28: Pain un chocolat

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La cafetería estaba en el centro de Barcelona

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La cafetería estaba en el centro de Barcelona. Habíamos aparcado en un parking y salimos andando hacia ella. Era un lugar muy bonito, minimalista y muy Instagrameable, como Adri me había dicho unos minutos atrás.

—Elige la mesa que quieras —dice deteniéndose en la puerta. Elijo una mesa apartada y me siento mirando hacia la puerta.
—Que bonito lugar —admiro la decoración.
—Me alegra que te guste —sonríe. —Mi hermana me hablo de este lugar y automáticamente pensé en ti.

La chica viene a tomarnos la comanda, le pido un café junto a un pain au chocolat y Adri se limita a pedirse un chai latte.

—¿Tienes una hermana? —pregunto sorprendida. Nunca le escuché hablarme de su hermana.
—Sí, bueno, es mi hermanastra más bien. Pero tenemos muy buena relación y la considero una hermana —explica y asiento mientras rodeo la taza con mis manos calentándolas en el proceso.
—Me la tienes que presentar algún día —digo emocionada y él se ríe.
—Sí, cuando quieras. ¿Y qué tal llevas la universidad? —pregunta revolviendo el azúcar.
—Este cuatri mejor —aseguro partiendo un trozo de pastel. —¿Quieres? —pregunto acercándole el tenedor a la boca y se come el trozo que le doy. —Ya sabía yo que no te ibas a resistir —bromeo y cojo un trozo para mi.
—Está buenísimo —admite y le doy la razón.
Al final, lo terminamos compartiendo y lo agradezco, porque era enorme y yo no me lo iba a terminar. Pagamos y damos un paseo antes de volver al coche.
—¿Me sabes guiar hasta tu casa? —pregunto cuándo nos subimos al coche.
—Sí, sí.
—Genial, pues vamos.

La llegada a su casa transcurre después de quince minutos en carretera.  Me meto por una calle con muchos edificios y me indica que el suyo es el de color gris.
—Gracias por traerme, Lía.
—No es nada —le sonrío. —Cuando quieras podemos volver a salir, me lo pase muy bien.

Asiente, dándome la razón y se despide moviendo su mano. Introduzco la dirección de Pedri en el GPS para saber salir de allí, le paso la ubicación en tiempo real, y me pongo en marcha mientras le pido a Siri que llame al canario.

—¿Qué paso? —pregunta tras el primer tono de llamada.
—Estoy camino a tu casa, te pase mi ubicación en tiempo real al Whatsapp.
—Vale. ¿Cuánto tardas más o menos?
Desvío mi mirada hacia la hora de llegada que me marca el GPS. —Unos quince minutos, sino pillo tráfico.
—Perfecto, mi niña. —dice y el corazón me da un pequeño vuelco al escuchar el apodo añadiendo lo marcado que le queda el acento al decirlo. — Aquí te espero. Ten cuidado.
—Hasta ahora, Pedro —me despido, aunque suena casi como un suspiro.

La sonrisa no abandona mi rostro y subo el volumen de la música para disfrutar de este pequeño momento mientras conduzco a casa del canario. Al llegar, no me molesto en avisarlo, simplemente espero en doble fila a que aparezca, para ello le di mi ubicación. Sigo concentrada cantando la canción que ahora suena, y no me doy cuenta de que llega hasta que, dos golpes secos contra el cristal del coche me hacen asustarme. Quito el seguro, bajo la música rápido, quedando a un volumen más normal para poder escucharnos y veo como el chico entra con una sonrisa en su cara.

