Izabella.
En el apartamento de Alexa, puedes encontrar todo un oasis de alcohol, ya que a ella le pareció una buena idea instalar una barra en su sala de estar. Desde que llegamos, ha comenzado a comentar que la hemos abandonado por estar en nuestra burbuja de amor.
—¿Por qué no aceptaron ir al bar? Estaba muy emocionada por salir de fiesta con amigos, y ustedes, par de aguafiestas, arruinaron mis planes —dice, dramatizando y recostándose en su sofá.
—Mi pregunta es, ¿no tienes más amigos? —respondo, mientras tomo un sorbo de mi mojito.
—¡Izzy! —escucho a Emma, notando su mirada desaprobadora.
—Eres una perra —responde finalmente Alexa, mostrándome el dedo medio—. Solo por eso, déjame contarle a Emma cómo llorabas por ella cuando estabas ebria, y entonces sí te gustaba ir de bar en bar conmigo —agrega, con una sonrisa sarcástica.
—Cállate, eso es secreto de estado —digo, tomando otro mojito—. Sabes qué, cuéntale, y yo me encargo de mostrar ese video donde estabas ebria gritando que necesitabas a Alisson y que no podías vivir sin ella, incluso cantabas, creo.
—¡Eres insoportable! —grita, acercándose a mí—. Ahora no te quejes por lo que haré.
Me pongo de pie porque conozco esa maldita expresión; ella se ríe con maldad y se lanza a hacerme cosquillas. No me dio tiempo de huir, así que decido rendirme. Odio que se aproveche de que soy muy vulnerable cuando me hacen cosquillas.
—Podrían comportarse, actúan como dos niñas pequeñas. —dice Alisson, entrando a la sala con unos nachos.
—Concuerdo con ella. —dice Emma, cruzándose de brazos.
Ambas decidimos dejarlo por la paz, por el momento. Alexa llamó a Julie y Alex para que se unieran; después de una hora llegaron y la mañana pasó así, con nosotros platicando de temas triviales y molestándonos mutuamente. La atmósfera era ligera, cargada de risas y bromas, cada comentario parecía reforzar la confianza que habíamos construido con los años.
Julie, como siempre, nos ofrecía consejos con su extensa sabiduría. En un momento de la conversación, le pedí que me diera terapia, pero ella argumentó que no sería ético. Aun así, quería sus consejos. Especialmente ahora, con todo lo que estaba pasando con mi padre, lo de convivir con la madre de Emma que me tenía aterrada, y el enojo de Lucía. Julie me miró con una mezcla de compasión y firmeza, prometiendo que hablaríamos más a fondo luego.
Mientras tanto, Alex actuaba extraño y nervioso, mirando a Julie todo el tiempo. Ni siquiera intentaba ocultar que estaba embobado con ella. Sus ojos seguían cada uno de sus movimientos, y cada vez que ella hablaba, él parecía olvidarse de todo lo demás. Las chicas y yo intercambiamos miradas cómplices, conscientes del flechazo evidente de nuestro amigo.
Todo esto hacía que por un momento olvidara la gran carga de lo que es saber que tal vez pierda a mi padre de un momento a otro.
Pero justo solo se lograba por un pequeño momento porque luego de esto debo volver a la realidad.
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Amor en Vancouver
Teen FictionAtreverse a amar a alguien es un acto honorable, pero atreverse a amarse a sí mismo es un acto que requiere de valentía; Emma Miller se dará cuenta de lo que conlleva ser capaz de ser dueña de su vida, sus ideales, su cuerpo y sus pensamientos ante...