Capítulo 40: ajenas.

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Izabella

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Izabella.

Si alguien nos viera ahora mismo, pensaría que somos una pareja saliendo de una fiesta... pues la estoy cargando para llevarla a mi auto y así llevarla a su casa, me comprometí con ese sujeto al que ella llama novio, pero no voy a negar que esto, aunque es algo que no esperaba, no me molesta en lo absoluto tal vez es porque a pesar de todo Em y yo solíamos ser mejores amigas.

—La verdad ella no está pesada así que puedo llevarla fácilmente ¿Por qué tomó tanto? Se lo advertí y aun así lo hizo.

Finalmente llegamos a mi auto, recliné el asiento para que descanse mejor; está dormida, pero no puedo evitar ver que los años la han hecho aún más hermosa.

—Sus labios son tal y como los recuerdo, sutilmente sensuales... con ese color rosa.

¡Pero que carajo, estoy diciendo! El alcohol debe estar haciendo efecto también en mí.

Es algo normal notar que ha cambiado, mis palabras no tienen ninguna otra intención, claro sin duda ¿Por qué más lo diría? Es muy normal después de tanto tiempo sin verla. Ella parece tener frio, bueno el clima esta así en estos meses del año, creo que debería darle mi chaqueta, porque ese vestido es demasiado corto y tiene la espalda descubierta ¿Por qué se ve tan jodidamente sexy? Dios debo estar delirando, como para decir cosas así... definitivamente es mejor que la cubra con mi chaqueta, no quiero que se enferme.

Después de eso subí a mi auto y cerré mis ojos un momento, mirando instintivamente de reojo a la chica que se encuentra justo a mi lado, ella se removió en el asiento.

¿Qué me pasa contigo?

Todo estaba perfectamente bien, hasta que recordé que no sé dónde vive y no le pedí la dirección antes, ni a ella, ni a su novio ¿A dónde se supone que debo dejarla? ¿Por qué no le pregunté? Bueno evidentemente yo no sabía que ella se pondría tan ebria, pero y ahora que se supone que debo hacer ¿Debería despertarla? Si quizás eso funcione.

—Emma, despierta. —digo, moviéndola.

—Mm... no me molestes estoy dormida. —responde, con una voz apenas audible.

—Necesito tu dirección para llevarte a casa. —digo, moviéndola.

—Mm... ¿Mi casa? Yo... no sé, no recuerdo. —murmura, aun con sus ojos cerrados—. Izzy, muchas gracias por darme tu chaqueta y por quedarte a ver las estrellas conmigo, perdón por escapar de la fogata así de repente. —dice, pero yo solo me confundo aún más.

¿Está soñando? ¿Estrellas? ¿Fogata? ¿Qué le pasa? Espera... ese día del campamento de verano en el que ella salió corriendo y yo le di mi chaqueta para que se abrigara... ella se refiere a eso, pero ¿Por qué se está acordando de esas cosas? Eso fue hace tanto, incluso antes de ser novias.

Aunque recordando ese día, solo me hace visualizar lo tierna que siempre fue, lo tímida que podía llegar a ser conmigo y esos celos inocentes, viéndola con mi chaqueta ahora solo me lleva a ese momento en el tiempo.

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