—Perdón —lamento viendo cómo deja una mochila negra de deporte en la parte trasera de mi coche. —No me di cuenta de que habías llegado.
—Lo vi, que estabas muy entretenida —se ríe de nuevo y yo me muero de vergüenza.
—Lo vivo mucho —bromeo y arranco dirección a mi casa.
—¿Qué tal te lo pasaste? —pregunta echando el asiento hacia atrás.
—Bien —respondo prestando toda la atención a la carretera cuando tengo que hacer un ceda con muy poca visibilidad.—La cafetería era súper guapa y nos comimos un pain au chocolat riquísimo.
—Me alegro mucho —veo de reojo que tiene su vista puesta en mi perfil.
—¿Y tú que tal estás? —pregunto girándome a verlo en el primer semáforo en rojo.
—Bueno, estoy mejor. No fue buen partido aunque ganáramos. No conseguimos meter ningún gol, porque fue de penalti, que sino hubiéramos perdido. Además, creo que no jugué tan bien como podía haber jugado, voy a tener que esforzarme más en los entrenamientos.
—Pedri, nunca vas a poder jugar igual de bien siempre. No siempre vas a poder ser un diez en el campo, a veces serás un siete y medio y también lo estás haciendo bien. Estás haciendo el partido que en ese momento puedes hacer por la situación en la que te encuentras.
—Es que me cuesta mucho dejar de pensar en ello.
—Intenta no hacerlo, sé que suena muy fácil decirlo, pero eres muy buen jugador, uno de los mejores que tiene el Barça ahora mismo, e incluso a nivel nacional diría, así que deja de machacarte, por favor.
—Lo intentaré.
—Cuando tengas esos pensamientos, llámame —le comunico entrando al garaje y conduciendo hasta mi número de plaza. —Quizá te puedo ayudar —le guiño un ojo de manera rápida y vuelvo la vista a mi retrovisor izquierdo para ver si pego contra la columna.
—Gracias, Lía.

Me apoyo contra la pared del ascensor mirándole mientras subimos hasta la planta de mi piso.
—¿Qué quieres cenar?
—Me da igual, lo que tú quieras.

Abro la puerta de casa, Pedri deja su mochila en la cama y le insisto en que se cambie de ropa si quiere para ponerse más cómodo. Lo dejo solo en mi habitación y yo voy al baño a ducharme. Cuando salgo de la ducha, enrollada en una toalla, me percato de que se me olvidó el pijama en la habitación. Así que, sujeto la toalla y salgo encontrándome al chico tirado en el sofá mirando el móvil. Su mirada asciende al escuchar ruido, noto la sorpresa en sus ojos que no apartan la vista de mi cuerpo.

—Se me olvidó el pijama en la habitación —justifico caminando a paso rápido hasta llegar a la puerta de mi habitación.
—Yo no tengo problema, como si te la quitas.
—Pedri —me quejo poniéndome muy nerviosa cerrando la puerta detrás de mí y escuchando su risa. Es imbécil.

Mi siguiente aparición pasa a ser con la ropa de dormir, aunque vuelvo al baño para dejar la toalla en el calienta-toallas. Vuelvo al salón-cocina y me detengo a mirar lo que tengo por la nevera.
—¿Una ensalada de algo te viene bien? —pregunto al ver que tengo algunas cosas que pueden servir por la nevera.
—Sí —responde y escucho sus pasos acercarse hasta donde estoy mientras yo me encargo de sacar muchas cosas para echarle.
—Mis ensaladas no son ensaladas —advierto sacando dos boles y dejándolos sobre la encimera. —Es lechuga con cosas que tengo en la nevera. Tú me dices que puedes comer y que no.
—¿Te ayudo? —pregunta posicionándose mucho más cerca mía.
—Si me cortas unos taquitos de queso sin cortarte, adelante campeón —me dedica una mirada bastante fea y se centra en cortar. Por mi parte vierto la lechuga en un bol, y tal y como avise, voy echando diferentes alimentos que tenía en la nevera.
—Que guapa eres —dice tomándome por sorpresa.
Detengo mis movimientos por un momento, elevando mi vista y lo veo apoyado a la encima mirándome fijamente. —Ya lo sabía —respondo sacándole la lengua y centrándome otra vez en terminar de revolver la ensalada.

Le pido que coloque los cubiertos y vasos. Se encarga rápidamente de hacerlo y no tarda en volver a mi lado.
—¿Sabes qué eres un meme? —pregunta soltando una risa mientras mira su móvil entretenido.
—¿Yo? ¿Qué dices? —pregunto entre confundida y sorprendida y desvío mi mirada hacia su teléfono. Y es cierto, hay varios memes del vídeo donde casi me da un balonazo.
—Todo por tu culpa —recrimino llevando los dos platos hasta la mesa para cenar.

Sueños compartidos I y II | PedriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora