la profesora. ¡Cuánto me indigna que tengan hijos si no van a cuidarlos como ellos se merecen!

Sol en invierno - Pronto se irá a BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora