46: Eroriz ikasten da oinez

3.3K 130 4
                                    

Cayendo, se aprende a nadar.

Abro los ojos y visualizo a Lía sentada en el escritorio de la habitación con su ordenador delante, mientras teclea y da pequeños sorbos a una taza de la que sale algo de humo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Abro los ojos y visualizo a Lía sentada en el escritorio de la habitación con su ordenador delante, mientras teclea y da pequeños sorbos a una taza de la que sale algo de humo. Nos habían dejado esta habitación para nosotros porque era la única que tenía una mesa y una silla donde la chica pudiera teletrabajar durante estos días. Y realmente lo agradecía muchísimo, era la habitación con más privacidad de la casa porque se encontraba en el ático y lo único que había aparte de nuestra habitación era un baño.

Se gira a mirar hacia la cama y cuando me ve despierto una mueca de preocupación aparece en su cara.
—¿Te desperté? —no duda en preguntar y niego con una sonrisa para que se despreocupe. —Ah vale, menos mal. Intenté no hacer mucho ruido para no despertarte.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto cambiando de tema y ella vuelve a echar un vistazo a su ordenador.
—Redactar un artículo sobre las novedades en las instalaciones de la ciudad deportiva pero ya lo terminé. Ahora solamente me falta que me envíen las fotografías para adaptarlas.
—Pues apaga ese trasto y ven aquí conmigo —palmeo la cama en el espacio que ella dejó vacío.
—No, Pepi —niega apagando el ordenador y quedando de pie a un lado de la cama. —Vamos a que desayunes algo que no vinimos para quedarnos en la cama todo el día —me regaña destapándome. Su cara coge un leve color rosado cuando se da cuenta que aún sigo desnudo por lo que paso ayer por la noche. —Bueno, mejor vístete y baja —rectifica nerviosa tirando de la manta hacia arriba tapando la mitad de mi cuerpo de nuevo.  Se agacha a dejar un beso sobre mi mejilla, por lo que aprovecho, en un movimiento rápido que no se espera, a tirar de su muñeca y dejarla sobre mi.
—Serás —responde cuando nota como mis brazos rodean su cuerpo impidiendo que se levante.
—¿Me vas a negar que no estás mejor aquí que fuera con el frío que hace? —pregunto apartando el pelo de su cara.
—¿Quien no va a estar mejor contigo? —pregunta y sonrío. —Bah, venga, déjame irme y levántate que te espero abajo —advierte dejando de acariciar mi pelo y dejo mis brazos a cada lado de mi cuerpo liberándola.

La sonrisa no se borra de mi cara observando como sale de la habitación, lanzándome un beso antes de cerrar la puerta tras ella, y consiguiendo que, la risita no se desvanezca y permanezca durante un par de segundos más sobre mi rostro. Suelto un suspiro y me esfuerzo para levantarme haciendo caso a lo que me pide.




Bajo las escaleras y al llegar a la cocina diviso a Djeny tomándose un café

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Bajo las escaleras y al llegar a la cocina diviso a Djeny tomándose un café. —Buenos días —canturreo acercándome a besar su mejilla. —¿Qué tal estamos?
—¿Te importa salir a pasear y hablar un rato conmigo? —pregunta mordiéndose las uñas.
—Claro que no —respondo. —Vamos.

Mientras que ella se acerca al fregadero a dejar la taza allí, aprovecho a coger mi teléfono en un movimiento rápido escribiéndole un mensaje a Pedri.

𝗏𝗈𝗒 𝖺 𝗌𝖺𝗅𝗂𝗋 𝖼𝗈𝗇 𝖣𝗃𝖾𝗇𝗒 𝖺 𝗉𝖺𝗌𝖾𝖺𝗋, 𝖺𝗌í 𝗊𝗎𝖾 𝗍𝖾 𝗉𝗎𝖾𝖽𝖾𝗌 𝗊𝗎𝖾𝖽𝖺𝗋 𝗁𝖺𝖼𝗂𝖾𝗇𝖽𝗈 𝖾𝗅 𝗏𝖺𝗀𝗈 𝖾𝗇 𝗅𝖺 𝖼𝖺𝗆𝖺 𝗎𝗇 𝗋𝖺𝗍𝗈 𝗆á𝗌 🙄

Nos vamos con una de las llaves que el dueño dejó en la entrada y cerramos la puerta con cuidado, intentando hacer el menor ruido posible. Emprendemos un camino que, al menos yo, no sé hacia donde nos lleva, pero no emito palabra, el silencio abraza nuestro paseo. 

—Creo que me gusta alguien —salen las palabras de manera atropellada de su boca. —Pero no quiero que me guste, me da mucho miedo y es un mujeriego de mierda.
—¿Qué sientes cuando estás con él? —me limito a preguntar.
—Me apetece muchísimo pasar tiempo con él, siempre me hace reír, aunque también me saque de quicio muchísimas veces, siempre tengo la necesidad de estar cerca de él, de dejarle que me proteja, de contarle mis mierdas, no sé, simplemente me gusta pasar tiempo con él. Pero luego, con las chicas, sé que se tira casi cada fin de semana que sale a alguna y eso me da miedo. Yo no quiero ser otra más.
—Vaya, si que te gusta, Jen —admito sorprendida al identificar sus sentimientos con los míos. —Pero si no intentas nada, nunca sabrás qué sucede. Es verdad que si ves que es así con las chicas, ten más cuidado, no confíes tanto en él de primeras. Pero si te sientes protegida, sientes que te escucha y se preocupa por ti, no creo que seas otra más.
—Ya nos besamos —confiesa mirando hacia el suelo. —Varias veces —añade tras hacer una pausa. —Pero ninguno de los dos hablo sobre ello. Simplemente envolvemos a ser amigos como si nada hubiese pasado, hasta que vuelve a suceder y vuelta a empezar.
—¿Y por qué no intentas hablar con él?
—Me da miedo —confiesa y asiento pensativa.
—Entiendo —pronuncio haciendo una pausa. —Pero si no lo intentas no lo sabrás —insisto y permanece callada. —Mira, te voy a decir lo mismo que Sira me dijo a mi cuando me daba miedo intentar algo con Pedri. Me gustaba pero me daba muchísimo miedo —expongo mi situación y siento como permanece atenta a mis palabras. —Sira me dijo «Olvídate de eso y déjate llevar», y tú deberías de hacer lo mismo. Si te gusta lánzate, si ya os besasteis es que a él le gustas, sino no lo hubiera hecho. Simplemente intenta tantear el terreno hasta que encuentres la oportunidad perfecta para preguntarle.
—¿No me vas a preguntar quién es? —pregunta después de un rato, un poco confundida y automáticamente niego.
—No. No lo tengo porque saber, entiendo que si no lo quieres decir es porque aún no estás segura.

Volvemos a retomar el camino a casa hablando de diferentes temas, y cuando nos quedan unos minutos según el navegador cambia de tema drásticamente.
—Es Gavi —anuncia y me cuesta un poco procesar la información hasta que me doy cuenta de que está hablando de la anterior conversación.
—Me lo esperaba —admito con una sonrisa sincera. —De hecho, Pedri y yo hicimos una apuesta sobre vosotros. Más bien, la hizo él.
—¿Qué apostasteis?
—Él porque ibais a tener algo y yo que no —admito haciendo una mueca. —Si él gana nos vamos a Canarias.
—Pues deberías de llevarme, te vas de viaje a mi costa.
—Y que se venga Gavi también —propongo entre risas y echo a correr evitando que me pille.

Entramos en casa riéndonos y escuchamos un murmullo de voces en la cocina. Ambas nos apoyamos en el marco de la puerta observando el panorama y una sonrisa se escapa por mi rostro. Hacia mucho tiempo en el que no me sentía tan cómoda en un grupo de amigos.

—¿Pero dónde estabais? —nos riñe Sira levantándose de la silla de la isla. —Pedri nos dijo que fuisteis a pasear, pero lleváis como tres horas por ahí fuera y no respondíais a nadie.
—Perdón, mamá —se burla Djeny y Sira la mira mal. La chica le acerca su mano, tocando la cara de Sira que suelta un grito cuando las manos frías de Djeny la tocan.
—¡Estas helada!
—Pues ahora verás —digo con una sonrisa traviesa acercándome a Pedri mientras las dos chicas se ríen cómplices. El canario no se da cuenta que me estoy acercando, así que no tengo ningún problema en colar mis manos por debajo de su camiseta tocando su espalda. Da un salto en el sitio cuando mis manos frías entran en contacto con su piel caliente y se gira rápidamente apartándome.
—Que fría estás —dice intentando coger mis manos para que no lo vuelva a tocar. —Estoy arrepintiéndome de haber venido, con lo que bien que íbamos a estar en Canarias.
—Sueñas —digo acercándome a Sara que está preparando algo de comer con la ayuda de Eric.
—Tú y yo igual vamos pronto —me coge por la espalda pegándome contra su pecho.
—Ahora sí que estás soñando —me río negando con la cabeza y me escabullo de él para intentar volver a acercarme a mi amiga.

Comemos todos juntos en la gran mesa del salón como una familia feliz. Y tras recoger y limpiar, proponen ir a pisar la nieve y dar una vuelta por la ciudad andorrana.

—No me apetece conducir —admito haciendo una mueca, y para mi suerte, Fer se ofrece a llevar el coche.

Me quedó colocada entre Djeny y Jimena en el último asiento de la furgoneta y delante están Ansu, Pedri y Gavi. No sé qué le están haciendo a Gavi, pero noto como están intentando que se pique, y lo más probable es que lo acaben consiguiendo.

Sueños compartidos I y II | PedriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora